Googleé “el mejor presidente del mundo” y lo primero que aparece es “Presidente López Obrador, primer lugar entre los líderes del mundo”, “por quinto año el presidente de México…”, y diferentes gráficas situándolo en el top, acompañados de videos que ponderan el miso tema. Luego puse “El mejor presidente de México” ahí aparece “Amlo está entre los mejores de México”, “hace seis años México eligió a su mejor presidente”, “Por quinto año López Obrador…”. También apareció una declaración suya instruyendo a los jóvenes sobre que Lázaro Cárdenas es el mejor presidente de México, del siglo XX, donde se compara con él.
Siempre he dicho que la mejor herramienta de López Obrador fue monopolizar la conversación pública, imponiendo su verdad sobre la realidad del país sin el menor recato de contar mil mentiras. Fundamental en la consolidación del nuevo régimen fueron los billones de pesos que distribuyó en efectivo por sus acólitos, a los que llama servidores de la nación, y la feroz persecución contra opositores, fuesen periodistas o políticos. Pero la narrativa inventando el país que desea ver, es la mayor contribución a su legado. Sus detractores le han llamado un mago de la comunicación política, yo digo que es un gran bribón, ególatra y mentiroso compulsivo.
Que aparezca en uno de los buscadores (me dio hueva ir a otros) como el mejor presidente del mundo y del país, lo explica el dinero que su oficina de propaganda tiró en redes, consolidando su imagen como el gran héroe nacional. “Hombres como él solo nacen una vez cada cien año” repiten ufanos ignorantes que potencian la propaganda diseñada en Palacio. Lo dije hace poco, antes de que muera, sus devotos instalados en el gobierno ordenarán que cientos de calles lleven su nombre, cubrir de bustos y monumentos las plazas públicas, rebautizar su estado natal como “Tabasco de López Obrador”, levantarle una enorme estatua en el Zócalo. Abyección absoluta, conociendo el estruendoso fracaso del gobierno.
Los libros de texto (empezaron ya), contarán sus “hazañas”, idealizándolo desde que se ahogaba en el Río Grijalva: El presidente que liberó a los pobres de la opresión conservadora en la que permanecieron durante décadas; el que acabó con la corrupción y puso a los corruptos en la cárcel; el que dignificó la soberanía nacional, enfrentando al Imperio; el que nos trajo el mejor sistema de salud; el que quitó a los ricos para dar a los pobres y acabó con la desigualdad. El conocido bla,bla,bla con el que cada mañana los alecciona desde que ganó la presidencia. Y él, modesto, pedirá que no hagan nada, dirá que sólo quiere terminar sus años viviendo en la contemplación pasiva, pero dejará que prosperen las más descabelladas acciones megalómanas de sus devotos. Es el gusto de la gente, concluirá justificando la demencia.
No soy de los que añoro al viejo PRI autoritario, durante décadas escribí contra esa “dictadura perfecta”, tampoco me regodeo en la corrupción del PRIAN, desde que escribo columna denuncié la injusticia del neoliberalismo. Quien desee comprobarlo ahí están las hemerotecas. Pero me aterra lo que veo en el gobierno de los “que no son iguales”, los “honestos”, los “democráticos”. Y lo que veo es un país de pensamiento único donde la disidencia se castiga con ferocidad; la consolidación de un régimen autoritario que promueve el subdesarrollo; un México aislado del mundo que cancela los tratados internacionales de comercio, en el que prevalezca la economía del trapiche; un país donde una minoría radical parasita las famélicas rentas nacionales, mientras el resto de los mexicanos subsiste; un estado cuya clase gobernante cohabita impúdicamente con el crimen.
Veo al país de un gobierno inspirado en ideologías caducas que la historia reprobó, francamente represoras y favorecedores de la miseria, que justifica su fracaso en los abusos del Imperio, en los últimos conservadores que se niegan a desaparecer y usa el concepto de traidor contra todo aquel que se atreve a protestar. La historia nos dice que toda tiranía termina mal y la historia contemporánea de países hermanos que los tiranos llegan para quedarse. Cuando el país colapse ¿a quién responsabilizará el régimen del fracaso?. Esa cantaleta la venimos escuchando desde Castro, con Maduro elevada a niveles demenciales. Navidad en octubre.
Sí, la narrativa oficial pondrá su nombre como el mejor de los presidentes, elogiando profusamente sus virtudes, pero la realidad no pude ser cambiada. Cuando el régimen caiga, caerán junto con él los monumentos de su fundador y los libros de texto que antes lo reverenciaron dirán la verdad, el tótem será desnudado. Entonces se dirá que López Obrador fue un presidente que canceló las libertades, subordinó los tres poderes a una sola persona, se hincó frente al imperio, hizo crecer las fortunas de los millonarios, acabó con la democracia, persiguió a opositores, se asoció con los peores criminales y los políticos más corruptos. Esa realidad, tan objetiva como el atraco a la Corte, prevalecerá sobre los cuentos oficiales.
No lo deseo y sinceramente quiero estar equivocado, sucede que nada en el meticuloso guion de las mentes más perversas del régimen es alentador. Han ido destruyendo al país por nota, ¿quién asegura que Claudia Sheinbaum emprenderá un corrimiento hacia la izquierda moderada?. Muy difícil, está secuestrada por López Obrador y encima acaba de anunciar que su hijo “Andy”, como le llaman, será el guardián de su legado. Si quieren despedazar la economía nacional la despedazarán, nada les importa que sus motivos ideológicos nos lleven hacia la pauperrización de la sociedad. Para eso ganaron, es su revolución pacífica, su concepto de transformación.
Nos ha ganado las elecciones haciendo uso de las peores prácticas del viejo PRI, nos está quitado la justicia chantajeando a los más corruptos, con la mentira de que es voluntad popular, pronto cancelará los organismos autónomos. Nada podemos hacer para evitarlo, se arrogaron una mayoría que no les dieron las urnas. Nos quitan al país, no permitamos que nos quiten la esperanza ni pisoteen nuestra dignidad. Él tiene la fuerza, los mexicanos libres la razón. Más temprano que tarde caerá, entonces se verá frente al juicio de la historia, no la que construyó con el dinero de todos los mexicanos haciendo del pulpito matutino un oráculo infalible con aires de divinidad. Lo juzgará la historia del México real, la realidad que siempre vuelve por los que pretenden secuestrarla.