Si bien el uso de la televisión como un medio educativo de carácter formal y oficial no es algo nuevo (ni del otro mundo), el acuerdo suscrito por la SEP y cuatro televisoras comerciales en el marco del programa de aprendizaje a distancia Aprende en Casa II, deja en evidencia dos situaciones cuestionables y preocupantes.
La primera situación que dicho acuerdo ha dejado en evidencia, es la indiscutible incapacidad del Sistema Educativo Nacional para utilizar, proporcionar e implementar eficaz, eficiente y efectivamente las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) en la educación pública; obstruyendo así, el desarrollo de las habilidades y competencias educativas del siglo XXI.
La segunda situación evidenciada con dicho acuerdo, es que la pandemia por COVID-19 no solo le vino “como anillo al dedo” al presidente López Obrador, sino también a las cuatro televisoras comerciales (Televisa, Azteca, Imagen y Multimedios) porque, gracias a la “innovadora” modalidad de educación a distancia que implementará el gobierno de la 4T, se repartirán -aproximadamente- la “módica” cantidad 450 millones de pesos por concepto de “gastos de operación y derivados” de la utilización de uno de sus canales para transmitir contenidos educativos de 16 grados escolares.
Que quede claro que la decisión de no regresar a clases de manera presencial no es el motivo de la reflexión que ahora nos ocupa (no regresar físicamente a las aulas, hasta que el semáforo esté en verde, es la mejor decisión). Lo que sí es motivo de análisis y reflexión, es la forma en la que, en pleno siglo XXI, la era de los nativos digitales y la nueva era de las TIC, la televisión sea -prácticamente- el único medio que el Estado mexicano ha sido capaz de utilizar para tratar (solo tratar) de garantizar el derecho a la educación pública.
En ese sentido, Raúl Trejo Delarbre señala acertadamente que “la decisión del gobierno federal para difundir clases por ese medio nos retrotrae a los años sesenta del siglo pasado y desaprovecha la posibilidad de articular un sistema nacional de educación a distancia apuntalado en internet”.
Por otra parte, es importante considerar que destinar tantos millones de pesos a las televisoras comerciales, en lugar de reconsiderar dar marcha atrás al reciente decreto presidencial que disminuyó los tiempos oficiales en televisión (y radio) con los que contaba el Estado (sin costo al erario), es -en definitiva- una decisión muy al estilo López Obrador. En este caso, pensada en seguir “echándose a la bolsa” a los concesionarios de televisión (y de radio) para que lo ayuden a mejorar su ya muy desgastada imagen y, así, recuperar el nivel de aceptación y aprobación que necesita en vísperas de las elecciones del 2021.
Finalizo en esta ocasión, citando lo dicho alguna vez por la actriz estadounidense, Tallulah Bankhead: La televisión podría realizar un gran servicio en la educación masiva, pero no hay indicios de que sus promotores tengan algo como eso en sus mentes.
Aída María Holguín Baeza
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Integrante de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua, A.C.