Lo que escribo es, evidentemente, responsabilidad mía; pero lo es hasta cierto punto y nada más, porque por lo general me limito a transcribir o reflexionar sobre las implicaciones de lo dicho, lo escrito o lo hecho por alguien más. De ahí que, con suma frecuencia, cite el origen o la fuente de la reflexión.
La información que poseo sobre Ronald Johnson, posiblemente el nuevo embajador en México designado por Donald Trump, no es nueva, ni original, ni insólita, ni ignorada o anónima; es información pública que consta en multitud de fuentes. Sin embargo, esta información es valiosa, y es necesario que se difunda, porque pone en perspectiva el desempeño del gobierno de México y su supuesta lucha contra el narcotráfico, por un lado; y por otro, porque pondrá a prueba las capacidades y talentos de la presirvienta, Claudia Sheinbaum.
El perfil del posiblemente nuevo embajador se puede resumir como sigue: Ron Johnson es un coronel retirado; tiene una licenciatura en Ciencias de la Universidad del Estado de Nueva York y una maestría en Ciencias de la Universidad Nacional de Inteligencia; sirvió en la Guardia Nacional del Ejército de Alabama, donde se enlistó como soldado raso en 1971 y alcanzó el rango de capitán antes de pasar al servicio activo en 1984; entre 1984 y 1998, sirvió en el ejército de los Estados Unidos y se retiró como coronel de las fuerzas especiales; fue enlace de ciencia y tecnología de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) con el Comando de Operaciones Especiales de Estados Unidos, con sede en Tampa, Florida; como exoficial superior de operaciones paramilitares de la CIA, durante veinte años ocupó numerosos puestos de liderazgo y dirigió misiones en todo el mundo, incluso en Afganistán e Irak; es experto en seguridad, inteligencia y asuntos militares; además, ya fue embajador de Estados Unidos en El Salvador; en síntesis, Johnson ha ocupado cargos de alto nivel en el ejército de los Estados Unidos, así como en la CIA, durante décadas.[1] En resumen, este señor sabe lo que hace y no va a andarse con chiquitas.
Lo que ocurre en el país, sólo en un tema, seguridad nacional, en dos vertientes: presencia de los cárteles en la vida cotidiana y tráfico de fentanilo, resulta escandaloso.
Respecto al primer asunto, resulta que casi el 50% de los municipios en el país registra la existencia de un cártel, banda delictiva o celular criminal. De los 2 mil 471 municipios que hay en México, en mil 198 existe un grupo delincuencial: “Si tomamos en cuenta los kilómetros cuadrados que ocupan cada una de estas regiones, los datos revelan que en el 75% del territorio mexicano se tiene registrada la presencia de algún grupo delictivo”;[2] ver en el sitio anexo siguiente: https://interactivos.eluniversal.com.mx/2023/mapa-crimen-organizado/#Mapa.
Por lo que hace al tráfico de fentanilo, éste se ha incrementado en forma significativa o simplemente se reconoce la realidad del hecho; porque no puede negarse que AMLO, después de estarlo negando como perico[3] (miren ustedes, qué bonita metáfora), debió admitir y decir que sí, sí, sí, que no nos hagamos tarugos, pero en México sí se produce fentanilo.[4] Lo que se explica por las presiones procedentes de Estados Unidos y su presidente electo, Donald Trump; de ahí que se pusieran a trabajar a las fuerzas de seguridad mexicanas y de un día para otro, casualmente, se consiguió el mayor golpe en la historia en contra del fentanilo. Si se estima que un gramo equivale a veinte dosis, se decomisó la bonita suma de una toneladas o veinte millones de dosis.[5]
Así que el nombramiento de Ron Johnson podrá ser cualquier cosa, menos casual; viene por los cárteles mexicanos, viene a impedir el tráfico de fentanilo y viene a poner orden porque, es obvio, el gobierno mexicano no sabe, no quiere o no puede con el paquete.
Lo interesante será ver en qué y cómo acaba esto. Lo cierto es que termine como termine, va a doler: le va a doler al gobierno, le va a doler a Claudia Sheinbaum, le va a doler a Andrés Manuel López Obrador, le va a doler García Harfuch o a todos ellos, porque o van a tener que “doblarse” (culiempinarse, en realidad) y aceptar la intromisión gringa o la van a resistir y a pagar las consecuencias. Por lo pronto, que ellos compren Vitacilina, la van a necesitar; y nosotros, todos a aprendernos el himno nacional, dice la presirvienta que lo vamos a necesitar.
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Luis Villegas Montes.