Obra de teatro en 4 actos
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PERSONAJES:
DON NEMESIO SALCEDO, comandante general de las provincias internas de la Nueva España y gobernador de Texas.
DON MIGUEL HIDALGO Y COSTILLA, prisionero
MELCHOR GUASPE, Carcelero
CABO MIGUEL ORTEGA, Auxiliar de carcelero
SOLDADOS.
(Despacho del Jefe del Hospital Real de Jesús, en la Villa de Chihuahua, Junio 1811. Mesa con silla y papeles sobre la mesa. Otra silla humilde)
(Se escuchan muy cerca golpes, risas de soldados, gemidos de dolor por dos o tres minutos…) (GRABADO)
(Se levanta el telón)
(Soldados cargan en peso al Cura Hidalgo, quien acusa sangre y señales de la golpiza)
(Miguel Ortega abre puerta de la reja principal. Melchor Guaspe, jefe de la cárcel trata de ayudar a Hidalgo, limpiando sus heridas. Mientras lo hace se escuchan al fondo, por 4 veces: “Preparen, Apunten, Fuego”. Hidalgo se estremece).
MELCHOR GUASPE.- (En voz baja) Son los capitanes Allende, Aldama y Jiménez y el mariscal Santamaría.
(Hidalgo se desmaya por segundos y es cargado hasta la silla humilde, sangrante, en cadenas)
MELCHOR GUASPE.- (En voz alta) Don Nemesio Salcedo, comandante general de las provincias interiores de la Nueva España. (Voz más baja) Padre Hidalgo, prisionero, se le pide su atención.
(Un hombre español entra y procede a sentarse en la cómoda silla y mesa mientras a una seña salen la mitad de los soldados y el carcelero Ortega. Se quedan Melchor Guaspe y cuatro soldados)
NEMESIO SALCEDO.- Vengo a este hospital después de haber leído los interrogatorios, tanto los del juicio eclesiástico como su proceso militar. Son vanos sus intentos de salvarse. Vengo aquí para darle estos papeles, que firme su arrepentimiento, su retractación y que pida a sus secuaces insurrectos que entreguen las armas y desistan de su locura.
HIDALGO.- (Se niega con movimientos de cabeza)
NEMESIO.- Usted aparenta ser un hombre tranquilo; pero los hechos lo desmienten. El gobierno y la Santa Madre Iglesia coincidimos en que usted pasará a la historia, si es que su nombre sobrevive, como un revoltoso, un alborotador, un sedicioso, libertino, blasfemo, cismático, judaizante, luterano, ateo, revolucionario, hipócrita, traidor al rey y a la patria, promotor de la locura francesa de la independencia y enemigo de las autoridades divinamente establecidas, apóstata y enemigo de la santa religión, secuaz de sectas y herejías, rebelde contra la Santa Inquisición, lector de libros prohibidos escritos por escritores pestilenciales merecedores de las más horribles penas del infierno, lascivo, sacrílego y perjuro.
HIDALGO.- Don Nemesio, no me arrepiento de haber encabezado la rebelión. Y no voy a firmar nada que debilite a los mexicanos que siguen en esta lucha.
NEMESIO.- ¿Pero es que no se da cuenta que su movimiento está destinado al fracaso, qué de nada sirve enfrentar al imperio y a la iglesia?
Hemos sofocado todas las rebeliones de los últimos 20 años: Yucatán, California, Tepic, Real del Monte, San Luis, San Miguel, Guanajuato, Machetes, Puebla. Iturrigaray, Azcárate y el licenciado Francisco Primo de Verdad en 1808, los conspiradores de Valladolid en 1809 y ahora su conspiración de Querétaro está agonizante.
HIDALGO.- El pueblo quiso hablar y lo reprimieron a sangre y fuego. Pero ahora el descontento es general y no habrá soldados, armas y balas suficientes para detenerla.
NEMESIO.- Su guerra, Don Miguel, está condenada a ser vencida. Usted comanda una chusma desorganizada, sin armas y sin dinero. El populacho no quiere quitarse el yugo de la religión y no puede sustraerse al yugo militar.
