Parece título de película perteneciente a la época del Cine de Hojalata mexicano —o séase los setentas y ochentas—, pero no, es la horrible verdad ocurrida el pasado 27 de marzo.
La tragedia, un incendio en un centro a cargo del Instituto Nacional de Migración, cobró la vida de al menos 39 migrantes. En total, 68 personas, provenientes de diferentes países, al menos de seis nacionalidades distintas, estaban ingresadas en el centro de detención que, sin ser una “cárcel” (propiamente dicho), se parece mucho a una, puesto que tiene rejas, accesos clausurados con cerrojos y sirve para mantener retenidos, sin su consentimiento, a un grupo de individuos.
La cosa es simple, de Acteal a Ayotzinapa, pasando por la guardería ABC, la voz del eterno candidato a la Presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador, se dejó oír fuerte y clara: en todos los casos, ciega, inexorable, implacable e inmisericorde, la justicia debía prosperar para lograr que la responsabilidad alcanzara a las más altas magistraturas del país, fuera quien fuera; con voz tonante, a los cuatro vientos, con dedo flamígero, certero, contundente, el entonces abanderado de las causas difíciles y presidente de MORENA, en relación con el caso Ayotzinapa, señaló: “Peña debe renunciar antes del primero de diciembre”.[1]
En el asunto que nos ocupa, la muerte de docenas de inmigrantes como consecuencia de la crueldad, incompetencia e irresponsabilidad de un montón de funcionarios federales, involucra por lo menos a dos personajes de talla nacional y, casualmente, aspirantes a suceder al Presidente; ellos son el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, y el de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard. Ninguno de los dos, hasta la fecha, ha sido señalado como autor, responsable o por lo menos corresponsable del siniestro, por ningún orden de autoridad.
Si acaso, lo más destacable en este sentido, es la repartición de culpas entre ellos: “Al tiempo que la indignación y la vergüenza recorren el país, todas las dudas convergen en una pregunta: ¿Quién asume la responsabilidad tras lo sucedido en Ciudad Juárez? ¿Quién responde por el hacinamiento, las malas condiciones de estos espacios, la inacción de las autoridades inmediatas, las violaciones a los derechos humanos, la política para contener el éxodo desde Centroamérica? El incendio ha revelado las fisuras del sistema migratorio mexicano y ha provocado una fractura entre la Secretaría de Gobernación de Adán Augusto López y la cartera de Relaciones Exteriores (SRE), a cargo de Marcelo Ebrard […] A unas horas de la tragedia, López se deslindó y dijo que no tenía nada que responder sobre el tema. El secretario declaró que, aunque el INM depende de Gobernación, él no es el encargado del sistema migratorio y señaló a Ebrard como el máximo responsable de rendir cuentas sobre lo sucedido”; por su parte, Ebrard señaló que dejaba “cualquier consideración de índole política para otros momentos”.[2]
Si se necesitaban pruebas de la mendacidad de AMLO, de la incoherencia de su discurso y de su desmemoria, este es un buen ejemplo para sacar a colación la proclividad del primer mandatario a tergiversar los hechos cuando estos se empeñan en contradecir sus dichos, creencias o mitos, que alimentan su discurso cotidiano. Si fuera un mínimo congruente, sin él habitara un tantito de decencia, pediría la renuncia inmediata de estos dos majaderos, sí, de ambos, porque fue su ineptitud la que derivó en estos hechos de muerte y desolación.
Por otro lado, no pueden concluir estas líneas sin destacar la infame presencia de otro mentecato, me refiero a Javier Corral. Este tarado, con ese espíritu carroñero que lo caracteriza en los últimos tiempos, en sus cuentas de Facebook y de Twitter, alude a los gobiernos locales (estatal y municipal), como responsables de la tragedia, sirviéndose para ello de información tendenciosa o, por decir lo menos, equívoca.
Es una pena que los pantaloncitos que alguna vez hizo lucir ante los medios de comunicación, se echen ahora en falta y eluda señalar —con esa voz impostada que tan bien conocemos—, con toda claridad y firmeza, la ineludible responsabilidad del gobierno federal en estos hechos, particularmente de las dos secretarías citadas y la omisión criminal del presidente de la República.
Javier, es claro, utiliza su disminuida presencia para atacar a sus adversarios, reales o imaginarios, y lamer con su silencio (ojo con la singular, pero esclarecedora, metáfora), las suelas de su amo en turno, el mismísimo Andrés Manuel. ¡Qué pena y qué desastre para Chihuahua!, porque es seguro que a Javier le queda todavía mucha cuerda y vendrá en el 24, sin duda, a jorobarnos la existencia desde la curul que en la Cámara Baja le aguarda, como premio a su complicidad encubridora y su desvergüenza o, parodiando el refrán, “¡A ese perro con ese hueso!”.
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[1] Artículo de René Alberto López titulado: “Peña debe renunciar antes del primero de diciembre”, publicado el 22 de noviembre de 2014, por el periódico La jornada.
[2] Artículo de Elías Camhaji titulado: “Marcelo Ebrard y Adán Augusto López chocan por el reparto de responsabilidades tras la tragedia de Ciudad Juárez”, publicado el 29 de marzo de 2023, por el periódico El País.