“Cree para poder entender”:
San Agustín de Hipona
No nos hemos percatado, pero existe un nuevo poder de control tan sutil y divertido que le aportamos lo que nos pide, estamos a expensas de lo solicitado, le otorgamos lo más preciado e íntimo que tenemos como nuestros hijos y familia, datos personales y luego decide por nosotros. En otras palabras, nos doblegamos ante este poder de control.
Con la pasión – ¿o locura? – de las redes sociales, la adicción a los teléfonos celulares y la dependencia total y atemporal, ese nuevo poder de control decide por nosotros. Nos dice qué consumir, comprar, pensar y hasta cómo votar. Es considerado como una de las máximas creaciones humanas para el control del comportamiento humano que ni las terribles dictaduras previas y posteriores a la Segunda Guerra Mundial lograron implementar. Se pensaba que la era de la cultura de masas basada en principios de psicología ofrecían recetas y estrategias para “masificar”, lavar el cerebro o controlar grandes movimientos desestabilizadores de sistema o gobiernos. A los nazis se les consideraba que manipulaban a los alemanes a través de la radio y el cine; los comunistas por medio de propaganda panfletaria, asambleas y movilizaciones populares; los capitalistas a través de la publicidad y consumismo. Eran ideologías controladoras y perversas, pero podíamos elegir seguirlas o rechazarlas.
Ahora, el avance y desarrollo de la tecnología digital han superado todas esas expectativas con innovaciones sofisticadas que atentan contra nuestra libertad de elección y concretamente contra nuestro libre albedrio. y lo más grave, nos controlan sin darnos cuenta. Mientras disfrutamos o dependemos de esos dispositivos electrónicos, pensando que somos muy duchos para la tecnología, en realidad, somos esclavos de ese nuevo amo.
Son elementos que por lo que han logrado podemos considerarlos manipuladores porque actúan a espaldas de los usuarios de las redes sociales. Toda la información que aportamos a las redes, desde registrarnos, dar los datos personales que nos piden y luego usarlas, es recabada, procesada y concentrada y genera un perfil que será un patrón de comportamiento, gustos, ideología y consumo nuestro para utilizarlo como producto de venta. Casi casi, nos identifican como un código de barras.
Ese nuevo poder de control en las redes sociales son los llamados algoritmos que atentan seriamente contra nuestra libertad de decisión. Deciden por nosotros, al influir en nuestras preferencias sin que nos percatemos. Con algoritmos han modificado comportamientos electorales en varios países, influido en grandes decisiones de naciones y colocado y sostenido gobiernos autoritarios. Nos sorprendemos cuando nos llegan anuncios, temas o información sobre algo que misteriosamente desconocemos el origen. O la pregunta inocente: ¿cómo sabían en lo que estaba pensando, cuando vemos ofertas de hoteles a donde planeamos ir de vacaciones?
Los algoritmos son un procedimiento mediante el cual se produce un deseado efecto con una serie de instrucciones organizadas según fórmulas matemáticas[i] o para ser más concretos: un algoritmo es un conjunto de instrucciones que determina el contenido y la secuencia de una serie de acciones determinadas capaces de transformar unos datos iniciales en un resultado buscado.
Mientras pulsamos el celular y según nosotros damos instrucciones a una aplicación, la verdad es que nos van llevando a determinado objetivo de compra, adquisición o adhesión a una idea, gobierno o candidato. Lamentablemente esta tecnología no está siendo neutra ni una mera herramienta para instrumentar acciones.
Lo alarmante es que se desconoce que esos algoritmos son robots que actúan para conducirnos, atentando contra nuestra libertad de decidir. Los millones de datos que hemos ido acumulando en las plataformas han creado lo que se llama big data, una cantidad impresionante de información que los mencionados algoritmos pueden organizar de manera aleatoria o programada para definir un perfil de nosotros, detectando nuestros gustos, tendencias e inclinaciones y en base a eso, venden esa información que obtuvieran de manera gratuita pero ya procesada.
