*Narcoestado *Paz y tranquilidad
Una carta del Mayo Zambada bastó para poner de cabeza al gobierno de López Obrador, exhibiendo las complicidades del régimen con el poderoso capo, hoy en custodia de los Estados Unidos. Confirma trascendidos previos en el sentido de que lo citaron para mediar en una disputa entre dos políticos, el gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha, y el diputado electo por Morena, Melesio Cuén, ambos exrectores de la Universidad Autónoma de Sinaloa. El desencuentro de los políticos era por el control de la Universidad, cuyo diferendo resolvería la mediación del capo.
Atenidos a la carta, publicada por el abogado de Zambada, es pertinente concluir que esas mediaciones son comunes en la vida pública de Sinaloa, ¿cómo un viejo narcotraficante que sobrevivió a los asesinatos de Pedro Avilés y Lamberto Quintero, el reacomodo de Miguel Ángel Félix Gallardo, el asesinato de Camarena, el empoderamiento de Amado Carrillo, la guerra de Calderón y la confrontación entre carteles, el surgimiento del CJNG con el Mencho, la extradición del Chapo pudo caer en una trampa inocente montada por su ahijado?. No, confió porque asistía a un encuentro casi de rutina, ordinario en su calidad de “padrino”.
En una democracia medianamente consolidada, la carta debería abrir de inmediato una investigación contra el gobernador Rocha y el jefe de la policía en Sinaloa, pues hay muchos elementos para suponer que fueron parte de la emboscada. Más temprano que tarde, irán saliendo los detalles y al gobierno del populismo le resultará imposible disimular la cómplice hediondez en esas oscuras relaciones en las que se han perdido los linderos que nos permitan visualizar quien es quien; los políticos narcos o los narcos políticos. La misiva tiene lógica: primero la confianza con que Zambada llegó al lugar del encuentro, con sólo cuatro custodios, uno de los cuales era comandante de la Policía Estatal de Sinaloa, luego la muerte del otro involucrado, Melesio Cuén, ese mismo día y en el mismo lugar y después la sospechosa coartada del gobernador Rocha, quien horas antes de la presunta cita donde acudiría para mediar, partió a Los Ángeles sin actividad oficial, en día de trabajo.
En el México de Morena no, acá el presidente López Obrador juzga y sentencia según el interés político, de afinidad grupal o amistad. Al otro día de la carta explosiva, tanto el presidente como la candidata ganadora corrieron a limpiar el nombre de Rocha. “Nosotros tenemos toda la confianza al gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, y lo felicito porque dá la cara, no dejó pasar ni un día”, dijo López Obrador. Menos imprudente, Sheinbuam hizo declaraciones similares pidiendo paciencia para conocer la versión del gobernador. Ese mismo día Rocha pretendió desligarse de los hechos con el argumento de que no estuvo presente y la explicación del engaño. Son sus dichos, si deciden poner en duda la versión de un criminal, de este criminal en particular, sería incongruente siendo que creyeron a pie juntillas en otros criminales, los que señalaron a García Luna.
El presidente dijo más, como restando importancia a la explicación de Zambada que involucra al gobernador: “lo más importante es que hay paz y tranquilidad en el país”. ¿Paz y tranquilidad? Cientos de mexicanos han salido corriendo de sus casas en varios municipios de Chiapas, en exilio forzado hacia Guatemala, amenazados por grupos criminales de la región, hombres armados desfilan en los mismos municipios frente a la omisión vergonzosa de la autoridad federal y estatal, en Guerrero y Michoacán los pobladores viven secuestrados por los grupos criminales que les imponen contribuciones a prácticamente toda la actividad comercial, en casi todas las carreteras del país hay retenes del mal frente a la mirada complaciente del Ejército y la Guardia Nacional y dice que ¡hay paz¡. Así pretenden resolverlo, declarando que Rocha es bueno e impulsando la versión de que vivimos en absoluta paz.
Otra vez pregunto: ¿Paz y tranquilidad?. Hay que tener un alto grado de cinismo para formular esas declaraciones, cuando el país está cubierto de sangre y la ausencia de gobierno es manifiesta en grandes tramos del territorio nacional, donde los mexicanos de bien se repliegan mientras los sicarios del mal avanzan. Bueno, hemos llegado a episodios grotescos, recuerde que periodistas fueron detenidos por retenes criminales cuando viajaban hacia una reunión con el presidente en Badiraguato, el mismo López Obrador les dio las gracias en público por “portarse bien en las elecciones”, se muestra satisfecho al saber que “no molestan” a los servidores de la Nación y la entonces candidata de Morena, hoy ganadora, fue interceptada en un reten de sicarios, quienes le hicieron específicas peticiones. Ese es el país en que vivimos.
Si el Mayo puso de cabeza al régimen con una sola carta donde describe la forma en que lo detuvieron y entregaron al gobierno del Imperio, imagine usted lo que sucederá cuando empiece a contar historias, pasadas y presentes, sobre la relación de los grupos criminales con el gobierno. Es triste, muy triste aceptarlo, pero las evidencias objetivas prefiguran la consolidación de un “narcoestado mexicano”, donde autoridades electas y barones del mal cohabitan en armonía resolviendo disputas políticas tan delicadas como quien será el próximo rector de una universidad pública. ¿En qué mas opinaba el Mayo? ¿Cuántos otros jefes criminales son considerados garantes de acuerdos entre políticos encumbrados a nivel de gobernador?. Dejo a usted las respuestas, querido lector.