“Las energías limpias son un sofisma”, dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador. Entonces, por obvias razones, resulta indispensable hablar de sofismas. Y al hablar de sofismas, también es indispensable hablar sofistas y sofistería.
“Sofisma” se refiere a la razón o argumento falso con apariencia de verdad, “sofista” a la persona que se vale de sofismas, y “sofistería” al uso de raciocinios sofísticos; es decir, al uso del lenguaje y las palabras para influir en los ciudadanos con el fin de modificar sus hábitos mentales.
Con ese contexto, no es difícil constatar que el presidente López Obrador no solo sabe de sofismas, sofistas y sofistería (no de teorías y filosofías, solamente de términos), sino que también los lleva a la práctica. Pero como bien lo decía Aristóteles: los sofistas, en sus disquisiciones, se revisten de la apariencia de filósofos.
Y es que cuando el presidente López Obrador dijo que “las energías limpias son un sofisma” y que “lo que se necesita es comprar más carbón”, incurrió en sofisterías. Cosa que, por cierto, no resulta extraña en él porque, si hablamos de sofismas, usar sofismas es su pasión y su especialidad.
Cabe aclarar que, de lo que dijo el Presidente, no es una mentira que en sexenios anteriores inmediatos se haya impulsado fuertemente el desarrollo de energías limpias (o renovables), ni tampoco que ciertas empresas privadas pudieron haber cometido abusos. La sofistería en la que -en esta ocasión- incurrió el presidente López Obrador radica en que su argumento, con apariencia de verdad, es totalmente falso porque -para no pocos- es bien sabido que en su afán de “rescatar” a Pemex y a la CFE, el Presidente se “peleó” con las energías renovables.
En esa absurda pelea, el presidente López Obrador dio su primer golpe cuando instruyó a la CFE a reanudar la compra de carbón para generar electricidad; el segundo golpe lo propino cuando, usando como argumento la pandemia por Covid-19, bloqueó importantes proyectos existentes en materia de energía eólica y solar; y un tercer golpe (seguramente no será el último) lo propinó precisamente al usar el sofismo de decir que “las energías limpias son un sofisma” y que por eso no dará un paso atrás para rescatar a Pemex y a la CFE sin importar que utilicen carbón (combustible fósil que más contribuye al cambio climático y que provoca que las centrales termoeléctricas a carbón sean la mayor fuente de emisiones de CO2 producidas por el ser humano).
Por eso y muchas cosas más, es que es difícil no coincidir con Denise Dresser cuando dice que el presidente López Obrador es el “el Sofista en Jefe, el Sofista Mayor, el Señor de los Sofismas”.
En esta ocasión, concluyo citando lo dicho alguna vez por el abogado, diplomático, teórico político, líder del movimiento por la independencia de los Estados Unidos de América y segundo presidente de dicho país, John Adams: “El abuso de la palabra ha sido el gran instrumento de la sofistería y artimañas -de partido, facción y división en la sociedad-“.
Aída María Holguín Baeza
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