Cuando vi los primeros videos y leí la información del connato cantinero en la Cámara de Senadores, no podía entender los motivos qué tanto enfurecieron a un millonario mayor, a mitad del sexto piso, que ha sido gobernador de su estado, secretario de gobernación, aspirante a la Presidencia y hoy uno de los políticos más influyentes del régimen. Entiendo, Mario Vázquez se excedió cuando dijo, mirando a Miguel Ángel Yunes, que “le eliminaron ordenes de aprehensión antes de que él concediera y cediera… y las diera”, en el contexto de la conocida traición del veracruzano al PAN y a los mexicanos libres.
El “las diera” estaba sobrado. Tratando de llamar la atención Mario justifica las críticas sobre el bajo nivel de discusión en la Tribuna más alta del país, pero la reacción de Adán Augusto, maduro político profesional en plenitud de su poder, es francamente incomprensible. Reacciona de manera rabiosa, cavernícola, de bajos instintos, amenazando con partirle su madre, retándolo con el callejero vámonos para fuera mientras arrojaba el saco como queriendo ir a los puños. Su furia se parece más a la un escolar puberto sobre excitado por las hormonas contra un adversario por la niña bonita, que a la de matoncitos insultados en su cantina favorita por un extraño. Y eso es decir mucho.
Su extraña conducta desconcierta y más siendo el “ofendido” un político impresentable con bien ganada fama de corrupto, traidor público que sólo dos meses atrás era enemigo del régimen y por consiguiente de Adán Augusto. ¿Tanto amor por el voto de la traición, si además ahora no necesita de sus servicios? No hace sentido, para explicarlo uno tiene que pensar en otras situaciones, salir de las motivaciones políticas y es ahí cuando, inevitablemente, las especulaciones desbordan la imaginación. Una razón, ha trascendido, es que el bravucón coordinador de la mayoría mostraba signos de alteración alcohólica. Tampoco la compro, es demasiado para un político experimentado, no se bate así en la inmundicia sólo por traer unas copas trepadas al cerebro.
¿Qué sucedió entonces? ¿Cuál es la explicación de fondo? Haciéndome esas preguntas me vino a la mente el nombre de la senadora Chávez, sólo por asociación. Deseché inmediatamente la idea porque ella no aparece en ninguna de las crónicas, ni fue citada por Mario Vázquez, ni se distinguió entre la trifulca, estuvo aparte. Así quedé hasta el sábado en la mañana, cuando leí la entrega en forma de metáfora de Salvador García Soto, columnista de El Universal, titulada “Pleitos de honor, de amor y de odio”. No contribuiré a esa especulación, García Soto tendrá sus razones, la menciono en atención a la primera asociación que hice sobre el ridículo episodio.
Donde quiero concentrarme, es en el hecho en sí mismo, lo que muchos mexicanos y ciertamente todo el círculo rojo vimos en el recinto de los senadores. Deje usted la precariedad de la discusión, ésta cayó a nivel de vecindario desde que el populismo domina las cámaras legislativas y más ahora con la soberbia de mayorías absolutas. El nivel político viene decayendo en la misma medida en que los actores principales alientan la banalización, en una dinámica cíclica que desacredita el ejercicio político cada vez más.
Hoy, incapaces de abrir espacios a la discusión razonada sobre los grandes temas del país, los populistas deshonran a los mexicanos devastando las instituciones e imponiendo su aplanadora porque pueden. Ciertamente, la oposición no ha logrado ser mejor, su nivel está muy por abajo de los Muñoz Ledos, Diegos Fernández, Emilios Chuayffet por mencionar tres ejemplos de parlamentarios brillantes que, tiempos aquellos, perdían todas las votaciones aunque ganaban todas las discusiones. En teoría, al Senado de la República llegan los mejores, representan los intereses particulares de las entidades donde fueron votados y juntos al país frente a las otras naciones; en los hechos mire usted el espectáculo que ofrecen, se traban en pleitos ordinario los fines de semana en cantinas con mesas plegables, vasos de plástico y urinales comunes.
En ese tono decadente y rijoso de la política nacional se observan dos fuentes claramente identificables; empezó con la corrupta frivolización desde Fox hasta Peña y quedó acentuada con la cínica y muy corrupta polarización del tlatoani tropical. El deterioro político es brutal, en consecuencia produce hechos francamente brutales como los vistos el jueves pasado en el Senado de la República. Haya sido porque Adán Augusto se tomó muy a pecho el compromiso de dar la cara por los nuevos acólitos, así sea de la peor catadura como Yunes, porque estaba pasado de copas o por las razones personalísimas que pueda tener, su respuesta a una sola palabra provocadora lo denigra y denigra al régimen al que pertenece.
En todo caso que se defienda Yunes, déjelo que se trague las ofensas por traicionar, ya obtuvo lo que deseaba, su voto y su voluntad. ¿A él qué le iba o venía?, ¿no son ellos los que, provocadores profesionales, se cansan de gritar que no caerán en provocaciones?. Pues mire la forma en que cayeron y lo hizo quien, según lo visto en las últimas decisiones legislativas importantes, es el mayor representante del nefasto pasado reciente en ambas cámaras. Supongo que Mario Vázquez estará feliz, necesitaba visibilidad frente a los protagonismos de Javier siendo Corral y de Andrea Chávez, ventrílocua de Loera. Sin saberlo tocó fibras sensibles del senador más influyente del populismo.