El 25 de julio del 2024 emboscaron a Ismael Zambada, el Mayo, entregándolo ilegalmente al gobierno de los Estados Unidos. En el episodio murió Melesio Cuén, expresidente municipal de Culiacán y adversario político del gobernador Rubén Rocha Moya, a quien le atribuyen participación activa en la emboscada. Semanas después Culiacán y otras regiones de Sinaloa quedaron bajo ataque de los grupos criminales, la facción de los “chapitos” contra los “mayos”. En una oleada tras otra de muerte y terror, la violencia paralizó el comercio en la entidad, suspendió clases (hasta la fecha no se han regularizado) se apoderó de ciudades completas, dejando hasta hoy más de 800 muertos y más de mil desaparecidos.
Apurado en restar importancia al infierno que padece la población, el 17 de enero el gobernador Rubén Rocha hizo una declaración de absoluto cinismo y máxima irresponsabilidad: “Estamos haciendo todas nuestras actividades. Los estadios llenos, las escuelas llenas. Estamos trabajando perfectamente. Es un estigma que nos acreditan, lamentablemente”. Su mal karma lo traicionó, todavía se comentaba en medios la insensatez del mandatario tratando de tapar el sol con un dedo, cuando asesinaron a dos hermanos de nueve y doce años, a su padre de 41 y a su primo de 17 años. La muerte de los dos niños enardeció a la comunidad que, dominando el temor, salió a las calles para manifestarse, llegando hasta Palacio de gobierno donde hicieron destrozos.
Por un tercio de lo que sucede en Sinaloa ya hubiese caído cualquier otro gobernador, con mayor razón existiendo fundadas sospechas de su participación en el secuestro del Mayo y asesinato de Cuén, detonante de la violencia extrema. En el caso de Rocha Moya no, todo lo contrario, el régimen lo ha protegido cerrando los ojos a la tragedia de Sinaloa, fingen como si todo estuviese en orden, sabiendo que Rocha es parte preponderante del problema, ¿porqué?. Sólo hay dos razones: la primera porque a los suyos les perdona todo, caso similar el de Evelyn Salgado en Guerrero; la segunda comprueba lo que siempre se dijo, que Rocha Moya es (o era) enlace del tlatoani con los grupos criminales de Sinaloa, para efectos de recaudación económica y manejo electoral. El hombre sabe demasiado.
Sabrá dónde nació la historia de amor entre el innombrable radicado en Palenque, pero se hizo pública apenas al año de su gobierno. El 17 de octubre del 2019 sucedió lo que se conocería como el “culiacanazo”, la detención de Ovidio Guzmán a cargo del Ejército Mexicano y la inmediata liberación ordenada por el mismo presidente, confesado por él en una mañanera, bajo la justificación de que no quiso derramar más sangre. Meses después, marzo del 2020, se trasladó a Badiraguato donde saludó a la señora Consuelo Loera, mamá del Chapo y abuela de Ovidio, mostrando inusual confianza: “Te saludo, no te bajes (del vehículo), ya recibí tu carta”. Durante su sexenio hizo cinco o seis giras a la región del famoso Triangulo Dorado, supervisando personalmente la carretera Badiraguato/Guadalupe y Calvo, usada históricamente para el trasiego de la droga.
La tragedia de Sinaloa es consecuencia directa de la criminal política del régimen cuatroté instaurado por el tlatoani de Tabasco. Subrayo, política criminal en tanto que permitió a los sicarios del mal actuar en la más absoluta impunidad, apoyado en el contumaz estribillo de que combatía las causas, como si combatirlas fuese incompatible con hacer uso legítimo de la fuerza para debilitar su estructura económica, capacidad de fuego, rutas de trasiego y medios de producción. Sintiéndose intocable, se atrevió a proponer que no le llamaran Chapo, sino señor Guzmán y él, campeón del insulto, sólo tuvo palabras de agradecimiento a los grupos criminales. Les brindó trato de amigos y socios necesarios. Las crónicas están muy bien documentadas.
Con esas deferencias y combatiendo las causas, durante su sexenio hubo casi 200 mil asesinatos ligados al crimen y 50 mil desaparecidos. Combatiendo las causas el crimen amplió sus actividades delictivas al cobro de impuestos a productores de aguacate, limón, madera, pescadores, abarroteros, transportistas, ganado. Hubo municipios donde empezaron a cobrar Predial. Combatiendo las causas se incremento al cien por ciento el negocio del huachicol. Combatiendo las causas los criminales se apoderaron de gobiernos municipales completos, hoy no existe una alcaldía de media hacia abajo sin la presencia del crimen y en la mayoría gobiernan amparados en las siglas de Morena. Combatiendo las causas, se apoderaron de Guerrero, Chiapas, Tabasco, con presencia dominante en la mayor parte de los estados.
Por esa herencia criminal el gobierno de Donald Trump propone declarar a los carteles mexicanos organizaciones terroristas internacionales. Si el iluminado hubiese hecho su trabajo, aprovechado su enorme poder para debilitar a los carteles de la droga, la campaña racista de Trump hubiese carecido de sustancia. Pero los dejó crecer, los empoderó a cambio de votos, les otorgó concesiones políticas, les permitió tomar amplias franjas de territorio sabiendo que minaban su poder, compartió con ellos autoridad, dando con su complicidad razones a los engreídos vecinos para intervenir en nuestro territorio, pues es lo que harán próximamente. Nos quejamos de que el demagogo del norte se conduzca con sevicia contra nuestro país, pero justificamos la impúdica complicidad de nuestro demagogo con los criminales. ¿Así cómo?.
Sinaloa es la comprobación más cruda del autócrata enamorado de sí mismo que, con tal de instaurar un régimen soñando con pasar a la historia, entregó buena parte del país a los grupos criminales sabiendo que cientos de miles pagarán con su vida las consecuencias de su irresponsabilidad. Es la herencia que recibe y acepta como propia la presidenta Claudia Sheinbaum, una herencia de sangre que terminará manchándola también a ella. El rostro de Culiacán, como de buena parte del país, es el rostro grotesco del mesías que nos prometió el paraíso pero nos llevó al infierno. Desde luego no es culpable de los grupos criminales, han existido durante décadas, pero si de haberlos llevado hasta lo más alto del poder. Para bajarlos costará miles, quizás millones de vidas, veámonos en el espejo de Sinaloa.