Tras la muerte de su padre, Valentín lo tenía claro: trataría de extender sus alas para llegar incluso más lejos que Lalo “El Gallo Grande”
Reforma
Guadalajara.- Noviembre es el mes más cruel.
Si no lo crees, bastaría con preguntarle a algún integrante de la familia Elizalde. Ellos sabrán convencerte.
Aquella llamada telefónica pudo haber sido en abril, junio o hasta en diciembre, pero el hado que ensombrece a la dinastía quiso que fuera un 24 de noviembre de 1992.
A las 8 de la mañana sonó el teléfono en casa de los Elizalde y Camila fue quien levantó el auricular, pues estaba esperando noticias de su esposo Everardo “El Gallo Grande”.
–¿Bueno?, cuestionó. Sin embargo, pasaron unos instantes y nadie le respondió.
Ella sabía que a Everardo le gustaba jugarle bromas de vez en cuando al estar de gira, así que no le dio mayor importancia al silencio en el teléfono.
–Viejo, ¿eres tú?, preguntó.
Nada. Ni un sonido salía del otro extremo de la línea. Un fantasma de voz.
Camila estaba convencida de que era una broma de Everardo, así que en vez de seguirle el juego quiso darle un gusto en compañía de sus hijos.
“Ándenle, cántenle ‘Las Mañanitas’ a su papá”, les pidió y los acercó al auricular.