Con pruebas realizadas a un lingote de Oro hallaron que se trata de material azteca que data de la “Noche Triste” de Hernán Cortés.
Recibidas por Moctezuma a regañadientes, las fuerzas de Hernán Cortés rápidamente tomaron prisionero al emperador.
Posteriormente, obligaron a los aztecas a derretir tesoros para crear lingotes de oro, pero cuando los residentes de la ciudad se levantaron contra ellos, los españoles se vieron obligados a huir, dejando atrás a muchos de sus hombres y gran parte de su tesoro.
Los españoles, aliados con otros indígenas, regresaron en 1521 para completar su conquista de la ciudad.
Estudios realizados con tecnología de punta confirmaron que un tejo de oro hundido hace 500 años en los canales de Tenochtitlan es un vestigio del expolio español correspondiente a la “Noche triste”, informó este jueves el INAH.
En un comunicado, el INAH señaló que entre los episodios del proceso de Conquista que serán rememorados este 2020 figura la llamada “Noche triste”, como se conoce a la derrota sufrida por los soldados de Hernán Cortés y sus aliados a manos del ejército mexica el 30 de junio de 1520.
El director del Proyecto Templo Mayor del INAH, Leonardo López Luján, explicó que pese al sitio del hallazgo al norte de la Alameda Central de Ciudad de México en marzo de 1981, en correspondencia con la ruta de la fuga de Cortés, y las características de la barra metálica, que coinciden con las referidas en fuentes históricas, se estimaron necesarios nuevos estudios.
El arqueólogo explicó que desde mediados de la década de 1970 se han efectuado estudios sistemáticos de la composición química de varias colecciones arqueológicas, “poniendo énfasis en su contenido porcentual relativo de oro, plata y cobre”.
En comparación con la de otras áreas mesoamericanas como la maya (objetos extraídos del Cenote Sagrado de Chichén Itzá) o la mixteca (Valles Centrales), las piezas de oro recuperadas en las excavaciones del Templo Mayor cuentan con los menores porcentajes de cobre.
Sobre el estudio del “tejo de oro”, señaló que para ello y con la ayuda del doctor José Luis Ruvalcaba, del Instituto de Física de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), se usó el equipo portátil bautizado como “Sandra”, dotado de Fluorescencia de Rayos X (XRF), “una probada técnica multielemental de alta sensibilidad, no destructiva, no invasiva y sumamente rápida”.
Señaló que en fechas recientes se realizaron 23 lecturas de XRF en regiones distintas de la pieza y se descubrió que es muy homogénea químicamente, con una composición promedio de 76,2 % de oro, 20,8 % de plata y 3 % de cobre.
“Si se comparan estos valores con los consignados en la gráfica de zonas geográficas mesoamericanas de uso, nos percataremos que el lingote se sitúa dentro del grupo de piezas recuperadas por el Proyecto Templo Mayor”, precisó el doctor López Luján, citado en el boletín.
“Más interesante aun es que se localiza perfectamente en la región ocupada por nuestras piezas más tardías, las de la etapa VI (1486-1502 d.C.), y particularmente por las halladas en torno al monolito de la diosa Tlaltecuhtli, como es el caso de las ofrendas 122, 123,125 y 149. Lo anterior es significativo, pues el lingote habría sido fundido entre 1519 y 1520 d.C.”, detalló.
El lingote, de 1,93 kilos, fue descubierto a mediados de 1981 durante la construcción de la Banca Central (Bancen). Uno de los trabajadores, Francisco Bautista -quien falleció en 2019 y tuvo la oportunidad de participar después en varias excavaciones arqueológicas- lo encontró a 4,8 metros de profundidad y se encargó de entregarlo a los arqueólogos.
Lo interesante es que la ubicación del hallazgo concordaba con el camino seguido por Cortés y sus hombres en la “Noche triste”.
López Luján resaltó que este lingote es una pieza “clave” en el rompecabezas de ese suceso histórico, pues coincide con la descripción que Bernal Díaz del Castillo hizo de los “tejos de oro” que se obtuvieron de la fundición del “Tesoro de los antepasados de Moctezuma”.
“Bernal refiere que los tejos medían tres dedos de ancho, equivalente a 5,4 centímetros, y aunque no lo crean, eso mide el lingote hallado en 1981”, dijo el arqueólogo.
Asimismo, en el Códice Florentino se asienta e ilustra que, una vez consumada la venganza, los mexicas regresaron a los canales a buscar los objetos expoliados y es curioso que uno de ellos aparece portando una espada en la mano derecha y un “barrete de oro” en la izquierda”.
López Luján indicó que el “tejo de oro” se exhibe hoy en el Museo Nacional de Antropología “como dramático testigo material de la Conquista española y testimonio arqueológico único de la llamada Noche triste”.