Eso de reconquistar y repartir la tierra a los que usted llama “sus legítimos dueños”; abolir los estancos y los tributos, nombrar un congreso con representantes de todas las ciudades del reino, pretender que todos los ciudadanos sean libres, encontrar el camino de la libertad económica, social, de pensamiento, de expresión, de oficios y de ideas, la creación de sociedades cooperativas de industria, la igualdad ante la ley, la soberanía de la colonia separada de España, la educación para todos, el libre albedrío frente a la iglesia y el gobierno, la destrucción del sistema de castas y esa tonta idea de confiscar las propiedades del clero y las haciendas de los españoles peninsulares son ideas ilusas, sueños inalcanzables.
HIDALGO.- General Salcedo, no seríamos el primer pueblo que se sacude de una tiranía. España misma pudo liberarse de 800 años de dominación árabe. Los mexicanos podemos quitarnos el yugo español de 300 años. Nuestro gran error fue estar divididos y que algunos pueblos se aliaran a la soldadesca de Hernán Cortés; o tal vez esa superstición fatalista de que llegarían hombres blancos a los que tendríamos que servir.
La libertad de los mexicanos está muy cerca. No se juntan 80,000 personas en 45 días y eso fue lo que logramos en los últimos días de octubre en el Monte de las Cruces.
NEMESIO.- Usted tuvo a la ciudad de México en sus manos y le faltó el valor para tomarla.
HIDALGO.- Solamente quise evitar un baño de sangre.
NEMESIO.- Es que usted no es militar. Para ser militar necesita arrancarse el corazón. Ignacio Allende y Juan Aldama tenían entrenamiento militar y usted se negó a escucharlos. Usted tomó Guanajuato, la segunda ciudad de la Nueva España, antes que terminara el mes de septiembre, y en vez de hacerse fuerte allí, la dejó para ir a Valladolid.
En la batalla fuera de Guadalajara, en el puente de Calderón, ¿Cómo es posible que 6,000 realistas hayan derrotado a 100,000 insurgentes? Falta de organización. Demasiados errores. Pero su mayor error fue rebelarse contra su propia sangre. Usted mismo es español, hijo de españoles.
HIDALGO.- Soy más mexicano que español. En 58 años de vida he sentido el yugo de la servidumbre. Pero esta nación ha soportado tres siglos de humillación y muerte. Queremos ser independientes de España y gobernarnos por nosotros mismos. Estar sujetos a la Península ha sido la situación más humillante y vergonzosa, en manos de conquistadores crueles, bastardos e injustos que han abusado del caudal de los mexicanos con la mayor injusticia. Han convertido una raza de hombres libres a la degradante condición de esclavos.
NEMESIO.- Y además usted ha tocado los intereses de Roma y eso no se hace en ninguna parte. ¿Cómo se explica que haya sido excomulgado a solamente una semana de su levantamiento? Y desde entonces ha estado viviendo en desacato del Tribunal del Santo Oficio. Su revolución no ha sido solamente contra el rey, sino contra Dios y su santa iglesia.
HIDALGO.- La esclavitud es una infamia y un atentado contra los derechos naturales del hombre. Tal vez la esclavitud sea una ley de Dios; pero no debe tolerarse entre los hombres, cualquiera que sea el color de su piel.
Así lo dije en los decretos de abolición de la esclavitud en Valladolid y Guadalajara. Todos los hombres son libres y lo serán sólo por haber nacido en esta tierra amada o por haber llegado a ella. Nadie tiene derecho de esclavizar o explotar a otro ser humano, no importan sus ideas, sus lecturas o el color de su piel.
NEMESIO.- Militarmente está acabado. También lo está espiritualmente por los decretos de excomunión.
HIDALGO.- No solamente yo. Somos más de 100,000 excomulgados por Abad y Queipo y por el arzobispo Lizana y la Santa Inquisición. La excomunión fue hecha para que entreguemos las armas, es el abuso de la fuerza clerical para asustar a los creyentes poniéndolos bajo pena de pecado mortal, si apoyan o participan en la insurgencia.
El clero está al servicio del gobierno, y viceversa. El alto clero quiere hacernos creer que no se puede ser un verdadero católico si no se está sujeto al déspota español.
