Valientes nos resultaron quienes impulsaron -y obtuvieron- que el Estado mexicano dejara de tener el papel protagónico en la conducción de la economía.
Clamaban por menos Estado y más mercado, comportándose de un modo más fundamentalista que la gran mayoría de sus adversarios ideológicos, la izquierda.
Por supuesto, no era gratuita su postura, nunca lo fue y nunca lo ha sido, exigían, en aquel pasado previo a la década de los 80 -en plena sincronía con lo que ocurría en el mundo, cuyos líderes de entonces eran, nada más y nada menos, que Ronald Reagan y Margaret Thatcher- que el Estado no interviniera en el mercado.
Se abría paso, así, una nueva etapa del capitalismo, se le denominaría neoliberalismo y presenciaríamos -sufriríamos- una nueva y quizá la más salvaje y poderosa acumulación de capital a nivel planeta.
Para llevarla al cabo era necesaria una nueva forma de globalización.
Los resultados están a la vista, un exiguo grupo de empresarios, o de consorcios financieros, dominan al planeta y dirigen la economía mundial, por sí, o a través de los gobiernos y de los organismos internacionales y, especialmente, a través de la banca (casi toda, también, internacional).
Su visión es la que comparten cientos de millones en el planeta y la sufren miles de millones de personas.
Cada país sufrió esto con sus propias particularidades.
La élite empresarial mexicana es, probablemente, única. De los 10 más ricos empresarios, ocho obtuvieron sus enormes fortunas a partir del aprovechamiento de una concesión del gobierno mexicano. Luego de obtenerla se convirtieron en enemigos jurados de la intervención del Estado mexicano en la economía, “no es su papel”, dicen en todos los tonos.
Claro, luego de obtener de aquel Estado “interventor” la concesión que les permitió catapultarse a las listas de Forbes.
Telefónicas, televisoras, cadenas radiofónicas, cementeras, mineras, empresas petroleras y gobernantes cómodos, “amigos”, que les condonaban impuestos, o creaban regulaciones fiscales a modo, son el origen de sus privilegios.
Y ahora, cuando la pandemia nos llegó, a través de los organismos empresariales y de la mayoría de sus corifeos en los medios de comunicación, aprovechando los indudables yerros del presidente López Obrador y negándole los aciertos, han lanzado una furiosa ofensiva para exigirle al Estado Mexicano asuma todos los costos, no sólo de la epidemia, sino de las desastrosas condiciones en que dejaron el país sus amigos gobernantes.
Detrás de las numerosas manifestaciones de cientos de médicos y enfermeras, sobre todo del IMSS, justificadas, por la carencia de los insumos necesarios para atender a los enfermos, se encuentran las modificaciones a las leyes del IMSS y del Issste de las décadas pasadas, que desarticularon a ambas instituciones, y las sometieron a una política de permanente disminución de recursos -y en el caso de la primera, a una salvaje sangría, merced a la precariedad de los salarios y la continua baja del empleo.
Pero también la política aplicada a Pemex y CFE le robó al país cuantiosos recursos, además de abrirle el paso a las empresas de los amigos de los gobernantes, que explotaron los recursos, no sólo del país, sino también de los contribuyentes y de los usuarios de los servicios y productos de ambas empresas.
¿Porqué miles de agroproductores se fueron a la huelga de pagos a la CFE? ¿Y los gasolinazos?
La cuenta es larga, la memoria corta.
Hoy, el organismo cúpula empresarial amenaza con ir al plebiscito para revocarle el mandato a López Obrador ¡en plena pandemia, a punto de ingresar a la fase más crítica, justamente cuando las morgues de Nueva York se atascan de muertos y México -o amplias zonas del país- pueden convertirse en otro escenario, a cual más de tétrico, semejante al de Ecuador, o al de las favelas de Río de Janeiro!
Sí, el discurso y medidas anunciadas de López Obrador adolecen de infinidades de medidas que palien el vendaval que se abatirá sobre las pequeñas y medianas empresas (Pymes) pero, sin duda, emplear millonarias cantidades enfocadas a los sectores más vulnerables es lo correcto, porque lo hace partiendo de la realidad de que más de la mitad de la planta laboral del país pertenece a la economía informal, esa que abarrota el mercado de La Viga en pleno viernes santo, en un acto más que suicida.
Desde la óptica empresarial, el gobierno de la 4T debe asumirlo todo: Emplear miles de millones de pesos en las Pymes; establecer miles de créditos blandos a las empresas mayores, posponer el pago de impuestos a esas mismas empresas (claro, también a las otras) y de las contribuciones a la seguridad social, sin condonación. Establecer con fondos públicos un programa de 100 mil millones de pesos para que la banca de desarrollo garantice créditos a través de la banca privada; apoyar a todas aquellas empresas que acepten el convenio de sostener el empleo y salarios para el 100 por ciento por 60 días.
Y en los meses de mayo y junio diferir las contribuciones a la seguridad social en 60 días, sin condonación; diferir pagos de impuestos a las empresas por 90 días sin cargo de intereses, además de la suspensión temporal de pagos provisionales de ISR, así como el de la devolución de los saldos a favor de IVA aplicable durante todo el ejercicio de 2020.
