Según la información publicada por la Comisión Nacional de Seguridad, ese emblemático día fueron asesinadas al menos 11 mujeres. Ese día, quedó -una vez más- claro que, a lo largo y ancho del país, las mujeres siguen siendo violentadas y asesinadas, y sin la esperanza de que se haga justicia.
Sí. El mismo día en el que cientos nombres (de algunas de las miles) de mujeres asesinadas y desaparecidas desde 2016 quedaron escritos en la plancha del Zócalo capitalino, otra decena se sumaba a la vergonzante e inaceptable lista.
Para algunos pocos, esos otros datos del 8 marzo son –quizás- irrelevantes. Para otros muchos, son realmente alarmantes y reveladores; por ende, requieren la atención de todos los sectores y, por obvias razones, mucho más la del actual gobierno federal porque eso de minimizar o querer distraer la atención hacia otros asuntos no es lo que la sociedad (hombres y mujeres) demanda ni merece.
Es verdad que las violencias hacia las mujeres no es una problemática reciente ni originada por los gobiernos actuales (municipales, estatales y federal); es decir, se trata de un problema de antaño que no ha podido ser erradicado o combatido de manera eficaz. No obstante, también es cierto que la desestimación, las omisiones y la falta de compromiso y voluntad política del gobierno de la 4T ha contribuido al crecimiento exponencial del problema.
Finalizo en esta ocasión, parafraseando lo dicho alguna vez por la abogada y escritora estadounidense, Michelle Obama: los problemas que surgen y pasan por el escritorio del presidente son difíciles; sin embargo, aún cuando existen datos e información necesaria para encontrar y formular mejores soluciones, no ha podido hacerlo.
Aída María Holguín Baeza
[email protected]