Este movimiento jamás fue para separarnos de la iglesia. Es para independizarnos de España, a menos que la religión sea el coloniaje; pero para la iglesia España es Roma. Los intereses del rey son los intereses del Papa.
NEMESIO.- Usted recibirá la condena de Dios y de la iglesia por leer libros prohibidos y burlarse de los errores de la palabra de Dios y de las vidas de los papas y los santos, por negar la existencia del cielo, del infierno, del Diablo, del purgatorio y del limbo. Por negar que la confesión sea un mandamiento de Cristo.
Se lo digo como cristiano, no como militar. No tiene perdón de Dios ni de los hombres. Usted criticó las revelaciones recibidas por la madre Sor María de Jesús Agreda, reconocidas por el Papa mismo, y dijo que era una vieja ilusa.
Usted está excomulgado y será entregado a la iglesia para que aplique la excomunión por hereje y apóstata y la degradación del oficio presbiterial y declare su condena a muerte.
Nosotros lo fusilaremos por haber declarado la guerra a Dios y su santa religión. Lo que a mi me importa, más que nada, es su insurrección.
HIDALGO.- Usted no puede desconocer la situación actual de México. Los gachupines nos extorsionan, confiscan nuestras propiedades. No tenemos libertad de pensar ni hablar. Nos roban el fruto de nuestro trabajo porque ellos son los dueños de todo; pagamos tributos excesivos.
Nos tienen bajo un yugo que ya no es posible soportar. No tenemos derechos; sólo pesadas obligaciones. Todos los problemas legales se resuelven a favor de los gachupines. Somos gobernados por tiranos, por una minoría privilegiada que usa cualquier medio para perpetuarse en el poder, succionando las riquezas de la patria.
Unidos todos los que hemos nacido en este dichoso suelo seremos libres, porque es imposible resistir el ímpetu arrasador de la nación mexicana, que en masa se mueve contra el yugo opresor de España.
NEMESIO.- Lo que no entenderé nunca es cómo una persona con todos sus conocimientos, el más sabio teólogo del reino, rector del seminario más reconocido de la Nueva España se haya atrevido a echarse contra su propia iglesia, afirmar que son falsos e inventados los dogmas de la virginidad de María, de la eucaristía, de la confesión y hasta afirmar que varios Papas deben de estar en el infierno.
HIDALGO.- Tal vez la maldición de la gente buena que lee mucho, sea la de descubrir todo lo que la iglesia y los dueños del poder no quieren que se sepa.
NEMESIO.- Se atrevió a decir que Santa Teresa y Sor María de Jesús Agreda, han visto visiones y recibieron revelaciones porque no duermen y porque ayunan demasiado, en otras palabras calificándolas de locas. ¿No le sirvieron de nada todos los decretos de excomunión que le han calificado de hereje y apóstata?
HIDALGO.- Como católico me duelen esas palabras; pero en los primeros siglos del Cristianismo cada uno de los Padres enseñaron doctrinas contrarias a las de la iglesia moderna.
Tengo que dejar esto en las manos de Dios. Si he lastimado a la Iglesia, me doy cuenta de que mucho más ha lastimado la Santa Madre Iglesia a mi pueblo: evangelizamos a filo de espada, en 300 años dudo que le hayamos enseñado a leer a una docena de indígenas, seguimos prohibiendo la lectura de la Santa Biblia en la lengua del pueblo, somos dueños y usufructuarios de casi el 80% de las propiedades y fincas del reino, no hay lugar en el mundo donde la iglesia tenga más fincas, propiedades y tierras que en la Nueva España, somos el más grande prestamista del planeta, siempre hemos estado pegados al poder y en contra de los ciudadanos.
No tengo nada contra los verdaderos sacerdotes que viven al lado de su pueblo. Los que me ven como enemigo son los españoles del alto clero, interesados en conservar los privilegios de la iglesia y seguir explotando sus propiedades; pero los curas de pueblo son obligados a vivir en la miseria y forzados a cobrar diezmos, cobrar la impartición de sacramentos, aumentar los donativos de los pobres y conseguir que los ancianos hagan testamento a favor del alto clero. Si México deja de alimentar al monstruo, Roma se desploma.
