El presidente Donald Trump asumió nuevamente el cargo este lunes en una ceremonia marcada por un detalle inusual: no colocó su mano izquierda sobre las dos Biblias que su esposa, Melania Trump, sostenía a su lado. Este hecho rápidamente se convirtió en tema de discusión en redes sociales y en miles de búsquedas en Google, avivando el interés público.
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De acuerdo con la Constitución de los Estados Unidos, el juramento presidencial no exige el uso de una Biblia o cualquier otro objeto religioso. El Artículo Dos establece que el presidente entrante debe recitar:
Juro solemnemente (o declaro) que desempeñaré fielmente el Cargo de Presidente de los Estados Unidos, y que, en la medida de mi capacidad, preservaré, protegeré y defenderé la Constitución de los Estados Unidos”.
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Este compromiso es hacia la Constitución, no hacia un poder divino, según explicó Jeremi Suri, profesor de historia de la Universidad de Texas.
Aunque Trump había seleccionado dos Biblias para la ceremonia —una que perteneció a Abraham Lincoln y otra que le regaló su madre—, la ausencia de contacto físico con estos objetos despertó críticas y curiosidad en redes sociales.
Usuarios compararon esta ceremonia con la de 2017, cuando Trump colocó su mano sobre la Biblia al asumir el cargo por primera vez. Algunos comentaron:
El diablo está en los detalles.
Trump sabe que lo que hará no es de Dios.
El nuevo presidente de Estados Unidos ya dejo a Dios de lado.
No es casual, es un mensaje político.
Ya hizo a un lado las leyes del hombre y de Dios.
Me da igual lo de la Biblia, pero dice mucho.
Me resulta curioso que Trump en 2017 juró sobre la Biblia y en 2025 no la ha tocado en ningún momento. El diablo está en los detalles.
El equipo del mandatario no ha emitido declaraciones oficiales sobre este detalle. Sin embargo, expertos aclaran que esta omisión no tiene implicaciones legales ni afecta la legitimidad del acto.
La Constitución deja abierta la posibilidad de que el juramento se realice sin elementos religiosos, contemplando incluso a quienes no profesan una fe.
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Aunque más simbólico que práctico, este gesto ha alimentado el debate sobre la relación entre religión y política en los Estados Unidos. Al final, el juramento presidencial sigue siendo un acto personal que refleja las preferencias del mandatario en turno.