*Del pensamiento mágico a la paranoia
Del quinto informe registré cuatro datos: lo presentó en Campeche, ayer empezó a producir gasolina Dos Bocas, hizo el primer viaje del Tren Maya y el humanismo mexicano redujo la desigualdad entre pobres y ricos. Es el México del presidente López Obrador, como ve el país y como se ve a sí mismo. La transformación hecha gobierno, los de abajo redimidos y su nombre en los libros de texto de la Nueva Escuela Mexicana, como líder indiscutido, el redentor.
El único pendiente que reconoce, salud, quedará resuelto en los próximos doce meses. En diciembre tendremos una super megafarmacia que almacenará todos los medicamentos del mundo, en cantidad suficiente y disponibles en cualquier hospital del país antes de 24 horas para cada enfermo que lo necesite. Y en un año contaremos con el mejor sistema de salud del mundo. Si, en un año aunque les pese a los conservadores.
Supongo que pronto veremos en las estaciones precios más bajos de la gasolina, beneficios directos de Dos Bocas, en producción desde ayer. Supongo que el turismo en la península derramará millones de dólares anuales enriqueciendo a las miserables comunidades de la región. Son resultados tangibles de un presidente visionario que puso en los pobres las prioridades de su gobierno y acabó con la corrupción.
Quién como nuestro presidente, obra milagros y cuando falla la varita mágica, nada es perfecto, vuelve a empezar hasta ver el milagro consumado. ¿Cuántas veces prometió que tendríamos un sistema de salud como el de Dinamarca? ¿Cuántas veces nos dijo que no faltaba ni una medicina?. Ese pequeño inconveniente quedará resuelto muy pronto, sólo es cuestión de tiempo para cumplir la promesa, ahora mejorada.
Así como está refinando Dos Bocas, así como el Tren Maya traerá abundancia a millones, así como el humanismo mexicano hizo igualitaria nuestra sociedad, así tendremos el mejor sistema de salud en todo el mundo y un depósito envidiable de medicamentos para que nunca más falten. Estamos seguros de que así es porque lo dijo él, nuestro líder amadísimo y nuevo padre de la Patria, quién podría dudar de su palabra.
Entonces de los niños con cáncer, de los millones que perdieron acceso a la salud, de las madres apuradas por falta de guarderías, de los atentados contra instituciones ni hablar. Es inútil mencionarlos, sólo existen en la mente de un puñado de mexicanos que pretenden restaurar los privilegios del antiguo régimen corrupto y dictador que durante décadas nos trajo pobreza y humillación. Por fortuna se trata de una minoría influenciada por los potentados que saquearon al país.
Tampoco es legítimo ni pertinente hablar de violencia, desaparecidos, productores extorsionados, familias desplazadas, amplias regiones -el 40 por ciento- gobernadas por líderes criminales, feminicidios. Son ficción, propaganda, pues está demostrado que los abrazos del humanismo mexicano contribuyen a reducir la violencia, sólo un ciego podría dudarlo. Asesinatos y criminalidad son de Calderón y García Luna, reclámen a ellos.
A veces pienso que López Obrador y la pandilla de alienados que lo adula están sinceramente convencidos de que en cinco años hizo una gran transformación nacional, trayéndonos justicia, paz, salud, bienestar, desarrollo, democracia, honestidad. No es que finjan, es que realmente ven al país que habita en su pensamiento, el nuevo y transformado México que siempre anhelamos. Observan y, convencidos de lo que ven, proclaman una especie de paraiso social donde los pobres tomaron en sus manos la justicia, ejercida con la sabiduría de Salomón.
El suyo es un pensamiento mágico, definido por especialistas como “una forma de pensar basada en la fe, la voluntad, la imaginación, los deseos, las emociones, las tradiciones que generan opiniones carentes de fundamentación lógica. Una creencia en que los propios pensamientos, palabras o actos recrearán un hecho concreto de modo que desafía leyes de causa y efecto comúnmente aceptadas.” Sustraídos de la realidad, habitan en su mundo ideal.
Tiene que ser así, una condición de complaciente autoengaño donde cree lo que dice, dice lo que ve y defiende con vehemencia lo que dice, convencido de que tiene la razón y los demás son unos farsantes cuenta cuentos que lo odian por su grandeza. De no serlo, de no vivir en perpetuo autoengaño, entonces tendríamos que hablar de vileza, simulación e irresponsabilidad, de un perverso y deliberado engaño masivo.
Supongo que la mayor parte del tiempo vive en ese pensamiento mágico que lo aleja de la realidad objetiva, la terca realidad real. Pero tratándose de asuntos electorales se da tiempo para dejar la sustracción mental, recupera temporalmente la cordura y por momentos pone los pies sobre la tierra pero al percatarse de sus debilidades, teme por su destino y cae en otra condición patológica, la paranoia.
Si viviésemos en ese México paradisiaco de su narrativa, no tendría necesidad de volcar su furia contra una mujer opositora que aspira legitimamente a sucederlo. Dejaría que “la inocente Xóchitl” haga lo que quiera, convencido de que los resultados de su gobierno garantizan la permanencia del régimen y su pase a la historia. Pero no, se ocupa de ella con delirios vesánicos, ofendiéndola, intentando asociarla con la corrupción, con millonarios que “saquearon” el país, con el pasado corrupto. Lo desquicia.
Su mente transita entre el pensamiento mágico que lo sitúa en el México idealizado de sus visiones triunfalistas y la paranoia de verse derrotado por una indígena que no aparecía entre sus prioridades. Es normal, al quinto año la mayoría de los presidentes pierden la cordura, él ha sido igual lo cua demuestra, amigos devotos, que también es humano. Lo digo, por si no se habían dado cuenta.