Todas las cosas comienzan con un pensamiento. Un libro comienza escribiéndose con un pensamiento. Una canción comienza con un pensamiento. Una pintura comienza con un pensamiento. Una construcción comienza con pensamiento. Una acción, buena o mala, comienza con un pensamiento.
Cundo el pecado entró al mundo comenzó con un pensamiento. Cuando la serpiente platica con Eva a cerca del fruto prohibido, le dice “…el día que comas de ese fruto, serán abiertos sus ojos y serán como Dios, sabrán del bien y del mal” Con ese pensamiento, Eva vio que en realidad el fruto prohibido era bueno para comer, agradable a los ojos y codiciable para alcanzar sabiduría. Entonces come del fruto y le da a su marido. En ese momento cayeron en pecado y fueron echados fuera del huerto del Edén.
Del mismo modo que fue en nuestros pensamientos donde comenzamos a apartamos de Dios, así también es en la esfera de los pensamientos donde tiene lugar el primer paso hacia la renovación de la vida.
Los pensamientos son el lugar en que podemos comenzar a cambiar y donde hemos de hacerlo. Es allí donde la luz de Dios comienza a alumbramos por medio de la palabra de Cristo, y es también allí donde el Espíritu de Dios comienza a dirigir nuestra voluntad hacia un creciente número de pensamientos que pueden constituir la base para que escojamos reestructurar nuestra vida en relación con Dios y su camino.