¿Habrá alguien que sostenga, con sustento, que el sistema de salud en México estaba preparado para afrontar una epidemia como la que asoma a la humanidad?
Lo que teníamos era escalofriante, tanto por las enormes carencias, como por las monstruosidades ahí dejadas por el régimen anterior, y no se circunscribe esta expresión al gobierno de Peña Nieto, o a los de Calderón y Fox; no, al régimen que no desaparece, por su propia tendencia, como por la incapacidad de los nuevos gobernantes para desactivarlo, o para acelerar su desaparición.
Ahí sí, a los nostálgicos del viejo régimen, y hasta ahora frustrados restauradores del mismo, la pandemia les vino como anillo al dedo y no, como torpemente lo dijera el presidente López Obrador, a la 4T.
En medio del intento de reformar el sistema de salud nos sorprendió el Covid-19; a pesar de ello, el país ha soportado con más o menos prestancia que el ramalazo de la epidemia no nos golpee mayormente, en la salud, porque económicamente el golpanazo es de antología.
Las repercusiones, para la mayoría de la población, serán catastróficas, incluso mayores que las sufridas, proporcionalmente, por la economía y las finanzas nacionales, pues los índices de pobreza, a pesar de los distintos programas de bienestar social lanzados por el Gobierno federal, incidirán mayormente en alrededor de los 60 millones de mexicanos que viven en la pobreza.
Aún más, merced a las repercusiones económicas, la mayoría de los trabajadores de la economía formal, aquellos con los más bajos salarios, verán en riesgo, no sólo los salarios, sino los empleos mismos, merced a la contracción de la economía mexicana.
Conforme a ello, muchos de los inscritos en esos programas, y sus familias, podrían engrosar los segmentos poblacionales de pobreza, y hasta de pobreza extrema.
Por ello, el anuncio del Gobierno mexicano, de segmentar las medidas restrictivas, por municipios, conforme a los distintos números de casos presentados, de la letalidad de la enfermedad y de otros factores, como los laborales en el caso de la frontera norte, ha arrojado una oleada de esperanza sobre la población, pues no es lo mismo soportar el confinamiento, en la incertidumbre de cuándo terminará, a la de saber que puede terminar en una fecha determinada.
Por eso tiene importancia ubicar el punto de partida del enfrentamiento a la epidemia.
Sin duda que las autoridades han cometido errores, tanto en el manejo de las medidas tomadas, como el de la operación de los insumos y la correcta aplicación de los recursos.
Hoy aparecen, por todos lados, las carencias, los mecanismos operativos deficientes, la mala preparación de numerosos mandos medios y bajos, las desastrosas condiciones de numerosas instalaciones, la falta de equipo y el rezago tecnológico de una parte del mismo e, indudablemente, la inercia burocrática en los diversos niveles de la burocracia sanitaria del país y la incapacidad operativa de los nuevos mandos operativos.
Y, por encima de todo ello, la enorme carencia de recursos económicos. ¿Por qué, por ejemplo, no se aplican en México, pruebas diagnósticas del Covid-19, en los niveles de Corea del Sur, Japón, Singapur y algunos países europeos? La respuesta es obvia.
En medio de todo esto, un grupo de gobernadores se ha lanzado a criticar, o a denunciar una serie de carencias y/o torpezas en la operación sanitaria, lo que de suyo sería hasta normal que así fuera y que no debería ser parte de una polémica tan intensa como se ha presentado en los últimos días.
Pero en el ambiente priva el ánimo linchador, la rijosidad y la búsqueda incesante de errores en los otros, estén en la administración federal, o en los gobiernos estatales, “porque se avecinan los tiempos electorales”, sostiene el presidente, el que debe soportar el chaparrón, hasta de los gobernadores de Puebla y Baja California, a cual más de proveedores singulares de la picaresca nacional.
El primero critica el desfase de las cifras, y para reforzar su dicho se apoya en un subalterno, que no es capaz de mostrar evidencia alguna de haber suministrado la información correcta y de manera puntual a la instancia nacional.
Tal episodio no hace olvidar que apenas unos días atrás, el gobernador Jaime Bonilla, para criticar a la delegada del IMSS, afirmó que los médicos de esa institución “se están muriendo como moscas”, cuando el número de decesos reportados por Covid-19 en BC era de 22.
