*¿Se atreverá otro presidente a actuar con la insolencia de López Obrador?
*México: el miedo deberá ser derrotado por el anhelo de acudir a las urnas.
El desempeño del presidente Andrés Manuel López Obrador se ha caracterizado por las constantes transgresiones a la ley, así como por un estado permanente de confrontación del titular del Poder Ejecutivo Federal con algunos sectores de la sociedad. Estas circunstancias son absolutamente atribuibles al comportamiento irresponsable del mandatario nacional. Esta reprobable forma de gobernar es la antítesis de la conducta política que debe asumir un jefe de Estado, pero también constituye un llamado a reflexionar sobre lo que debemos exigir los mexicanos a quienes en lo sucesivo nos gobiernen.
Es un deber ético y cívico protestar enérgicamente contra comportamientos como el mostrado por Andrés Manuel López Obrador a lo largo de su ejercicio de gobierno. Toda conducta contraria al derecho y el decoro por parte de quién ostente la principal investidura pública de nuestro país debe ser inmediatamente reprobada, y también castigada, pues no solo constituye una amenaza contra la solidez institucional sino también una afrenta a la dignidad de los mexicanos. Por estas razones deben efectuarse reformas legales que permitan sancionar al titular del Poder Ejecutivo Federal por la comisión de conductas ilícitas.
López Obrador llevó a un punto extremo su autoritarismo y arbitrariedad, pues fueron notorias la soberbia e insolencia con las que se condujo frente a sus gobernados, desdeñando las frecuentes y diversas censuras que analistas, comunicadores, políticos, sociedad en general, e incluso otros órganos o poderes del Estado le formularon por su indebido proceder.
Ante dichas circunstancias, parece lógico empezar a pensar en realizar los ajustes legales necesarios para evitar que al amparo del poder presidencial continúen cometiéndose en forma impune atropellos contra la Constitución y las leyes secundarias. La falta de castigo a los abusos de autoridad es el mejor incentivo para el florecimiento de una dictadura, sin embargo, el pésimo ejemplo dejado por el capricho, la desobediencia y la perversidad de López Obrador hace improbable suponer que quienes con posterioridad lo sucedan en el cargo sean proclives a la adopción de una conducta semejante.
Nuestro país vive una inédita elección en la que la violencia derivada de la permisividad del Gobierno Federal, y el anhelo de un cambio político que restituya a los mexicanos la gobernanza y el respeto a la institucionalidad, han crecido de manera paralela. Por ello, este domingo 2 de junio, al efectuarse la más grande jornada electoral de nuestra historia nacional, el miedo deberá ser derrotado por el deseo de acudir a las urnas para lograr un cambio democrático que vuelva a colocar a México en el camino del orden, la legalidad, el respeto y la tranquilidad.