Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y una vez vuelto, confirma a tus hermanos.
Él le dijo: Señor, dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte.
Y él le dijo: Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes que tú niegues tres veces que me conoces.
La valentía no se declara, se demuestra. La lealtad debe ser manifiesta en la vida y no sólo en las palabras. Generalmente la valentía y la presunción no conviven.
El Maestro empezaba a sentir la cercanía de la hora de su angustia por el tormento y la cruz que le esperaban. Con el alma quiere prevenir a sus discípulos íntimos y prepararlos para la crisis que les vendría en el momento de prueba. El Pastor sería herido y las ovejas se dispersarían. Debían tener fe y superar el período desalentador que se avecinaba. Incluso llegarían a escandalizarse de él ante las amenazas de los judíos y las autoridades religiosas. La presión los haría negar al Señor.
La crisis sería todavía mayor en Simón Pedro, uno de los del círculo íntimo de Cristo. A Cefas lo prestó el Señor para una zarandeada fuerte, de parte del mismísimo Satanás. La estrategia diabólica produciría tal efecto, que el apóstol sufriría una sacudida hasta los cimientos de su fe.
Pero no soportó Pedro la declaración de Jesús. Con bravura expresa su inconformidad. No debe pensar el Maestro que en Simón hay un infiel, así que afirma que su lealtad es absoluta e inquebrantable. Tiene la disposición no sólo de ir a la cárcel, sino hasta la muerte.
A la presunción de Simón el Maestro responde que la negación de él sería la más escandalosa de todas. Tres ocasiones se sometería a prueba su lealtad, y en las tres fallaría. Y en efecto, Lucas 22:54 al 62 relata los momentos y las circunstancias en los que Pedro desconoció al Señor ante la presión de la gente, y termina con la frase: Y Pedro saliendo fuera, lloró amargamente.
Tomemos algunas lecciones de esta experiencia de Pedro.
1. Tenemos que reconocer que el Señor nos conoce mejor que nosotros mismos y recibir el consejo de su Palabra con fina atención.
• El Señor ve lo que nos es oculto a nosotros, conoce el futuro a la perfección y nos previene con su Palabra del mal que nos asecha.
• El Señor nos avisa de las pruebas por venir para que no nos tomen por sorpresa, y nos arrastren a la desesperación.
• El Señor sabe cómo vamos a reaccionar en las crisis y nos brinda la sabiduría y la fuerza de su Palabra para soportar.
2. Tenemos que aprender a aceptar nuestras debilidades cuando el Señor las exhibe, y creer que lo hace para nuestro bien.
• Cuando el Señor evidencia nuestras debilidades espera de nosotros humildad y prudencia en la forma en que respondemos.
• Cuando el Señor exhibe nuestras debilidades es para bien, porque tiene cuidado de nosotros.
• Cuando el Señor expone nuestras debilidades, también nos brinda una palabra de bendición y fortaleza.
3. Tenemos que aprender a manejar los momentos de crisis para que, aunque nos lastimen no nos destruyan.
• Duele que el Señor exhiba nuestras debilidades, pero es mejor aguantar, porque si respondemos imprudentemente, la exhibición será mayor.
• Duele que el Señor remarque nuestras debilidades, pero nos conviene soportar y esperar en su intercesión para que la fe no nos falte.
• Duele que el Señor prueba nuestras debilidades, pero podemos confiar en que después de la crisis saldremos fortalecidos para confirmar a los hermanos.
El llanto amargo de Pedro fue producto de la zarandeada de Satanás. El diablo le recordaba a cada instante que había sido un cobarde y desleal; y le remarcaba su promesa a Cristo de seguirlo hasta la muerte. Esto calaba más hondo en el corazón de Simón. Sus palabras enfáticas, su actitud valentona, su presunción en el grupo, eran imágenes que martillaban en su memoria y lo saturaban de sentimientos de culpa insoportable. Mucho más porque el Maestro había dado la vida por él.
Pero el Maestro había orado para que no se desvaneciera la fe del apóstol. Después de la resurrección, señalan los evangelios recurrentemente el trato del Señor con Pedro. Juan relata una plática privada de Jesús con Simón. En la que se confirma el amor, se reafirma la fe y se ratifica el llamado. Ahora Cefas escucha y habla prudencialmente, con temor y humildad. Aprendió la lección y la crisis ayudó para su perfección. Satanás lo zarandeó, pero no lo destruyó. El Señor con su oración puso límite al permiso del enemigo para atacar al siervo.
Que el Señor nos ayude a ser leales, valientes y humildes. De manera que soportemos las zarandeadas con honor. Y si en algún momento de prueba se exhiben nuestras debilidades, la condenación del diablo no nos destruya, convenciéndonos de que todo se acabó y no tendremos otra oportunidad de Dios. Que escuchemos la voz del Cristo viviente que menciona nuestro nombre con propósitos de bien, y viene a nuestro encuentro para confirmar el amor, reafirmar la fe y ratificar el llamado.
Por muy dura que sea la tribulación, recordemos que el Señor ha rogado por nosotros, para que no nos falte la fe.