Reflexión semanal
Muchos son los males que han golpeado a la humanidad durante toda su historia, y que han dejado tristeza y dolor detrás de ellos. Lamentablemente, muchos provocados por el mismo ser humano. Tales azotes no solo han lastimado a la humanidad, también han desbastado la vida silvestre, la vegetación, y la economía.
Muchos de ellos han destruido millones de personas. La epidemia de la influenza española en 1918 acabó con 100 millones de personas en el mundo. La primera guerra mundial entre 1914 – 1918 terminó con entre 10 y 60 millones de personas entre civiles y militares. La segunda guerra mundial entre 1939 – 1945 unos dice que murieron entre 50 – 60 millones de personas. Los más pesimistas dice que 100 millones, y los más conservadores dicen que entre 40 – 45 millones. Como sea, fue un terrible azote que dejó muerte y desolación a su paso. La peste negra que emergió en Asia en 1334 a 1451 mató a una de cada tres personas. Con la llegada de los españoles al nuevo mundo en el siglo XVI, llegó la viruela que se convirtió en una epidemia mortal. La más reciente, el famoso coronavirus terminó con la vida de millones de personas, y lamentablemente sigue cobrando víctimas. Seguramente podemos enumerar muchísimos azotes más. Pero lo que sí es seguro es que cada azote ha reclamado sus víctimas contándose por millones en el mundo entero.
En la biblia, en el relato de génesis, encontramos el diluvio, un azote enviado por Dios debido a la maldad del ser humano que terminó con toda clase de vida sobre la tierra. Las diez plagas de éxodo en Egipto fueron un azote para la nación entera a causa de la dureza del corazón de faraón.
En la antigüedad la ley decía que cuarenta azotes era el máximo castigo que podía recibir un condenado cuando era encontrado culpable de un delito (Deuteronomio 25:1-3) El azote era un látigo con tres puntas, unas de acero y otras de hueso que cortaban la piel literalmente en tiras. Pablo recibió cinco veces 39 azotes (2 Cor. 11:24) Jesús recibió una sola vez 39 azotes. Nos preguntamos ¿Porque Pablo recibió 5 veces 39 azotes y Jesús solo una vez? Pablo fue castigado, según los judíos, por incitar al pueblo a dejar la ley judía y unirse a la gracia de Jesús. Los 39 azotes en Jesús tienen un significado profético. Isaías 53 dice que Cristo llevó nuestras enfermedades, todas, no solo una cuantas. Los 39 azotes representan las 39 patologías de donde se dice que se derivan todas las enfermedades. Jesús pagó en cada azote por cada una de ellas. Jesús le dijo a la mujer que había padecido por 12 años de flujo de sangre y que ella pensaba dentro de sí misma que si tan solo tocaba el borde de su manto sería sana, “Queda sana de tu azote” (Marcos 5:34)
Dios le había dicho a su pueblo que cuando entraran a la tierra prometida que no hicieran alianza con los pueblos de esas tierras y que debería de echarlos fuera de la tierra y derribar los altares de sus dioses. No lo hicieron así, desobedecieron a Dios, ellos se convirtieron en un azote para Israel (Jueces 2:1-3)
Hoy por hoy, muchos son los males que azotan a la humanidad: Pobreza, hambre, miseria, maldad, injusticia, violencia, guerras, contaminación etc. entre muchos más, todos provocados por el ser humano a causa mínimo de tres cosas: Desobediencia a la palabra de Dios, la maldad, y la dureza de su corazón para con Su Creador. Cosas que han terminado con más personas que cualquier peste o guerra que han azotado la tierra.
Desde muchos años, en las pre y en las campañas de candidatos y partidos, hemos escuchado discursos con la promesa de terminar con dichos males, pero la verdad es que los males se mantienen y aumentan. Tal parece que sus recursos, buenas intenciones y promesas no han sido suficientes para poner fin a dichos azotes.
Cuando el diluvio Dios encontró a un hombre, Noé, dispuesto a escucharlo y a obedecerle para salvar a un pequeño remanente con que la tierra sería repoblada. Cuando las diez plagas de Egipto Dios se valió de un solo hombre dispuesto a obedecerle, Moisés, para poner fin a las mismas y dar libertad de la esclavitud a su pueblo Israel. En la mujer que había sufrido por doce años del azote de flujo de sangre, Jesús vio la fe de ella para librarla del azote.
Los azotes que hoy laceran el mundo, creo yo, que además de programas y recursos, se requiere de hombres y mujeres políticos o no, hombres y mujeres comunes que estén dispuestos a volver a Dios de todo corazón y obedecerle. Hombre y mujeres honestos, pero sobre todo hombres y mujeres de fe en el Único, Verdadero y Eterno Dios, que confíen que Él tiene los recursos y maneras de poner fin a las plagas y azotes de nuestros tiempos. Que Dios encuentre en cada uno de nosotros esos hombres y mujeres que el mundo necesita.
Estimado lector, crea en Dios, sea feliz en este mundo y un día vaya al cielo.