NEMESIO.- ¿Por qué no se reconcilió con la iglesia? Tuvo la oportunidad cuando le visitó el fiscal del Santo Tribunal.
HIDALGO.- Ya se lo dije: han usado la excomunión para amedrentar a los incautos y aterrorizar a los ignorantes. Han echado sobre mi sus instrumentos de opresión espiritual y toda especie de medios para sostener el despotismo español.
Su único dios es el dinero y por eso nunca se pondrán del lado del pueblo y siempre justificarán las atrocidades de los gobernantes. Si Dios puede perdonarme, la iglesia jamás lo hará. Prefiere el camino de la prisión, tormentos, muerte y confiscación de bienes.
NEMESIO.- Su rebelión será tratada como todas las rebeliones. Usted y todos los que le sigan morirán.
HIDALGO.- Esto se lo digo como ciudadano y como soldado del pueblo. Los conquistadores sembraron el odio y derramaron sangre. Traté de contener a nuestra gente; y hubo abusos, porque es imposible contener los sentimientos y acciones de un pueblo que se levanta contra la opresión de tres siglos.
Nuestros indios, despojados de sus tierras, son explotados como peones, más que antes. Los peones indígenas se están muriendo de hambre. Las largas jornadas con salarios miserables los mantienen en la pobreza extrema y los condenan a la miseria permanente. Trabajan bajo el látigo desde antes que sale el sol hasta después que se pone. La iglesia y el gobierno saben cómo los nuevos dueños de la tierra tratan a los peones de las minas, el campo y los obrajes… y callan.
Ustedes se apropian y se llevan las riquezas de esta patria. Nos han sofocado y exprimido de todas las formas posibles. En los juicios, no importa quién tenga la razón, las sentencias son siempre favorables a los españoles peninsulares. El poder político está en manos de unos cuantos. La clase gobernante es parasitaria y despótica. Todo favorece a la corona española y nada a la colonia.
Yo hice lo que pude en San Felipe de los Herreros y en el pueblo de Dolores, y establecí talleres de telares, de artesanías, herrerías, carpinterías, talabarterías y varios planes de agricultura.
Pero un solo hombre no puede contra la fuerza apabullante de 300 años de conquista.
NEMESIO.- Don Miguel, ¿no entiende que quitar la esclavitud daña el comercio, la agricultura y la economía de España y la Nueva España?.
HIDALGO.- Los indios y mestizos están dispuestos a recobrar lo que les fue quitado por la fuerza. Este movimiento cambiará la historia. Con sus acciones el pueblo mexicano escribirá una nueva historia en esta América.
NEMESIO.- Se equivoca, la historia la escriben y la han escrito siempre los conquistadores, la iglesia y los que estamos alrededor del poder.
Nosotros creamos las verdades históricas necesarias para sustentar nuestros intereses. Y ya me cansé de estar discutiendo con usted.
(Gritando) Callamos lo inconveniente y falseamos lo que sea necesario. Y para eso tenemos el apoyo de los expertos de la iglesia.
HIDALGO.- Pues no podrán ocultar que han usado la iglesia para mantener a los mexicanos en la ignorancia y la miseria.
NEMESIO.- Dios está con los españoles, con la raza blanca, con el ejército del rey, con el mejor armado. Usted es un enemigo del rey y un peligro para la iglesia. Por eso la iglesia ya lo ha juzgado, lo ha excomulgado, lo ha condenado a muerte y confiscación de sus bienes, y le despojara de su oficio sacerdotal.
Los saqueos y matanzas que hizo en Guanajuato, Valladolid y Guadalajara son razones más que suficientes para llevarlo al paredón de fusilamiento. Un comandante supremo siempre es responsable de lo que hacen sus soldados. Y esos actos de bandidaje son inexcusables. Morirá usted y luego perseguiremos y mataremos a los rebeldes, hasta que queden solamente los rebaños.
HIDALGO.- Somos muchos. Tendrá que matarnos a todos.
NEMESIO.- Lo haremos, de uno por uno, de 20 en 20, de 50 en 50, solos o en montón.
