En su editorial dominical de Reforma, el historiador Enrique Krauze dice que México no había sufrido un ataque, dichos y hechos, como el de Donald Trump, desde hace 179 años, cuando Polk ordenó la invasión de nuestro país cobijado en la doctrina del Destino Manifiesto. Tiene razón, la ferocidad con que Trump se refiere a nuestro país es la de un vulgar pendenciero sometiendo a su vecino más débil y de los dichos pasó a los hechos.
Su infame narrativa parte de una verdad incómoda a la sociedad nortemaricana, especialmente a su clientela electoral; en el peor de los casos los migrantes ilegales son un mal necesario para su país, hacen el trabajo que ni los negros quieren hacer, como dijo Fox hace años. La epidemia del fentanilo, su terror, la detonaron médicos y laboratorios corruptos que, conociendo el enorme potencial adictivo, lo prescribieron legalmente durante años, mientras su gobierno cerraba los ojos a la nueva epidemia. El vicio de millones lo iniciaron ellos, no los carteles mexicanos, sin embargo quieren limpiarse con nosotros, ahora también con Canadá, su grotesco rostro de sociedad viciosa.
De prosperar como ahora sabemos que puede suceder, la crisis de los aranceles tendrá consecuencias potencialmente catastroficas para las dos economías, recargándose mayormente en nuestro país. Pongamos que Trump mantiene su demencia en sostener el “castigo” de los aranceles, en ese caso la relación económica entre ambos países, una de las más dinámicas del mundo, caería a niveles previos al TLC.
Comercialmente es el mayor de los despropósitos, sería como tratar de remediar un mal administrando una segunda carga viral más mortal que la padecida por el enfermo. En el peor de los casos estamos frente a un escenario donde millones de mexicanos perderían el empleo, la economía nacional decrecería hasta en un dos por ciento, según especialistas, generando una explosión ciudadana de hambre que buscaría cualquier alternativa para sobrevivir que sólo encontrarían en la delincuencia, más fentanilo, o buscando el sueño americano, más migración ilegal. Nada lo justifica racionalmente, es el juego donde todos pierden. Pero hacia allá nos llevan.
En lo que sí tiene razón el soberbio y demagogo presidente norteamericano, es en la complicidad del gobierno mexicano con las principales mafias del crimen organizado del país. El expresidente anterior, cuyo nombre me resisto a mencionar por el enorme daño que causó al país, usó a los carteles de la droga como sus financieros y operadores electorales, apoyado en la demencial falacia de «combatimos las causas», mientras les entregaba enormes concesiones en sus actividades delictivas.
De esa complicidad obvia se cuelga Trump y lo hizo saber en la justificación de los aranceles: «los carteles mexicanos tienen una alianza intolerable con el gobierno de México. Esta alianza pone en peligro la seguridad nacional de EU y debemos erradicar la influencia de esos peligrosos carteles del entorno bilateral. El gobierno de México ha proporcionado refugio seguro a los carteles para fabricar y transportar drogas ilícitas». El ex de Macuspana los acogió, los abrazó, los trató como aliados, les permitió cogobernar en grandes franjas del territorio nacional. Hoy vemos las consecuencias de su complicidad.
La primer reacción de Claudia Sheinbaum fue negarlo en tono de ofendida. Obviamente, ni modo de reconocerlo: «Rechazamos abiertamente la calumnia que hace la Casa Blanca al gobierno de México, de tener alianza con organizaciones criminales, así como cualquier intención injerensista en nuestro territorio». Imposible reconocer esa verdad que los espanta, pero no hay forma de negarla, solapada por el gobierno anterior la criminalidad creció como nunca en la historia del país y ella hizo suya la herencia infame. El caso del gobernador Rocha Moya puede ser su Ayotzinapa y sigue protegiéndolo, ¿de qué tamaño será la complicidad?.
Refiriéndose a la declaraciones de Sheinbaum, en el marco del acoso feroz del Imperio encarnado en un orate, me escribió en estilo telegráfico un exgobernador bien informado en asuntos de la relación bilateral: «sepultaron en semanas el Telecam que costó años instrumentar. Ignorancia mayúscula de lo elemental en macroeconómía. Son abarroteros de barriada». Comparto su opinión, si la crisis se mantiene retrocederemos a las fechas previas del TLC, como dije antes, es decir la época de la fayuca, el contrabando y la economía informal que caracterizaron a la economía mexicana previa al histórico Tratado.
Ya no sabe uno que pensar, todo puede suceder, al lado norte de la frontera está un presidente con ínfulas de «lo puedo todo», creyéndose la rencarnación de Julio Cesar; acá tenemos una presidenta asustada (¿han visto su rostro en los últimos días, está como entre zombi y perdida entre lobos?) dispuesta a llegar hasta la ignominia en su lealtad con quien nos llevó a esta situación extrema, el expresidente del pasado más reciente.
Estamos jodidos, ustedes y yo también. De hecho está jodido todo el país; el Imperio empezó con las deportaciones, lo que no significó gran cosas (hasta hoy), el sábado hizo efectiva la amenaza de los aranceles que nuestro gobierno juzgó improbable, y de pasada la dolorosa verdad en el rostro, el mexicano es un narcogobierno. ¿Qué sigue? Ya lo insinuó Pete Hegseth, secretario de la Defensa de los Estados Unidos, «los ataques militares contra carteles mexicanos están sobre la mesa».
Híjole, vayamos creyéndoles, están cumpliendo cada una de sus amenazas. ¿y el tlatoani que empinó al país?, feliz, mandando oculto desde alguna oficina adjunta a la presidencia, dijo Zedillo. De lo malo algo bueno, esplendida oportunidad para que Sheinbaum se destete, aunque dudo que lo haga. Está muy atada o es feliz defendiendo su derecho a ser Juanita.