Cuando nos conectamos a una red social ¿realmente nosotros la elegimos o la red social nos eligió? Creemos que el menú lo elaboramos, pero somos parte del menú que nos ofrecen a las grandes compañías para comprar sus productos a través de aplicaciones de mensajerías a domicilio.
Entonces ¿quién elige por nosotros? ¿Y nuestro libre albedrío para discernir con la razón y la conciencia dónde quedan? Nos hacen sentir que gozamos de libertad como nunca para decir o elegir lo que deseamos, pero en realidad es una decisión inducida, manipulada, engañosa y perversa.
La estructura humana de decisiones se basa en el saber, querer y actuar. Tenemos razón, libre albedrio y voluntad que ahora peligran por lo aparatoso y abusivo que resulta la alta tecnología que como la Inteligencia Artificial pretende tomar decisiones en lugar del ser humano.
Y el ambiente es desalentador en una era donde la fe está dormida, la razón inactiva y las emociones desatadas.
La fe descansa profundamente, duerme plácidamente. Es más, ronca aparatosamente y en ocasiones ronronea rítmicamente como gato, pero al final de cuentas, dormida.
Tenemos miedo o vergüenza de aceptar que creemos en un Ser Superior, y que la fe ha pasado de moda o que decirse cristiano es incorrectamente político; la razón cada vez se usa menos porque estamos celebrando con bombo y platillo que ya tenemos inteligencia artificial, no como una herramienta más de apoyo, sino como la suplantación de la inteligencia humana y nuestras reacciones están sometidas a las emociones únicamente.
Las decisiones las hemos dejado a los algoritmos que van creando perfiles nuestros en base a lo que consultamos, páginas que abrimos y datos personales. Los algoritmos son robots que proponen nuestros consumos y gustos por lo tanto la tecnología e inteligencia artificial debe ser observada con cuidado porque puede rebasar la voluntad, la fe y la razón.
Justo, esos algoritmos, son la clave de varias plataformas que lejos de pensar que decidimos su uso, sucede lo contrario: es el fenómeno similar a los medios de comunicación convencionales que creíamos que nosotros elegíamos qué leer, ver u oír y la realidad era que esos medios nos elegían de usuarios. Con las redes sociales el fenómeno se ha radicalizado porque han desarrollado un adicción obsesiva y compulsiva de estar dependiendo de artefactos.
Dentro de la filosofía cristiana, San Agustín, después de encontrar el camino extraviado de una vida desordenada y de excesos, creyó para entender que podemos conocer las cosas materiales e inmateriales a través de la fe y la razón. Pero también desarrolló, entre otras ideas, la fuerza de voluntad para tomar decisiones buenas o malas. Somos buenos o malos porque queremos ser asi. Sabemos lo que es correcto o incorrecto, porque la razón y la conciencia nos lo permite saber y otra cosa es la decisión de hacerlo o dejar de hacerlo, que es nuestro libre albedrio que regula la voluntad.
Las dudas e interrogantes siguen ¿Qué papel juegan las redes sociales con los algoritmos? ¿Dejamos de actuar con el libre albedrio porque los algoritmos toman decisiones por nosotros? ¿Y la fe y la razón cómo intervienen en las redes sociales? La cuestión es que van cambiando conceptos y concepciones. Si ya hemos llegado a la inteligencia artificial, el paso que sigue puede ser la fe artificial. El riesgo es que si suplimos la fe y la razón por algoritmos e inteligencia artificial podemos dejar de actuar con el libre albedrío para tomar nuestras decisiones y por lo tanto olvidarnos de la conciencia
La fe la tenemos cómo un papel arrugado, arrinconada en una esquina abandonada…la tenemos en modo roncando, para estar a tono con los términos de la tecnología digital de los celulares. De modo vuelo a modo roncando.
En ocasiones sentimos un ronroneo de nuestra fe como los gatos que de manera rítmica y pausada dormitan ajenos a lo que sucede alrededor. Si bien no molestan, como los ronquidos ruidosos y profundos, pero nos desconectan de la realidad.
Es la anestesia del sueño que nos lleva a sentirnos o …..estar medio muertos.
[i] OLIER, Eduardo, Algoritmo, el poder del control social, Telos 110, Fundación Telefónica, España