HIDALGO.- Nuestra lucha ya no la para nadie.
NEMESIO.- Se para sola, Don Miguel. Usted ya tiene dos meses aquí en la villa de Chihuahua y no ha habido ninguna protesta. La gente de Chihuahua es cobarde. Nadie quiere arriesgar el pellejo, Nadie se atreve a leer un autor que esté en la lista de libros prohibidos. Entre la iglesia y la milicia los tenemos muy bien controlados. Aquí fuera tengo cien soldados de guardia, día y noche.
HIDALGO.- General Salcedo, esta es una guerra por hambre; pero más que nada es una guerra por la libertad, por la justicia, por la educación y por el progreso de las familias de esta tierra.
Muero yo; pero siguen en la lucha Morelos, Rayón y muchísimos miles. No podrán matarnos a todos.
NEMESIO.- (A carcajadas) No importa quién gane en una revolución. Los que realmente ganamos siempre somos los militares, los ricos y el alto clero. Siempre encontramos la forma de dominarlos, neutralizarlos y mantenerlos bajo control, sea por medio de las desapariciones, el terror, el crimen o el adoctrinamiento religioso.
Usted pensó en establecer un congreso con representantes de todas las regiones de la América. Pues déjeme decirle que nosotros estaremos en ese congreso, nosotros, nuestros hijos, nuestros nietos y nuestros lacayos.
HIDALGO.- La libertad y el gobierno propio son derechos de todas las naciones. Así como España pudo liberarse de la opresión árabe, y ahora lucha por desterrar el ejército de Napoleón Bonaparte, y así como las colonias americanas del norte se despojaron del dominio de Inglaterra hace 35 años, igualmente la nación mexicana y toda América tiene que ser independiente y gobernada por sus mejores ciudadanos. Todas las provincias, ciudades y pueblos quedarán libres del dominio español.
NEMESIO.- ¿Quién le ha hecho juez para juzgar y asegurar que independizarse de la península será benéfico para la Nueva España?
HIDALGO.- Lo digo así por el derecho que tiene todo ciudadano de rebelarse cuando ve la patria en riesgo de perderse. La libertad es un patrimonio que por ley natural le pertenece a todos los pueblos de la tierra.
NEMESIO.- Pero la libertad no la merecen los pueblos débiles, divididos y conquistados. La libertad es solamente para los pueblos fuertes y los espíritus indomables. Y la soberanía es facultad de reyes, no de un simple ciudadano.
HIDALGO.- El pueblo está despertando de esta angustiosa pesadilla. El torbellino de la libertad arrasará la soberbia y la ambición de los conquistadores, la avaricia insaciable e inhumana de la religión, y dejará esta nación fértil para la justicia e igualdad de los mexicanos, para que disfruten plenamente de los derechos humanos, para pensar, hablar, emprender y crear un futuro ansiado universalmente, sin privilegios para unos cuantos, con oportunidades para todos…
NEMESIO.- Basta de discursos inútiles señor Cura. Por su bien y por la patria y para que tal vez logre usted una pizca de la misericordia de Dios y pueda escapar de las llamas eternas del infierno, le ordeno que escriba una retractación y exija a los insurgentes que depongan las armas.
Aquí hay papel en blanco para que por escrito, de su puño y letra, renuncie a la causa de los insurgentes, y en este otro le anotamos los puntos principales que debe mencionar: se va a mostrar arrepentido de haberse sublevado contra España, que le duelen en extremo sus errores, que siente cercano el juicio de Dios y tiene que abrir el corazón para escribir lo que realmente piensa y que denuncia sus propios errores y pecados al haber encabezado la insurrección, que nadie como usted ha hecho tanto mal a la patria, derramado tanta sangre, destruido tanta propiedad y perdido tantas almas.
Le pedirá a los insurgentes que entreguen sus armas, que perdonen también como lo dispone nuestra santa religión. Les pedirá que no sigan, que regresen a sus casas, que no hagan más daño a nuestra América, que honren al rey porque el poder que tiene le ha sido dado por Dios, que quien resiste a las autoridades está resistiendo a nuestro Señor Jesucristo, que echen sus armas a los pies del trono sin temer las prisiones y la muerte sino solo a aquel que tiene el poder de echar sus almas en el infierno; que la adoración es para Dios y la obediencia para las autoridades; que bendice la prisión en la que está y que besa sus cadenas; que le aterra la sangre que ha derramado y que recibe gustoso lo que merecen la herejía y la rebelión porque con ello se cumple la justicia de Dios y la de la patria.
