SENADOR GUSTAVO MADERO.
P R E S E N T E.
Senador, todo sea dicho sin el menor respeto, no la chifle que es cantada.
Apareció publicada semanas atrás, una nota que, por su significación —que no su relevancia—, merece que salga yo de este letargo que dura ya algunos días y que me tiene los pies dados a la trampa y con mi alma inmortal en vilo.[1]
La nota refiere, palabras más palabras menos, que usted asegura que se incumplió con el acuerdo de inclusión promovido por el CEN del PAN según el cual, respecto a la elección de la gubernatura en Chihuahua, se entregaría la capital del Estado y que, la narrativa contra Javier Corral, excluiría a quienes lo apoyaron. Lo anterior —dice la nota que dice usted—, porque “no fue el candidato de Javier Corral, sino un proyecto de sus causas como el combate a la corrupción” y que al Gobernador le ganó la narrativa en su contra, empezando por un “un machetazo” (¡Órale!) que luego no logró construir frente a los calificativos de “chafa, frívolo, que no hace nada, que no trabaja, que se la pasa jugando golf, sangrón, que no quería a Maru”, etc. La nota continúa diciendo, según su humilde opinión, que usted fue el mero, mero promotor de la inclusión en esa elección y que, sin embargo, ahora “se quedan con todo el pastel, las posiciones en una sola expresión en riesgo de perder los contrapesos” y que “eso está en riesgo en Chihuahua”.
¡Mocos!
Ignoro, Senador, si fumó usted algo previo a declarar o si, de vacaciones por el Sahara (o Dubai, uno nunca sabe) —y sin gorra con qué cubrir su cabecita calva—, un golpe de calor terminó por volverlo loco o fundirle el cerebro, pero creo que, de aquí en delante, hasta que termine de tomar sus pastillitas y se alivie, no debería usted salir a hacer declaraciones con tanto donaire si antes no va con un psiquiatra.
Mire senador, aunque le duela, no hay acuerdo del CEN que valga, porque la elección interna del mes de enero pasado se ganó limpiamente, en forma concluyente, de manera abrumadora, sin dudas sobre la Candidata que salió airosa de la dura prueba de enfrentar a un gobierno miserable (el mismo que usted cobija) que se metió con todo en la contienda interna y gracias al cual pudo usted hacer campaña pues, su mejor recurso, senador, fue afirmar, en público y en privado y ante quien quisiera oírle, que el Ministerio Público iba a hacerle la chamba que usted no pudo. No manche con sus palabras sucias una contienda interna que brilló por su transparencia y, en la cual, la militancia del PAN se impuso al Gobierno y sus trampas y a usted y a sus marrullerías (por decirlo de manera decente y no usar la palabra con “ch”).
Respecto a la inclusión, senador, mejor quedarse callado. Javier Corral —y usted como jefe de gabinete—, dejaron a decenas, a cientos, a miles de panistas excluidos del gobierno estatal. Que no le flaquee la memoria ahora que está loquito, senador, ustedes se atrincheraron en un gobierno que fue para todos, pero no para el PAN, en el cual menudearon la izquierda, las Luchas Castro, los Víctor Quintana, entre otros, y dejaron fuera a multitud de cuadros forjados en administraciones panistas municipales, estatales y federal. En contraste, le menciono solo tres casos de inclusión, de reconocimiento a la diversidad y de respeto a la pluralidad: el primer lugar de la lista de diputados plurinominales local, la diputación de la todavía presidenta del Partido y, sobre todo, el caso de la Síndica electa en Chihuahua capital; tres mujeres panistas, reconocidas militantes, con sobrada experiencia, sí, pero afines a su proyecto personal, senador, y ahí están, listas para afrontar los retos por venir al lado —eso espero y a Dios le pido—, de otra mujer que ha dado ejemplo sin igual de fortaleza, diligencia y militancia, Maru Campos.
Respecto a “entregar” la capital del Estado, ¿por qué habría de hacerse? ¿A quién tendría que entregarse? ¿A cambio de qué? ¿Se trataba de un botín acaso? No señor, como quizá no sabe, o ya no se acuerda, las elecciones internas se ganan con votos; y al igual que la evidente, dolorosa e innegable derrota que usted padeció, el Municipio de Chihuahua lo ganó Marco Bonilla a carta cabal y sin lugar a dudas. En todo caso, lo reto senador, a que me demuestre merced a un solo gesto, uno solo, que apuntale su dicho de que usted —o para el caso su expatrón—, fue el mero, mero promotor de la inclusión en esa elección (o en cualquier otra); si alguien fue vil, mezquino, sectario e intransigente en esa contienda, fueron ustedes dos.
Lo único que le agradezco de la nota, senador, es la risa. Ese asunto del “machetazo” y el reconocimiento tácito de que su exjefecito chulo es, ha sido y seguirá siendo “chafa”, “frívolo” y güevón (eso no lo dijo usted, pero fue lo que quiso decir, no se haga loco, no abuse de su condición), bien vale la lectura de lo que, de otro modo, solo sería un exabrupto indigno de un senador de la República y expresidente del Partido.
Termino, no se equivoque, senador, el riesgo de perder los contrapesos y el riesgo que corre Chihuahua no se halla en el ejercicio transparente y democrático del poder a cargo de María Eugenia; el riesgo está entre quienes, como usted, pretendan socavar y desalentar el ejercicio de gobierno que iniciará en septiembre próximo. Cuando fue su tiempo, senador, lo desperdició miserablemente entre trapicheos, subterfugios y componendas; no ensucie, pues, lo que no entiende ni mastique lo que no pueda tragar.
Cállese y vea y aprenda cómo se gobierna con dignidad, con respeto a los diferentes, con inteligencia y con buena voluntad; apoye incondicionalmente lo que deba apoyar desde su trinchera y si no tiene nada bueno que decir de sus correligionarios, mejor guarde respetuoso silencio porque, merced a su biografía lamentable, senador, usted no tiene historias benignas qué contar, argumentos qué esgrimir ni ideas qué aportar.
Como siempre, cuando y donde quiera, lo reto a debatir aunque bien sé, también y como siempre, que será inútil, la política (lo he dicho siempre), es un plato que se cocina con sesos y güevos.