¡Ah, y como si fuera la gran contribución, el establecimiento del compromiso de empresas grandes a disminuir los tiempos de pago a proveedores Mipymes!
¡Ahora sí claman por la existencia de un Estado fuerte, robusto, que enfrente la contingencia sanitaria y que, además, los salve del desastre, pero al que pretenden se quede sin recaudación fiscal en este momento!
A cambio de tales propuestas, la mayor parte atendibles, si se aplican por segmentos de empresas, no hay compromisos tangibles por parte de los organismos empresariales; todo lo debe hacer el Estado, ése que querían adelgazado.
No hay en ellos ni el asomo de una política laboral comprometida, del aseguramiento de las plazas laborales, del establecimiento de políticas empresariales, de cada negocio, para asegurarles a sus trabajadores y proveedores los ingresos necesarios para afrontar el confinamiento y nada dicen de sus deudas fiscales.
Y como el gobierno no coincide con ellos, se desgarran las vestiduras, porque enfrente también parece prevalecer el ánimo fundamentalista.
El informe de AMLO eludió la gravedad de la situación -por lo menos en el discurso-, prefirió aprovechar la tribuna para informarnos de las actividades principales de su gobierno, y dentro de ellas, la aplicación de diversos programas dirigidos a los más pobres y la negación a que, de necesitarlo, acuda al endeudamiento.
No endeudarse no es una política “antineoliberal”, los créditos son útiles para la función que el Estado decida y depende de las características de éste si se convierten, o no, en una retranca para el crecimiento económico.
Por las medidas adoptadas por el gobierno mexicano en los últimos días deberemos prepararnos -y además lo han dicho reiteradamente- a una etapa difícil de la epidemia.
En la semana que termina, el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, anunció que empresarios chinos donaron al país 300 ventiladores; además, López Obrador anunció la compra, también a China, de 15 mil más, que se sumarían a los 5 mil existentes (en realidad, poco más de 6 mil, de acuerdo a las informaciones otorgadas semanas atrás).
Luego, en la semana, el presidente anunció que le solicitó al presidente Trump su intervención a fin de obtener otros 10 mil.
Temen lo peor.
Muy pronto nos estamos acercando a lo que hace apenas unos días parecían simples elucubraciones periodísticas: La existencia de numerosas personas con obesidad, diabetes, hipertensión y/o enfermedades cardíacas, es un enorme factor de riesgo de padecer el Covid de peor manera.
Los detalles de las personas hospitalizadas y de las fallecidas muestran, ya, la funesta coincidencia:
“En México la tasa de letalidad por Covid-19 en población mayor de 60 años es 2.7 superior a la de otros grupos de edad, alertó José Luis Alomía, director general de Epidemiología, quien destacó que el indicador es de 13.3 por cada 100 casos, frente a 4.8 de quienes tienen de 25 a 59 años”. (Nota de Laura Poly Solano, La Jornada, 11/IV/20).
Alomía afirmó que “de los 3 mil 844 casos positivos reportados ayer, 279 (7.3 por ciento) corresponde a jóvenes menores de 25 años, grupo etario que no ha tenido un solo deceso, mientras 2 mil 818 casos (73.3 por ciento) corresponden a pacientes de 25 a 59 años, que si bien es el sector poblacional con mayor número de contagios, tiene menos decesos por cada 100 contagiados”, sólo casi 5 por cada cien, en cambio, en los mayores mueren 13 de cada 100 contagiados. (Ibídem).
Por si fuera poco, a pesar de la cuasi certeza que el Covid-19 afecta también a los jóvenes de manera menos severa, no por eso podría decirse que se trata de “una gripe común”, pues en muchos casos, sin llegar a la gravedad, sí se trata de un caso más serio que las gripes padecidas.
Quedan en el tintero otros asuntos no menos serios, como los de la indudable ineficiencia en el manejo de los datos de los enfermos y fallecimientos en el estado, son de poner los pelos de punta; así como el desconocimiento de los perfiles de salud de las personas que fallecieron y, por si fuera poco, la intolerable situación existente en numerosas empresas de la industria maquiladora, las que, además, en muchos casos, desobedecieron las indicaciones de las autoridades.
Una consecuencia de esto, es lo ocurrido en una de las plantas de la empresa Lear, con, hasta la fecha, tres empleados fallecidos por contagio de Covid-19, así como de la existencia de un número semejante en condiciones de gravedad.
Sólo hasta entonces, que se hizo público, la empresa reaccionó.
Pero las denuncias de los familiares de los muertos por la epidemia no sólo implicaron a la empresa, también a los directivos del IMSS pues develaron cosas terribles de la deficiente atención a sus familiares caídos.
Sólo una de ellas.
Luego de varios días en que una persona mantuvo hospitalizado a un familiar, una tarde tuvo que preguntar por su pariente -cuando hacían el reporte de los pacientes-. No sabían de él en ese momento, una hora después le informaron que había fallecido. Eran las 4 de la tarde y su familiar había fallecido a las 5 de la mañana.
Si no pregunta, no le informan. (Nota de Hérika Martínez Prado, El Diario de Juárez, 11/IV/20).
[email protected]; Blog: luisjaviervalero.blogspot.com; Twitter: /LJValeroF