Dígales que sabe que ofendió al Dios omnipotente, al soberano, a los europeos y a los americanos; que se cumpla en usted la justicia; que se detenga de inmediato la insurrección, que abjura, detesta y retracta cualquier palabra que haya dicho en contra de Nuestra Santa Madre Iglesia.
Le pedirá perdón a Dios, a la Santa Iglesia y a la Santa Inquisición, por su rebelión contra la autoridad del rey. Usted adórnele como quiera; pero eso tiene que escribir y firmar.
HIDALGO.- Don Necio…
NEMESIO.- “Nemesio”, Nemesio Salcedo, Comandante General de las Provincias Internas de la Nueva España (gritando).
HIDALGO.- Muchos antes de mi se sublevaron,
A sangre y fuego fueron reprimidos
vencidos por la espada y con las balas,
El pueblo quiso hablar y lo callaron,
Yucatán, California, Real del Monte,
San Miguel, los San Luises, Guanajuato,
Tepic, Machetes y hasta la Gran Puebla,
Que muy pronto en el gobierno temblarán,
Somos más los rebeldes que las balas,
Que ni el rey ni los ricos ni la iglesia
Podrán aprisionar la libertad.
La corona aumentó sus armamentos,
Y el pueblo se encuentra desarmado…
NEMESIO.- (Interrumpe) Así tiene que ser, Miguel Hidalgo
Ustedes son un pueblo conquistado
Y sería una locura permitir
Que se armen las familias de los pueblos:
La indiada se echaría sobre nosotros.
Debemos mantenerlos desunidos
Sin armas, ilusiones o esperanza,
Sin libros, sin escuelas, ignorantes,
Engañados, fanáticos, hambrientos,
Sea con la Guadalupe o la Remedios
Cobardes, resignados, religiosos.
Es el plan del gobierno y alto clero.
Usted es solo un cura alborotado:
Su cabeza caerá y caso cerrado.
Todavía están calientes esos cuerpos
De Allende, Aldama, Jiménez, Santamaría
Y de su hermano Mariano
Pasados por las armas hoy temprano.
HIDALGO.- No firmaré nada. No voy a hacerle más fácil el trabajo de apagar la insurrección.
NEMESIO.- Ya es hora de que entienda que los súbditos del gran monarca que ocupa el trono de España nacieron para callar y obedecer, y no para opinar en los asuntos del gobierno.
HIDALGO.- No reconozco más autoridad que el sentir del pueblo mexicano. La soberanía de la patria le pertenece a los ciudadanos.
NEMESIO.- Hágalo que firme. (Nemesio le entrega el escrito y los papeles en blanco a Melchor Guaspe. Hidalgo los pide a Melchor. Los rompe y los arroja a Nemesio).
(Ordena enrabiado a los soldados).
Síganlo golpeando, a ver quién se cansa primero. Nomás no lo maten. Tiene que llegar vivo al paredón.
(Soldados sacan arrastrando a Hidalgo)
NEMESIO.- (Hablando solo). No habrá perdón. Sólo un castigo ejemplar. El pueblo se aplacará cuando vea que sus líderes han sido fusilados o inmovilizados en prisiones inescapables. No quedará una sola cabeza del movimiento de independencia.
Los españoles somos superiores. La nación mexicana fue creada para servir al hombre blanco. Tienen alma de esclavos y su destino será siempre ser esclavos.
Qué equivocado está Miguel Hidalgo. Nosotros seguiremos aquí para siempre, españoles e iglesia, adueñados de la tierra, las montañas y planicies, de las fincas y riquezas, y aunque pasen cien, doscientos años, la gente del pueblo seguirá temblando cada vez que escuche los nombres de Creel, Muñoz, Salcedo, Sisniega y Terrazas.
TELON.
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