“No”, le dije a mis alumnos. Al principio me resistí; luego recapacité.
Aunque estoy en desacuerdo con las manifestaciones violentas, de cualquier tipo, para reivindicar derechos, también de cualquier tipo, es claro que México se halla en una coyuntura. En un tema tan álgido, tan de fondo, tan trascendente para la vida pública como es el de los feminicidios, no hay manera de que la principal autoridad del país actúe con evasivas e incluso incurra en contradicciones flagrantes.
Esa postura tibia merece una respuesta social contundente.
Me explico: aunque la esposa del Presidente de la República, Beatriz Gutiérrez, en un principio festivamente había impulsado la idea de un “Día sin Mujeres”, redepente dijo que dice: “mi mamá que siempre no”, que nanay, que nones, que no,1 politizando un asunto que no debe ser politizado y poniendo por encima de los intereses de millones de mujeres a lo largo y ancho del territorio de la República los de su viejo.
Pero ahí no para la cosa, aunque el Cabeza de Guata habla de libertades, aconsejó este pasado viernes a las agrupaciones feministas vigilar que “los conservadores” no se apropien de las manifestaciones recientes: “Que se manifiesten las mujeres, tienen todo su derecho y son libres de hacerlo. Nuestro Gobierno garantiza el derecho a disentir y a manifestación. Nada más que mucho ojo, porque ahora los conservadores se volvieron feministas”.2
Lo que es peor, días antes, el Cabeza de Pañal usado, por un lado, manifestó su molestia porque se pretendía darle prioridad al tema de los feminicidios por sobre la rifa del avión presidencial que, como todos sabemos: ni es rifa ni el premio será el famoso avión;3 y por el otro, cuestionado sobre los casos de feminicidios y la necesidad de crear una Fiscalía Especializada para atenderlos, el Cotonete Parado —el omnipotente que con la mano en la cintura canceló un aeropuerto, cesó a un Ministro de la Corte, va a construir un tren en la Península de Yucatán y a edificar una refinería en su natal Tabasco (¡ajúa!)— aclaró que no le correspondía a él el asunto.4 En el colmo del absurdo y del despropósito, el asesinato de una niñita, para el que no había palabras, se volvió un asunto de política económica “neoliberal”.5
En resumen, frente a un asunto que merece toda la atención del gobierno y una respuesta terminante: sin titubeos, sin distractores, sin aspavientos, sólo la acción directa, un “no” rotundo que cale, que cimbre, que conmueva, que se oiga bien fuerte, que despierte las consciencias y le ponga un alto a este flagelo de la violencia en contra de las mujeres, la respuesta institucional es desmañada, pálida y más política que pragmática, acusando a los organizadores del evento de “golpistas”.6
Pero no, ¡qué va!, con un Plan de Desarrollo inspirado en uno de 1911, mientras extorsiona empresarios, el Presidente siente que gracias a él, en él y por él, el pueblo gobierna por primera vez.7 ¡Mocos!
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Luis Villegas Montes.