*México duele
Hombres armados desfilan en cinco municipios de Chiapas, advirtiendo a los sicarios del mal que serán enfrentados si continúan acosando a la comunidad. En esa misma región cientos de familias fueron desplazadas hacia Guatemala, corriendo entre montañas mientras eran amenazados de muerte por criminales. Una de las autopistas más importantes del país, México-Puebla, es bloqueada durante dos días por ejidatarios que reclaman indemnización por expropiaciones cinco décadas atrás. Los concesionarios de gasolineras obligados a comprar huachicol, actividad delictiva que al inicio del sexenio cobró la vida de cientos en un marginado pueblo de Hidalgo y en vez de reducir el saqueo siguió creciendo a niveles insospechados. El máximo jefe criminal levantado por agentes del Imperio, sin que el presidente sepa cómo, cuándo y porqué se lo llevaron.
Son hechos ominosos e incuestionables al final de un sexenio marcado por confrontación social, desprecio a las leyes, voluntarismo e improvisación. No es que antes estuviésemos como en Suiza o Israel, donde no se ven ni mendigos en las calles. Teníamos problemas y muy graves: Peña Nieto abusos y espantosa corrupción; Calderón la guerra desatinada contra el narco, intentando empoderar a un cartel sobre los otros; Fox frivolidad y negligencia; Zedillo el Fobaproa, descarado robo que quitó a la clase media contribuyente para cubrir deudas de los ricos y millonarios.
Desde Zedillo hacia esta parte el país entró en una era de incompetencia, corrupción y abulia cuyo resultado más lamentable es haber atenuado las posibilidades de crecimiento económico que proporcionó el TLC, firmado por Carlos Salinas de Gortari. Pero en ninguno de los gobiernos anteriores la negligencia había tocado linderos criminales, la corrupción estandarizado en el cinismo y la impunidad alentada desde la misma Presidencia. En el recuento final hoy vemos que México cambió para mal, estamos involucionando, vamos hacia la decadencia y se nota en cada rincón o nicho del país.
A la descripción decadente del momento, sumemos la pésima gestión de la pandemia, jugando con la fe del pueblo y ofreciendo mentiras comprobadas que costaron ochocientas mil vidas, la mayoría de las cuales pudo evitarse. El crecimiento de la deuda pública que dejó las finanzas nacionales precariamente estables, amenazando con una crisis potencialmente catastrófica. La toma de territorios por la delincuencia organizada, Estados Unidos dice que el 30 por ciento del país, cuyo resultado más visible son los casi 200 mil muertos, cantidad superior a la suma de los dos sexenios panistas. Un Sistema de Salud en terapia intensiva y la educación ideologizada. El debilitamiento institucional y el regreso de la opacidad.
El presidente López Obrador decidió ignorar los grandes problemas nacionales: Contra el crimen antepuso la narrativa de “abrazos no balazos” con la falacia de que “combatimos las causas”, como si combatirlas fuese incompatible con aplicar la ley. Resolvió el robo de combustible con reiteradas declaraciones mañaneras; ya lo redujimos al 90 por ciento, siendo que la ordeña creció frente a los ojos cómplices de militares y la complacencia de Pemex, ninguna denuncia por el descarado robo. Contra la corrupción antepuso el estribillo de “barremos las escaleras de arriba hacía abajo, nosotros no somos iguales”, mientras desfalcaban Salgamex con 15 mil millones de pesos y Dos Bocas y el Tren Maya eran construidos con asignaciones directas, alimentando sospechas de que sus hijos estaban enriqueciéndose. Resolvió el desabasto de medicinas con una megafarcia que surtió tres recetas diarias y la crisis de salud con la promesa de llevarnos a Dinamarca.
En cambio concentró los esfuerzos del régimen en cuatro rubros de su absoluta prioridad, en torno a los cuales hizo girar la agenda nacional: 1) desmantelamiento de institutos y comisiones ciudadanas, debilitamiento de organismos electorales y sometimiento del Poder Judicial; 2) Construcción de megaobras multimillonarias de dudosa utilidad, cuya operación significa nuevos cargos al erario; 3) Concentración del presupuesto federal en manos del Ejecutivo, que le permitió distribuir billones de pesos en programas asistenciales con propósitos de control electoral, haciéndose énfasis en que “es el dinero que le manda AMLO”; 4) el empoderamiento del Ejército hasta el punto de militarizar al país y debilitar las policías civiles, con la Guardia Nacional bajo mando castrense.
Duele ver a México así, este generoso país que sigue de pie pese a oleadas de saqueo gubernamental y complicidad con los grupos criminales, se vio sometido al mayor acoso en cien años. Duele más porque López Obrador despertó sinceras esperanzas en millones de mexicanos que creyeron en él e hicieron suyo el “Nuevo Proyecto de Nación”. Trágico, ese proyecto nos lleva hacia la “democracia” de un partido hegemónico, el colapso de los poderes Legislativo y Judicial subsionados por el Ejecutivo, la destrucción de los organismos ciudadanos de contención al poder gubernamental, el crecimiento de la desigualdad social, la complicidad con los multimillonarios que duplicaron sus fortunas y la economía social del trapiche.
Ignoro si el Presidente venga o no mañana, distintos voceros del régimen se hicieron bolas con la visita a Ciudad Juárez. Por si viene, dejo el testimonio de un mexicano decepcionado con su gobierno, subrayando que los votos le dieron la legitimidad social de cambiar al país y lo cambió para mal, en vez de acercarnos a Dinamarca vamos hacia Venezuela.