*Atados en arcaicos conceptos ideológico
*Retrasó un siglo el reloj de la historia
Encuentro tan estúpido e intemporal discutir sobre izquierdas y derechas, que me recuerda a los monjes medievales cuando debatían en torno al número de ángeles que podían bailar sobre la cabeza de un alfiler. Habla de ignorancia social, incultura, dogmatismo y nos ata, irremediablemente, a un pasado distante que creíamos superado, atorando la conversación pública en conceptos doctrinarios alejados del bien común, el respeto al otro, el compromiso con los desfavorecidos, el legítimo derecho que tiene todo ser humano a mejorar su calidad de vida.
Aceptar o rechazar un gobierno no debería estar asociado con posturas ideológicas, conceptualizaciones teóricas, ni apelaciones al deber ser. Estas categorías pertenecen a los filósofos, sociólogos, a los académicos e investigadores de la conducta humana. Una sociedad inteligente, democrática e informada juzga a sus gobernantes por el resultados de sus acciones y las consecuencias de las mismas en la población que gobiernan. ¿Que hace o qué hizo, si queremos ponerlo en pasado, para mejorar las condiciones de la comunidad que gobierna? Ésta es la pregunta que, como mexicanos exigentes, deberíamos formularnos antes de evaluar a un gobierno cualquiera.
Sin embargo el presidente López Obrador nos hizo regresar a las viejas y dogmáticas discusiones del marxismo. Ya no habla de proletarios y burgueses, lucha de clases, capitalismo, opio del pueblo, conciencia de clase, en cuanto dividió al país en dos, introdujo los conceptos de pueblo bueno y aspiracionistas, liberales y conservadores, honestos y corruptos, demócratas y fraudulentos, humanistas y clasistas, izquierda y derecha. En el fondo la nueva conceptualización tiene el mismo propósito; confrontar a la sociedad como medio de perpetuar el poder. Y su voluntad resuelve quienes son unos y quienes otros, sin que importe la conducta personal ni el expediente de vida. Estas a su y favor y lo adulas, eres pueblo bueno, honesto, humanista; Estás en su contra y lo criticas, eres aspiracionista, clasista, corrupto, fraudulento. La medida de lo bueno y lo malo es él.
Por definición presidencial soy conservador y derechista, aunque siempre estuvo contra los atropellos a la democracia y el pisoteo a los derechos humanos de Pinochet y de cualquier dictador de derecha. Por definición soy aspiracionista, pero durante décadas critiqué el feroz neoliberalismo del FMI cuyo resultado fue concentrar la riqueza en manos de unos cuantos mientras empobrecía a millones. Por definición añoro la corrupción del pasado deseando recuperar los privilegios perdidos y sin embargo escribí cientos de columnas contra la corrupción de Peña Nieto, de César Duarte y de gobiernos panistas.
Aun siendo neoliberal y conservador, con gusto aplaudiría su gobierno si hubiese cumplido lo que prometió en campaña: bajar el precio de los combustibles, acabar con el crimen organizado, regresar el Ejército a los cuarteles, poner fin a la corrupción, garantizar la participación democrática. Y si hubiese llevado el Sistema de Salud a los niveles de Dinamarca, mejorado la educación, construido un mejor aeropuerto que el de Texcoco, ahora mismo, de rodillas, imploraría su reelección, así Tres Bocas no produzca ni medio litro de gasolina y el Tren Maya sea un elefante blanco, serían pecados perdonables en el mar de aciertos trascendentes.
Sólo imaginemos un país en paz, con los grupos criminales sometidos a la ley o acotados por cuerpos profesionales de policías, el ahorro en combustible si el precio de gas y gasolina estuviese a la mitad, solidas instituciones democráticas que den certeza a cada elección, educación de tiempo completo con dos comidas calientes para hijos de trabajadores, Seguro Social e ISSSTE con hospitales y atención como si fuesen de los mejores privados, sin costar un centavo, legisladores que hacen contrapeso al Ejecutivo, Ministros que respetan y hacen respetar la Constitución.
No seríamos el mejor país del mundo, pero si uno donde sus habitantes estuviesen seguros de que el gobierno ve por ellos. En cambio tenemos un país donde el crimen, viendo que el gobierno ofrece abrazos en vez de balazos, se apodera de amplias franjas del territorio nacional e incursiona cínicamente en política; un país militarizado con el Ejército en labores de construcción, policiales, aduanales; un país donde la Corte justifica aberraciones constitucionales o las deja correr; un país donde la mayoría de sus legisladores consideran que es un “honor estar con Obrador”, en vez honrar la confianza de los mexicanos que los votaron; un país de instituciones de salud colapsadas, donde niños y ancianos mueren por falta de atención y las áreas de emergencia simulan escenarios en la Segunda Guerra Mundial.
¿Qué tienen que ver esas acciones de gobierno con retrogradas ideas izquierda o derecha? Absolutamente nada, discutir sobre ideologías es hablar de entelequias, fantasías quimeras, ficciones, es ponderar arcaicos conceptos doctrinarios sobre la realidad. Al presidente López Obrador, que le gustan hurgar en la biblia, y al coro de sus leales hasta la ceguera que lo adula sin otras razones que las ideológicas, les viene bien una de las más famosos advertencias bíblicas de Jesús: “por sus hechos los conoceréis”. Y los hechos innegables, la realidad siempre terca, desaprueban su gobierno ¿izquierdas, derechas; humanistas, clasistas? Son idioteces sólo comprables al tamaño de su soberbia. Si algo aprendimos del pasado juzguémoslo por sus hechos, no por empatías conceptuales.