No seré de los que vayan por ahí con la cantaleta de que al país se lo llevó la chingada, si me permiten la altisonancia. Cambió el régimen y no ayer con el chantaje contra el ministro Pérez Dayán, a quien amenazaron con dos demandas por acoso, una de ellas contra cierta magistrada, según fuentes de la Corte. Tampoco cambió por la cobardía del gran corrupto y cínico en grado superlativo, Miguel Ángel Yúnes. Como la Taddei, los magistrados electorales complacientes y los oportunistas que corrieron a los brazos del populismo, traidores de todos los tiempos, Pérez Dayán y Yúnes son excresencias de la degradación política, del rencor hecho gobierno.
México no cambió ayer, el episodio de la Corte es consecuencia fatal de la indiferencia social, el importamadrismo y la imbécil creencia de que “en este país no pasa nada, aunque pase”. En vez de salir a las calles a bloquear puertos, aeropuertos, puentes internacionales, ocupar las plazas, los mexicanos libres asistimos como autistas a la toma del país. Tarde nos damos cuenta que sí pasó y está pasando frente a nuestra complacencia, dejando atónitos a quienes soñaron despiertos con la democracia. Cuatro gobiernos, de Zedillo a Peña, duró la ilusión mexicana de libertad y democracia. Menos de cinco lustros, apenas una generación, nos duró la utopía de saber que nuestro voto contaba porque eran contado, que las urnas podían influir en el rumbo del país.
Y no suponga que añoro aquellos gobiernos corruptos e ineficientes, mil veces escribí contra el feroz liberalismo impuesto por el FMI, preguntando cuándo la presumida estabilidad macroeconómica llegaría a la mesa de los más pobres, cuándo se traduciría en estabilidad microeconómica. Tengo la satisfacción de haberlo escrito, consistentemente, decenas de columnas en varios medios. Lamento, eso sí, haber perdido la oportunidad de poder elegir a nuestros gobiernos, ningún voto individual vale cuando una minoría de enajenados rencorosos buscando revancha se apodera de los órganos electorales y socaba las instituciones de contrapeso. En democracia hay esperanza ciudadana, en autocracia estamos a merced del autócrata.
Mientras el populismo gobierne, las elecciones libres y equitativas estarán proscritas, la minoría devota del tlatoani, líder amadísimo del movimiento hecho transformación escondido tras el robusto cuerpo de su hijo adorado, consumó el asalto al poder en complicidad de trepadores dispuestos a ponerse en cuatro con tal de acceder a las migajas del poder. ¿Cuantos que hoy defienden al autoritarismo, ayer hablaron pestes contra él? Cientos, cuando no miles, entre ellos gobernadores, diputados, senadores, columnistas, académicos. Una turba de cobardes acomodaticios se tiró de tapete para dar paso al peor régimen que ha tenido el país, desde la Independencia. Ellos y los devotos de siempre son los garantes de los nuevos carros completos que veremos en las próximas elecciones, custodios del voto e interpretes únicos de la voluntad popular.
En la decadencia política incluyo también a los partidos de supuesta oposición, atado de pequeños y mezquinos liderazgos preocupados por su beneficio personal, el socorrido “y a mí que me toca”. Alito es sólo un ejemplo, si él no se hubiese aprovechado del PRI, otro en su lugar lo hubiese hecho. Marco Cortés, Anaya y ese grupito de incompetentes hicieron en el PAN lo mismo que alito en el PRI; garantizar la continuidad y las rentas de senadurías, diputaciones, una que otra presidencia municipal, las prerrogativas (mientras duren porque se las van a quitar pronto) más las generosas buscas amasadas en acuerdos clandestinos con el poder. No culpo a los miserables comprados con la dádiva a la que llaman apoyos, ellos sinceramente piensan que con Obrador tendrán de por vida sus ingresos, como si el dinero fuese de él y además eterno.
No obstante soy un optimista reincidente. En el apresurado camino por desaprenderse de “la democracia burguesa” del FMI, para ingresar a la “democracia del pueblo” del Foro de Sao Pablo, los ideólogos del populismo, las mentes perversas atrás del innombrable, olvidaron al Imperio. Nunca como ahora cruzaron los dedos e invocaron a los dictadores de todos los tiempos y peores cataduras para ver ganar a Kamala Harris. Sin contrapesos internos, les aterra ver trastocados sus planes con otro populista autoritario, Donald Trump, solo que mil veces más poderoso, más soberbio y más abusón. Trágame tierra, siempre que los agentes del Imperio han intervenido en nuestro país es para mal. Y lo han hecho cada vez que se les antoja, desde la Independencia, pasando por el oscuro e infame episodio del traidor Huerta hasta llegar a la venganza por el asesinato del corrupto Camarena.
Jamás estaré de acuerdo con que venga el Imperio a imponer condiciones en nuestro país, pero me guste o no es el único contrapeso contra el autoritarismo interno. Si con la migración dobló al tlatoani que hoy manda desde las sobras y encima hizo mofá de él, narrando el sometimiento con sorna, a CSP le caerá con el narcotráfico, obligándola a tomar acciones en vez de mantener los abrazos, exigirá un nuevo tratado comercial con énfasis en seguridad jurídica que implique revisar la contrarreforma constitucional y la relación con China y mantendrá la exigencia de la Guardia Nacional en la frontera sur. ¿Que puede hacer nuestro gobierno frente al empuje rupestre del nuevo y descocado emperador?. Nada o muy poco, esa también es otra realidad. Si, ha cambiad el país, también el mundo.