Bajo las circunstancias de la vida actual que nos ha tocado vivir a toda la humanidad, surgen varias preguntas. ¿Qué necesitamos, además de seguir y cumplir las recomendaciones emitidas por las autoridades? Sin duda, que todas nuestras necesidades sean cubiertas. ¿Será suficiente cumplir con las recomendaciones y que nuestras necesidades sean cubiertas? ¿Qué más necesitamos? Necesitamos tener FE, fe en Dios. Creer que Dios sigue teniendo el control y que solamente Él puede poner punto final a la plaga llamad “pandemia” Creer que por la gracia de Dios vamos salir de está, y muchas más, y vamos a seguir adelante con una vida renovada. Tener fe Dios es no perder la esperanza de que pronto la tormenta pasará y que vendrán días de bonanza.
En cierta ocasión le dijeron los discípulos a Jesús “Señor, auméntanos la fe” (Lc. 17:5) No que no tuvieran fe. Ellos sabían muy dentro de sí mismos que muy pronto enfrentarían tormentas y que solamente la fe en Dios les ayudaría a salir de la tormenta.
La fe es un don de Dios (Efe. 2:8) que debe crecer bajo cualquier circunstancia de la vida. Que aunque sea tan pequeña como el grano de mostaza, debe crecer hasta convertirse en un gran árbol que pueda llagar a cubrir con su sombra y a albergar las aves del cielo.
Es de notar que quienes estaban pidiendo a Jesús que les aumentara la fe, no era un grupo de incrédulos, eran los mismos discípulos de Jesús. Y no es que nosotros n tengamos fe en Dios, pero en las tormentas de la vida necesitamos decir a Jesús “auméntanos la fe” para seguir creyendo que Dios sigue teniendo el control de la tormenta y que la misma pronto pasará.
Los “héroes de la fe” que nos habla la palabra de Dios pudieron apagar fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros. Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles (Heb. 11:34 y 36) todo por medio de la fe.
La fe crece cuando permanecemos firmes en Cristo bajo cualquier situación en la vida. Cuando no somos movidos de nuestra confianza en Dios, por muy fuertes que sean los vientos, y aunque la tormenta brame a nuestro rededor, permanecemos firmes con la mirada puesta en Dios.
La fe crece cuando nuestro conocimiento de la palabra de Dios, sus ordenanzas y sus promesas, crece, las creemos y las practicamos. Dice la palabra de Dios “…por cuanto vuestra fe va creciendo…” (2 Tes. 1:3)
Estimado lector, creo que cada día debemos de aspirar a una fe más profunda y más fuerte. Cuando la fe crece, la duda, los temores y los miedos no tienen parte en la vida. Si la fe no crece, no se puede salir airoso de la tormenta, ni tampoco podemos apropiarnos de las promesas de Dios ni ver su cumplimiento. Si descuidamos la fe, no podemos avanzar en la gracia y en el amor de Dios.
Si tenemos anhelamos cada día una fe robusta, no necesitaremos pedir otra cosa, pues la fe vigorosa convertirá la pobreza en prosperidad, la debilidad en fuerza, las aflicciones en gozo, las dificultades en triunfos. Habrá mayor consuelo, mejor consolación, las noches se convertirán en días, y los días en fiesta.
Deseo terminar la reflexión de hoy dejando este versículo en su corazón: “Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible.
Estimado lector, crea en Dios, sea feliz en este mundo y un día vaya al cielo