Reflexión semanal
Existen leyes naturales que Dios ha dejado en este mundo, leyes que no pueden violarse. Por ejemplo la ley de la gravedad de Isaac Newton que es la que mantiene a los cuerpos sujetos al planeta tierra. O las leyes de Kepler, se trata de tres leyes acerca de los movimientos de los planetas formuladas por el astrónomo alemán Johannes Kepler, tratan de describir el movimiento de los planetas, describiendo órbitas alrededor del sol. O, Como la ley de la siembra y la cosecha. Es natural que un agricultor tome su semilla, la siembra, y después de cuidados y un tiempo, recoger la cosecha.
En la vida también aplica esta ley de siembra y cosecha. Así leemos en Gálatas 6:7b que todo lo que sembramos eso vamos a cosechar. No es una ley humana que puede ponerse, quitarse o reformar a conveniencia en un congreso, es algo dejado por Dios que no podemos cambiar.
Por más que nos esforcemos, que finjamos o que luchemos contra ella no se puede alterar esta ley. La semilla que sembremos, vamos a cosechar el fruto de esa siembra, así de fácil. Es en entonces en ese sentido nuestro deber sembrar solo cosas buenas para cosechar cosas buenas, pues si sembramos cosas malas cosas malas cosechamos.
Si sembramos una semilla de maíz no cosecharemos frijol. Si sembramos manzanas no cosecharemos fresas. Si sembramos odios, pleitos, males y contiendas, no cosechamos cosas buenas. Dice un conocido refrán: “Siembra tormentas y cosecharás tempestades” que resulta más que oportuno en estos tiempos.
Igual que en la vida natural, al sembrar buena semilla en buena tierra, obtenemos buenos frutos. Si obramos para bien, a su tiempo cosecharemos para bien. Si sembramos odio, cosecharemos odio, pero si sembramos amor de Dios, amor de Dios cosecharemos.
Creo que nos es muy conveniente, hoy más que nunca, que sembremos amor, paciencia, generosidad, ayuda mutua, sonrisas, abrazos, buenas amistades, para que un día nos encontremos cosechando esos frutos que hemos sembrado.
No nos cansemos de hacer el bien, no nos cansemos de servir a Dios, no nos cansemos de hacer su voluntad perfecta, y a su tiempo cosecharemos cosas buenas.
Si tú siembras una semilla de maíz cosecharás Maíz. Si siembras trigo, cosecharás trigo. Si un hombre siembra su semilla en una mujer, concebirá un ser humano. Si un elefante siembra su semilla en su hembra, recibirá un elefante. Es decir todas las semillas producirán cosecha según su género. “Todo lo que el hombre siembra, eso mismo cosecha” (Gálatas 6:7b)
Aunque no nos demos cuenta, todos los días estamos sembrando algo, directa, o indirectamente. Debemos aprender a sembrar buena semilla con la misma alegría con la que pedimos y recibimos buena cosecha, ambas actitudes son producto de la bendición y misericordia del Señor. Creo que la ley más poderosa sobre la tierra es la de siembra y cosecha, porque de ella depende nuestro bienestar y subsistencia como seres humanos.
Participen con compromiso y fidelidad de la vida en sociedad mostrando responsabilidad hacia los demás, compartiendo las cargas y las alegrías, sembrando solo buena semilla y enfrentando los conflictos y los desafíos de la vida con espíritu de empatía y reconciliación. Azumemos con la ayuda de Dios nuestras responsabilidades como miembros de una sociedad que necesita de la participación activa y responsable de todos sus miembros. Estimado lector, crea en Dios, sea feliz en este mundo y un día vaya al cielo.