Este 27 de mayo, en el reporte de las 6 de la tarde, la calidad del aire en el Valle de México era “extraordinariamente mala” en el centro de medición del Hospital General y “muy mala” en otros ocho. No importaba que el tránsito fuera muy ligero, por el confinamiento, y que además se hubiera endurecido el Hoy no Circula habitual al prohibir la circulación de los autos menos contaminantes un día a la semana. La situación sirvió como un nuevo experimento que sugiere que los autos no son los principales responsables de la contaminación del aire en el altiplano.
Muchas políticas gubernamentales se aplican por ideología y sin considerar toda la información disponible. Por mucho tiempo las autoridades capitalinas han restringido la circulación de vehículos para supuestamente combatir la contaminación, pero el problema es mucho más complejo. La medida no pasa de ser un castigo a las clases medias por el delito de tener autos.
El trato a las bolsas de plástico de los supermercados es otro ejemplo interesante. San Francisco, en California, las prohibió en 2007 y la Ciudad de México en enero de 2020. En el estado de Nueva York la medida estaba programada para el pasado 1 de marzo.
Con la pandemia del Covid-19, sin embargo, San Francisco ha decidido ahora prohibir las bolsas reutilizables, ante el temor de que puedan albergar el coronavirus, lo que ha forzado el regreso de las desechables de plástico. El estado de Nueva York, mientras tanto, ha postergado la entrada en vigor de la prohibición. En la Ciudad de México, las autoridades no han cambiado de parecer, a pesar de que la prohibición ha tenido como principal consecuencia una menor separación de residuos orgánicos e inorgánicos. No hay ningún indicio, por otra parte, de que las prohibiciones hayan reducido la cantidad de plástico que llega al mar, lo cual era el supuesto objetivo de la medida.
Los plásticos representan, sin duda, un problema ambiental importante, pero las prohibiciones no parecen ser la mejor manera de enfrentarlo. Las bolsas de tela no solo son menos higiénicas que las de plástico, sino que tienen un mayor impacto en el calentamiento global y en el uso de agua. Muchos especialistas consideran que la solución más sensata sería establecer reglas para la disposición de las bolsas de plástico, pero no prohibirlas.
Otro ejemplo de cómo los gobiernos adoptan medidas por supuestas razones ecológicas que resultan perjudiciales lo vemos en los autos de diésel. Durante décadas los precios de este combustible fueron subsidiados en Europa porque las autoridades consideraban que era más limpio que la gasolina. Y quizá lo es, en emisiones de dióxido de carbono y generación de ozono, pero el diésel produce partículas mucho más dañinas para la salud. La consecuencia es que hoy no solo se ha abandonado el subsidio, sino que varios países de Europa están considerando prohibir los autos que lo usen.
La solución, me parece, no debe ser la prohibición, excepto en casos excepcionales. Las decisiones de política ambiental deben tomarse por razones técnicas, no ideológicas, y deben siempre demostrar su eficacia. En México, sin embargo, los políticos siguen prefiriendo la ideología. Por eso tenemos restricciones a los vehículos y a las bolsas de plástico que al final resultan más perjudiciales que beneficiosas.
AMLOVER
Quizá el Reforma, el New York Times, el Wall Street Journal, el Washington Post, el Financial Times y El País son irresponsables y mentirosos, como dicen López Obrador y Trump, pero afortunadamente tenemos en México grandes representantes de un periodismo serio y valiente, como Lord Molécula, quien ayer sugirió que el nuevo índice de bienestar del Gobierno mexicano debe llamarse AMLOVER.