Lo que vimos hoy en el edificio central de rectoría es el rostro más grotesco de Morena, las entrañas de un régimen que reivindica como su decálogo la política del autoritarismo, el desprecio a las leyes y la imposición de una ideología con la que sólo se identifica un puñado de mexicanos. Quienes destrozaron las puertas principales del histórico edificio no son estudiantes universitarios, son una minoría exaltada de agitadores formados en las células de la izquierda radical, algunos con antecedentes delictivos. El brazo brutal del “movimiento”.
Inadmisible su conducta violenta. Pueden tener o no razón en las demandas, pero llegar exigiendo diálogo con un ariete y tirando puertas es como pedir a la novia apuntando al padre con arma de fuego en la cabeza. Aberrante que tengan el cinismo, o ignorancia, de identificar con el concepto “diálogo”, al ariete usado en la destrucción. Imposible conciliar esa contradicción.
Sin embargo es un acto deliberado, de burla hacia la institución. Sus instigadores saben que así no serán escuchado ni encontrarán soluciones. Qué les importa, usan la violencia como estrategia de provocación, el librito aprendido en décadas; provocar a los cuerpos de seguridad para gritar represión, si consiguen su objetivo. ¿Cuántas veces he visto, la mayoría sin éxito, la rupestre intentona?. A veces raya hasta en lo ridículo, forzando situaciones como la presente.
Una bandera de agresión estudiantil sería el regalo perfecto para los candidatos del Partido violento, Morena, en franca desventaja electoral. Ellos son, en consecuencia, cómplices de la barbarie. Unos por lo bajo, otros abiertos alientan y aplauden a quienes, desde los sótanos del Partido, conspiran contra las instituciones, optando por agredir a terceros inocentes e instituciones como forma de hacer proselitismo político. Incapaces de acompañar un movimiento legítimo, recurren a sus viejas prácticas.
No me extraña, es su historia de lucha. Avanzaron teniendo la tolerancia de regímenes permisivos y atolondrados incapaces de aplicar la ley, por temor al qué dirán mediático. Sólo que ahora son gobierno, en teoría tienen obligación con la Justicia, el orden que generan el diálogo y la tolerancia. Pues no, cuando se ven perdidos mantienen las mismas prácticas deleznables, sabiendo que llegaron al poder por la vía democrática. ¿Porque regresan a los viejos métodos radicales? Por la impunidad en que se han movido durante décadas, es donde más cómodos están, su forma de hacer política.
El vandalismo como acto de provocación deliberada no puede ser tolerado. Dejarlo en la impunidad sería degradar la Justicia, reducir la autoridad y ningunear el espíritu universitario de pluralidad, diálogo, acuerdo, entendimiento entre diversos. Si el populismo autoritario lo tolera y estimula (vean las escenas en Palacio Nacional con Ayotzinapa, 24 policías heridos), no es razón para dejarlos actuar a sus anchas, como si de una bronca deportiva se tratara.
Los verdaderos universitarios, estudiantes y académicos, tienen la obligación moral de fijar postura pública. Permanecer en silencio frente al atentado contra su alma mater sería sospecha de complicidad. En sus diversos programas académicos, la Uach tiene inscritos alrededor de 30 mil estudiantes y más o menos 2,500 docentes. ¿Los representa la minúscula minoría, muchos de los cuales (cómo dije antes) sin matrícula universitaria, que asaltó rectoría?.
También soy universitario, a mí no me representan. Al contrario, repudio sus actos y dudo sinceramente que representen a la enorme mayoría. Los verdaderos estudiantes ahora mismo están preparando exámenes finales, concentrados en dar el siguiente paso, sea hacia el nuevo semestre o buscando la forma de terminar su carrera, su posgrado en las mejores condiciones académicas. Esos universitarios no estuvieron ayer en los destrozos por una razón, saben que se trata de un movimiento político-electoral.
Se les revertirá su barbarie, los chihuahuenses optamos por la justicia, la paz y la razón. No queremos parecernos a las colapsadas entidades del sur, donde la guerrilla y los grupos agresivos han destrozado tantos pueblos como el crimen organizado, haciendo imposible su desarrollo económico. Que los candidatos y líderes de Morena se pronuncien al respecto, sería muy interesante escucharlos.
Rompeolas
Que Javier Corral, Luz Estela Castro y sus vestales, varios diputados locales de Morena, entre ellos Castrejón, celebraron los destrozos en rectoría. Pues desde luego, como nuevos acólitos del populismo autoritario, Corral y Castrejón quieren congraciarse con el tlatoani y su corte, aplauden hasta sus flatulencias. Luz Estela y otros se han formado en la violencia, imposible que no festinen.
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Varios de los vandalos más violentos están identificados por los sistemas estatales de inteligencia, son delincuentes procesados. Irán por ellos. Ojalá, sería un mal precedente que se salgan con la suya.
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Y pues las comparaciones son odiosas, pero mientras en Juárez el gobierno de Maru Campos resuelve el viejo problema de transporte, donde tanto Duarte como Corral fracasaron, en Chihuahua Morena mueve a su brazo violento a destruir rectoría. Si, hay contrastes.