A veces parece que Latinoamérica tiene vocación de pobreza. Cada vez que un país de la región amenaza con convertirse en una nación próspera, surgen fuerzas que lo tiran al suelo. Y no son del imperialismo yanqui, sino de grupos políticos internos.
El referéndum para enmendar la Constitución chilena parece un paso en esa dirección. Chile es el país más próspero de América Latina y el que hasta ahora estaba más cercano a convertirse en desarrollado. Una serie de violentas manifestaciones anticapitalistas, sin embargo, lo llevaron a lanzar un referéndum el domingo pasado en el que 78% de los votantes aprobaron que se redacte una nueva Constitución. El presidente conservador Sebastián Piñera aplaudió el resultado: “Este triunfo de la democracia –dijo– debe llenarnos de alegría y esperanza”.
La necesidad de la enmienda constitucional, sin embargo, se construyó sobre un engaño. Para empezar, la constitución chilena no es del dictador Augusto Pinochet. Si bien Pinochet impulsó una constitución, aprobada en referéndum en 1980, y que entró en vigor en 1981, en 2005 el presidente socialista Ricardo Lagos enmendó 27 artículos antidemocráticos mientras preservaba una economía de mercado. La firma que aparece al calce de la carta magna vigente es la de Lagos, no la de Pinochet.
Las políticas económicas liberales han permitido que Chile se convierta hoy en la nación más próspera de Latinoamérica, con un Producto Interno Bruto per cápita de 23 mil 455 dólares, ajustado por poder de compra, según el FMI, por arriba de Uruguay, con 21 mil 338 dólares. El problema, dicen los críticos, es que Chile es uno de los países con mayor desigualdad y esta ha venido aumentando.
La verdad es que Chile es uno de los países que más han reducido la desigualdad. De 0.572 en 1990, al final de la dictadura, el índice de Gini (en el que 1 es desigualdad total y 0 igualdad absoluta) pasó a 0.444 en 2017, según el Banco Mundial. Chile tiene menor desigualdad que Brasil (0.539) o México (0.454).
Más importante es la pobreza. Chile bajó su pobreza general de 38.6% en 1990 a 13.7% en 2006. La indigencia, o pobreza extrema, pasó de 13 a 3.2% (Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional, Casen). Según el Banco Mundial, en 2017 solo 0.3% de la población chilena vivía con menos de 1.90 dólares al día y 3.7% con menos de 5.50 dólares. México en 2018 tenía 1.7% y 23 por ciento.
La violenta rebelión contra el sistema de libre empresa en Chile amenaza con poner fin a este éxito. Mucho dependerá, por supuesto, del texto constitucional que finalmente se apruebe. Pero el país corre el riesgo de sufrir el deterioro que ha afectado a naciones como Venezuela y Argentina.
Venezuela, que durante décadas fue el país más rico de América Latina, se ha desplomado en las listas comparativas. Tan solo de 2015 a 2019 perdió 18 lugares en Latinoamérica y hoy es el cuarto país más pobre de la región, según cifras del FMI.
Argentina fue en 1895 y 1896 el país más rico, no de Latinoamérica sino del mundo, por arriba de Estados Unidos, según las estadísticas históricas del proyecto Angus Maddison. Hoy se encuentra en el lugar 62.
Parecería que los latinoamericanos tienen una vocación de pobreza. Cuando empiezan a dejarla, se apresuran a tomar medidas para regresar a ella. En México, después de décadas de crecimiento mediocre, ni siquiera estábamos avanzando hacia la prosperidad, pero ya tenemos un Gobierno que está tomando medidas para que haya más pobres y, por lo tanto, más programas sociales.
Por el pueblo
Dice el Presidente que él tiene que ver por el pueblo y no por Iberdrola u otras empresas privadas. Pero cuando toma medidas para favorecer a los monopolios estatales de energía, el perdedor es el pueblo.