Pudo pasar a la historia como el gran reformador de un sistema político agotado, cuya decadencia empoderó a bribones, mentecatos y trepadores inescrupulosos, lo mismo del nuevo régimen que de la oposición. Optó en cambio por desmontar los organismos autónomos que daban poder al ciudadano frente al gobierno, secuestrar las instituciones que ofrecían precaria democracia y subordinar el Poder Judicial al partido gobernante, sentando las bases de un sistema tiránico.
En los últimos días de su mandato constitucional el país es testigo de una desquiciada marcha hacia el autoritarismo. Con delirio irracional se propuso consolidar el infame Plan C, desmantelamiento de instituciones, a tal prisa que sólo puede ser explicado por su narcisismo patológico que lo haga declarar, ufano, “en mi gobierno democratizamos el corrupto Poder Judicial, poniéndolo al servicio del pueblo, que nos permitió consolidar la transformación nacional”. Lo único que importa es la narrativa, lo que se diga de él, no el país que deja tras de sí.
¿Que legado deja el presidente más votado de la historia, si aceptamos que la de Sheinbaum fue una elección de Estado?. Deja el sistema político con décadas de atraso, regresándolo a la era de partido único; deja los cimientos para la consolidación de un régimen autocrático de aspiración dinástica. Ya destaparon a su hijo Andy para el 2030; recupera la chocante figura de hombre fuerte, frente a una presidenta débil sin los resortes del poder; deja los poderes Legislativo y Judicial subordinados al Ejecutivo; deja una sociedad confrontada, donde los opositores son víctimas de persecución y los súbditos reciben autorización para moverse en absoluta impunidad.
Y sí, deja también una crisis financiera en puerta con los fideicomisos saqueados, la mayor deuda pública desde Miguel de la Madrid, crecimiento económico por abajo del uno por ciento. Deja un país herido por el crimen, con casi 200 mil muertos, la mayor cantidad desde la Revolución Mexicana, y amplias franjas del territorio nacional tomadas por los sicarios del mal. Deja un sistema de salud colapsado, sostenido con ocurrencias costosas como la megafarmacia y la burla de Dinamarca. ¿Cómo puede haber mexicanos tan ciegos para no percatarse del país que hereda a las futuras generaciones y siguen negados a reconocer la realidad espantosa?. Pues los hay y están muy orgullosos del “nuevo México”.
Pondré dos ejemplos sobre la forma de administrar justicia en versión cuatroté. Javier Corral, acusado por desviar 98 millones del erario, tiene una orden de aprehensión y es defendido por la instancia que debería ayudar a detenerlo, la Fiscalía de CDMX, y exculpado por el presidente; otro senador, Miguel Ángel Yunes es obligado a cambiar su voto, doblado por demandas en su contra y advertido que de no hacerlo sufrirá la más feroz persecución. Hoy ambos senadores son fervientes devotos, uno entregado por mezquindad e interés personal, otro que sucumbió ante chantajes. Ambos son traidores.
Ejemplos en esta jornada de oscuridad sobran. Hasta el momento de redactar la entrega no había información suficiente sobre el paradero del senador Daniel Barreda de MC y su padre, de quienes corrieron versiones de haber sido secuestrados por agentes judicial de Campeche, gobernado por una impresentable del régimen. Alejandro Moreno recibió la noticia de que el INE desaprobó las reformas estatutarias que dieron viabilidad a su relección en la presidencia del PRI, luego denunció que la sentencia es por haber resistido los chantajes del voto. Otros senadores hablaron incluso de amenazas mortales, dejando entrever que el crimen metió sus narices en el senado, de la única forma que sabe hacerlo.
Que diferente hubiese sido una reforma consensuada, sin las prisas impuestas desde Palacio Nacional. Abrir la discusión a profesionales, colegios y barras de abogados, ministros y exministros, magistrados, jueces, fiscales, defensores de oficio. Una reforma que pusiera candados a la corrupción del Poder Judicial, que protegiese a los desvalidos, acotase la influencia de los poderosos. Dirán que lo hicieron, pero todos sabemos que los foros eran una farsa, no había que moverle ni una coma y no la movieron.
La reforma no es con propósitos de acabar con la corrupción ni proteger a los pobres frente al poderoso, esa es la narrativa que justifica el atraco. El presidente y sus adláteres lo saben, por eso la reforma se reduce a la elección de ministros, magistrados y jueces, como si la votación en si misma fuese respuesta a las deficiencias del Poder. Al contrario, favorece la corrupción en lugar de combatirla. Diputados y senadores, por hablar del Poder Legislativo, son electos popularmente y eso no los hace honestos. La corrupción en el Poder Legislativo es igual o mayor a la corrupción en el Judicial. ¿Y los ejecutivos, en sus tres niveles? Igual, la corrupción impregna todo el sistema administrativo, particularmente en el sexenio de los honestos.
Lastimosamente lo ha logrado, en la madrugada aprobarán la reforma con 86 u 87 votos, de Yunes y Barreda que supuestamente pasó al Verde, al otro día serán votados por los congresos locales, quedando publicada en el Diario Oficial de la Federación antes de la Independencia para que López Obrador pueda gritar la noche del quince, junto con el nombre de los héroes que nos dieron Patria, ¡Viva el poder judicial del pueblo!. El regalo prometido.
Una tragedia, hizo realidad el odioso estribillo que suelen repetir los despechados: “tengan para que se entretengan”. Pero la historia lo juzgará severamente, como a los traidores y sumisos que, presurosos, corrieron a satisfacer sus patéticos deseos sabiendo que su voto contribuía al establecimiento de un régimen autocrático. No, con esa reforma no hemos llegado a Venezuela, pero si mañana él, Sheinbaum o pasado mañana su hijo Andy quieren llevarnos allá, no habrá nada que los mexicanos libres podamos hacer para evitarlo. Retorciendo las leyes se adjudicaron todo el poder y hoy se atragantan como mendigos hambrientos que reciben una hogaza fresca. Provecho.