Creo que una de las metas más grandes de la vida es ser feliz, aunque hay quien dice: “Quien puede ser feliz en este tiempo” Pero in duda alguna que todos, de alguna manera, nos damos a la búsqueda de la felicidad. Invertimos en ello días y noches.
Algunos piensan que serán dichosos cuando cierta cosa ocurra. Si la felicidad de alguien siempre depende de algo fuera de sí mismo, dependerá siempre de las circunstancias. ¡Y eso no es el plan de Dios! La humanidad está programada para buscar la felicidad. Siempre la estamos buscando, ya sea que lo sepamos o no. Es más, aunque no se encuentra en la carta magna de los derechos humanos, pero tenemos derecho a ser felices. Los derechos humanos son derechos inherentes a todos los seres humanos, sin distinción alguna de nacionalidad, lugar de residencia, sexo, origen nacional o étnico, color, religión, lengua, o cualquier otra condición. No se nos tiene que decir que debemos buscar la alegría y el placer. No existe una capacitación para niños sobre el tema. Simplemente queremos ser felices naturalmente, instintivamente y pre cognoscitivamente. Así que buscamos la felicidad, como siempre lo hemos hecho. Y cuando nosotros somos felices, hacemos felices a otros.
La verdad es que la felicidad y el gozo van más allá de las condiciones externas y de cosas materiales, en verdad depende de las condiciones internas de cada ser humano. La podemos definir sencillamente como bienestar, gozo, júbilo, deleite, alegría, buen ánimo, en medio de cualquier circunstancia.
Algunos estudios declaran ahora que muchas enfermedades son provocadas por emociones negativas, por falta de gozo. Tristemente, por las condiciones que nos ha tocado vivir, muchos hoy sufren de depresión, angustia, tristeza, temor y muchas cosas más, y sencillamente no son felices.
Pero El gozo que viene de Dios es bueno para la salud. Dice en Proverbios 17:22 “El corazón alegre es buena medicina, Pero el espíritu quebrantado seca los huesos”. El inventor de la felicidad es Dios, y quiere que seamos felices. Dios no nos quiere temblorosos en una esquina, asustadizos y llenos de temores, ese es el enemigo de tu alma quien te quiere así.
Él mismo, Dios, es alegre, y quiere más que nada hacer que aquellos que persiguen la felicidad mundana sean verdadera y profundamente alegres no con el gozo temporal o genérico de las cosas, sino con el gozo que viene de Él.
La manera de ser felices se presenta de manera simple en las escrituras: la obediencia a Dios es placer. La fe en Cristo es alegría. El salmista dice a Dios con evidente placer: “Me has dado a conocer la senda de la vida; me llenarás de alegría en tu presencia, y de dicha eterna a tu derecha.” (Salmo 16:11) ¿Se da cuenta? Dice “me llenarás de alegría en tu presencia” Es decir, “Tu presencia en mí es el motivo de mi alegría” Aquí aprendemos que Dios es el autor de la felicidad. La felicidad tiene sus orígenes en Dios. Es diseñada y planeada en el cielo para manifestarla en la tierra a los hijos de Dios. Dios es infinitamente feliz él mismo, y Él comparte esa felicidad con sus hijos. Esta forma de vida nos permite disfrutar del mundo tal como es. Reconocemos que Dios ha creado el mundo para su gloria y nuestra felicidad. En conocer a Dios personalmente, su amor y su bondad, encontramos una manera acertada y saludablemente de ser felices.
Termino la reflexión de hoy dejando este versículo en su corazón: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: Regocijaos” 1Tesalonicenses 5:16
Estimado lector, sea feliz en este mundo y un día vaya al cielo