¿Cómo se desciende a un gobierno autoritario? ¿Qué piezas se mueven para que la sociedad lo acepte?
Mario Abner Colina/ Reformamiércoles, 21 octubre 2020 | 08:29
Ciudad de México.- ¿Cómo se desciende a un gobierno autoritario? ¿Qué piezas se mueven para que la sociedad lo acepte?
Desigualdad, hartazgo y urgencia porque las estructuras cambien de arriba abajo.
Los violines de Dmitri Shostakóvich, uno de los compositores más críticos con el régimen soviético, esa falsa utopía que prometía acabar con la desigualdad, suenan al inicio de Nuevo Orden (que llega este jueves en más de 2 mil salas del País) como un aviso.
La película de Michel Franco, que se hizo con el León de Plata en Venecia, imagina a México puesto de cabeza tras un alzamiento de desposeídos… con la bendición del Ejército.
Se trata, dicen los involucrados, no de un postulado político sobre la polarización, sino de una advertencia.
“Va a tocar una herida abierta, no sólo en México, sino más allá. Nos va a obligar a ver un lado de la sociedad que es feo: la desigualdad, la injusticia, la impunidad, la corrupción, la violencia como consecuencia de décadas de opresión sobre los menos afortunados.
“Va a remover las aguas y sacar el descontento a la luz. A mí me aterró cuando la vi. Espero que nunca lleguemos a eso. La película es una advertencia para que cambiemos el curso de la historia”, subraya Naian González Norvind.
La actriz es el eje en este descenso a los infiernos, sin catarsis posible: encarna a Marian, hija de una familia opulenta, en cuyo día de boda, donde el lujo se desborda, se sucede la revolución.
De pronto, personas trepan los muros y los empleados de la familia se rebelan contra sus patrones.
México lleva días en llamas y los ricos parecían ignorarlo, pero su burbuja se pinchó: ha llegado la hora de cambiar las cosas.
Conocido por sus dramas íntimos (Después de Lucía, Chronic), Franco aquí se desencorseta.
Apuesta, por ejemplo, por frenéticos planos secuencia, miles de extras, efectos especiales y la deconstrucción de símbolos de la Ciudad de México.
Uno de los fotogramas más impactantes muestra a Masaryk, emblema del lujo, en llamas y con colgados tras el golpe de Estado.
Otro, en una suerte de retablo siniestro, el Ángel de la Independencia lleno de destrozos y sangre. Ahí, un Secretario de la Defensa (interpretado por Gustavo Sánchez Parra) mueve los hilos del mal.
El rodaje de las escenas, no exento de complicaciones, se realizó en Semana Santa, dando como resultado un artefacto fílmico tan convincente como provocador, considera la actriz Mónica del Carmen.
“El público va a poderse deleitar con estos espacios intervenidos. Pareciera que es hablar de la crueldad como deleite, pero es importante pensar la película como una ficción, como un mundo que crea este director a nivel cinematográfico.
“Funciona en todos los aspectos, para que al público le provoquen sensaciones reales y así la empatía sea directa”, considera la actriz.
La lujosa boda de Marian, con la que arranca el filme, fue uno de los mayores retos, tanto para los actores como para la producción, admite Diego Boneta, quien encarna al hermano de Marian.
“Tuvimos que ensayar semanas para calcular exactamente quién pasaba y dónde. Era como hacer un teatro en cámara”, recuerda la estrella, quien con este proyecto debutó en el cine nacional.
La pertinencia del filme con los tiempos que corren hacen que sea vista como una carta fuerte de México hacia una nominación al Óscar a Mejor Película en Habla No Inglesa.
No por nada, esta frenética narración, de apenas una hora y media de duración, será distribuida en EU por Neon, la firma que empujó a hacer historia a la sudcoreana Parásitos.