Bonilla presume de ser amigo del presidente, ¿por qué no usar esa vía y solucionar los problemas?
Y el gobernador de Puebla ¿pues que no decía, hace apenas unos cuantos días, que la enfermedad era de “ricos”? Ahora se queja de la calidad de los insumos proveídos por el Gobierno federal, igual que otros gobernadores, sin percatarse que se están suministrando equipos y ropa, no tan sólo para quienes deben atender a los enfermos del Covid-19, sino para un conjunto grande de trabajadores que deben atender diversas tareas hospitalarias.
Tales alegatos no desestiman las indudables carencias y torpezas de los mandos del IMSS que han pretendido atenuar el nivel y número de protestas del personal médico y de enfermería por la carencia de equipo y ropa.
A lo anterior, poco aportan las equivocaciones del director del IMSS, Zoé Robledo, y que en su ansiedad por desestimar las críticas se equivoca en cosas tan sensibles como el de desconocer que el IMSS no tiene un lugar para reparar ventiladores en Morelia y que quien sí lo hace es el Tecnológico de esa ciudad, en un número notoriamente inferior al expresado por Robledo a Milenio Televisión.
Denotó la prisa por justificar los errores y cayó en las imprecisiones que en parte le sirvieron a otro protagónico, el gobernador michoacano, Silvano Aureoles, para, al igual que el de Nuevo León, Jaime Rodríguez, y el conductor de Tv Azteca, Javier Alatorre, descalificar al jefe de la estrategia anti Covid-19, Hugo López-Gatell, sin más argumentos que sus afirmaciones, porque sí, pues.
Igual hace el mandatario chihuahuense, Javier Corral, que intentó, y no sabemos si lo logró en la conversación privada, porque en la pública, los exgobernadores Francisco Barrio, José Reyes Baeza, Fernando Baeza y Patricio Martínez, no le hicieron eco a su propuesta de exigirle al presidente López Obrador que pospusiera sus “mega obras”, el aeropuerto de Santa Lucía, el Tren Maya y la refinería Dos Bocas.
Difundida una parte de la singular conversación de los políticos, precisamente la que pudiera dar pie a lo que pudiera ser el principal y real interés por reunirse virtualmente, y darlo a conocer, que Patricio Martínez mejor expresó, al sostener que ahí estaban quienes representaban o representaron a “esta familia política, conformada por nuestros compañeros y seguidores, esta hermandad a toda prueba”.
¡Vóytelas con los hermanos!
¡N’ombre, gracias al influjo del mandatario, su “karma”, es que apareció el “afecto, el reconocimiento entre ustedes”!
¿Habrá perdonado Fernando Baeza a Patricio Martínez, motivo central para que dejara Chihuahua y el país? ¿O Reyes Baeza a Patricio, que reapareció en la escena política, justo en el momento en que César Duarte asumía el poder, luego de retirarse en protesta sempiterna en contra del menor de los Baeza?
¡Ah, es que ya llegó el “gober” Corral, quien, en palabras de Fernando Baeza, es “nuestro guía”, o en las de Reyes Baeza “… ya superamos los conflictos que nos podían haber separado y usted se ha convertido en nuestro líder”!
¿Estamos frente a una alianza PRI-PAN? en tiempos del coronavirus?
Pudiéramos no estar lejos de tales propósitos, por lo menos desde la óptica del grupo gobernante en Chihuahua, pues tal posibilidad la ha sostenido, reiterada y públicamente el líder de los diputados panistas, Fernando Álvarez, sin duda uno de los operadores más cercanos del gobernador Corral.
Y ya encarrerado, éste ha lanzado la idea de proponer una reforma electoral que permita regular las elecciones primarias en los partidos.
Pero así como Corral le exige al presidente López Obrador priorice el gasto público, también sería bueno expresarle al gobernador Corral que priorice las urgencias políticas pues, en plena pandemia, cree que hacer la reforma electoral soñada por él es un asunto “esencial”.
¿Y las consultas con la sociedad que siempre prometió que haría?
¿Y sus promesas de que la administración por él encabezada haría las cosas democráticamente?
¡Cuán diferentes son las prioridades del mandatario a las de sus gobernados!
¿Es el momento de hacer politiquerías, para elevar los ingresos de los partidos?
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