Pese a la victoria en 14 de los 22 distritos que estaban en juego para la reconformación del Congreso del Estado, aritméticamente falló un poquitín la alianza del PAN con el PRI. Esperaban en conjunto un mínimo 640 mil votos en la entidad para la disputa de las diputaciones, pero apenas rebasaron los 570 mil sufragios.
La votación efectiva del albiazul y el tricolor cayó entre la elección de 2021 y la de este año. Proyectaron los constructores de la alianza que los resultados electorales de Morena, en la comparación entre 2018 y los de hace tres años, irían a la baja, pero fallaron desde su planteamiento inicial.
No sólo no siguieron cayendo los números morenistas, sino que repuntaron hasta adjudicarse casi toda la votación extra esperada en el estado en una elección presidencial. Ganó la 4T nuevos votos, pero también los que consideraban duros priistas y panistas.
“Hay un voto oculto”, argumentaban los prianistas sobre su desventaja en las encuestas. Y sí había, pero también era a favor de Morena.
La mala proyección fue contagiada desde la coalición nacional que postuló a Xóchitl Gálvez, una vez que los dirigentes nacionales del PRI y el PAN, Alejandro “Alito” Moreno y Marko Cortés, acapararon las posiciones plurinominales seguras, con lo que comenzaron a cimentar la derrota en las urnas.
A nivel estatal, los líderes partidistas Alejandro Domínguez y Gabriel Díaz confiaron en una sumatoria que ahora vemos fue totalmente irreal: meras cuentas alegres que dejaron fuera del análisis, entre otras cosas, la popularidad que mantiene Andrés Manuel López Obrador y el impacto favorable de su política social que, cuestionada y todo por su carácter asistencialista, ahora es bandera de todos los partidos.
Así, los estudiantes que trabaron los detalles de la alianza PAN-PRI, más el PRD en calidad de muerto viviente, terminaron reprobados en matemáticas electorales, salvo por algunos triunfos territoriales nada despreciables, que de no de haberlos logrado los tendrían en calidad de minipartidos, como quedaron en otras partes del país.
La fortificación de la capital con Marco Bonilla y de los bastiones regionales más poblados -con excepción de Juárez, por supuesto- le permitieron a esa coalición entregar algunas cuentas favorables.
Los distritos ganados por el prianismo tienen su origen en la retención de Chihuahua, Delicias y Cuauhtémoc, además de la recuperación de Parral, donde los equinos excesos de Alfredo Lozoya, exindependiente y ahora naranja esperanzado en una pluri federal, ayudaron a esa sociedad PRI-PAN a tener cuando menos la apariencia de ventaja en la pelea por el control del Congreso del Estado.
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En contraste con la baja en la votación del PRIAN, Morena y su incómodo aliado, el Partido del Trabajo, recogieron 687 mil votos en la batalla por las diputaciones locales.
El Partido Verde, aliado a nivel nacional, no entró en la ecuación estatal por una pésima decisión visceral de la dirigente guinda, Brighite Granados. Ella busca ahora como desesperada volver a acercar al nieto del exgobernador Teófilo Borunda, Octavio Borunda, capitán del PVEM, quien llegará a una curul plurinominal sin compromiso político formal con el morenismo.
Pese a la cantidad de votos que le arrimó a Morena la candidatura presidencial de Claudia Sheinbaum, apenas logró el triunfo en ocho de los 22 distritos, lo que le da por la vía directa una primera minoría, pero por la vía plurinominal puede darle un mayor peso, capaz de desbaratar la mayoría calificada que requiere la administración estatal para transitar en su segundo tercio del sexenio estatal.
Ciertamente, el poderío morenista está limitado territorialmente a la frontera, donde Cruz Pérez Cuéllar llegó a la casi inalcanzable suma de 350 mil votos. Su penetración en el resto del estado no es comparable a las aplanadoras regionales que tuvo el partido por casi todo el país.
Si bien los triunfos o avances en votación que tuvo el morenismo en los 22 distritos y los 67 municipios del estado le dan una expectativa de posicionamiento, no son garantía de ello. Pueden verse en el reflejo de priistas y panistas que quisieron tomar como tendencia lo que en realidad es producto de coyunturas.
Con los números arrasadores y el exceso de futurismo, el alcalde Pérez Cuéllar y sus amigos ahora senadores por mayoría, Andrea Chávez y Juan Carlos Loera, quedaron en calidad de precandidatos a la gubernatura para 2027, lo que en los hechos está supeditado al papel que haga cada uno, así como al desempeño y desgaste que tenga para entonces la primera presidenta de México.
Antes de futurear de más, falta la última pelea del proceso electoral, compuesta por las impugnaciones en tres distritos, aunque el que está en situación más compleja sólo es el primero, con cabecera en Nuevo Casas Grandes; y por el reparto de las 11 diputaciones plurinominales.
En el distrito que disputaron Alma Yesenia Reyes del PRIAN e Ilse América García Soto por Morena-PT, la ventaja de la primera es de apenas 440 votos. Es la votación más reñida del estado y la que habrá de defender el bloque albiazul-tricolor con uñas y dientes, como si la vida les fuera en ello.
Aunque hay una extensa variedad de escenarios para el reparto plurinominal, porque deben tomarse en cuenta las figuras de sobre y subrepresentación, así como la conformación equitativa de mujeres y hombres en la legislatura, los números de cómo quedaría el Congreso del Estado tienen ya cierta claridad.
Si prevalece el triunfo prianista en los 14 distritos, PRI y PAN juntos rebasarían apenas la mayoría simple, con 18 de 33 potenciales votos, con los ganados en tierra y cuatro plurinominales más obtenidos en la primera y la segunda rondas de las asignaciones. Morena y PT, con esas dos rondas, alcanzarían 10 curules en conjunto, en tanto que MC tendría también dos y el Partido Verde una.
Repartidas nueve de las 11 posiciones plurinominales en las dos rondas, las últimas dos plurinominales serían el objeto de una pelea mayor. Morena, por su nivel de votación, exigiría ambas posiciones, para tener una bancada de 12 integrantes, con el alegato de que quedaría subrepresentado; en tanto, el PAN pelearía cuando menos una de esas dos.
Así, el PRIAN, dando por sentado que prevalecerá la alianza electoral en el terreno legislativo, podría quedar con una bancada de 19 o de 18 integrantes.
En el primer supuesto, con 19 posiciones de 33, el bloque tendría posibilidades de lograr mayoría calificada para votaciones constitucionales con los votos de MC y el Verde; en el segundo supuesto, tendrá que olvidarse de la calificada, a menos que Palacio de Gobierno logre un nuevo entendimiento con la oposición morenista.
Morena, por su parte, quedaría entre 11 y 12 integrantes, dando por sentado que el PT permanecería de facto como parte de dicha bancada. La primera no sería problema si el prianismo conquista los votos naranja y verde; la segunda sería un freno de mano a la gestión estatal.
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Las variables para la definición de las plurinominales y el destino de las impugnaciones, que todavía puede modificar los números finales, anticipan que la decisión no estará en el Tribunal Estatal Electoral, mucho menos en el Instituto Estatal Electoral, a cargo de validar la votación y hacer las asignaciones.
La última palabra, pues, estará en Guadalajara, en la sala regional del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, dado que cualquier resolución a nivel estatal causará la impugnación de uno u otro bando en la pelea. No es menor el objetivo que persiguen como para creer que quedarán conformes.
En este marco, cobra especial relevancia la permanencia de la alianza del PAN con el PRI. Si bien no resultó como esperaban en materia electoral, ahora es vital especialmente para el albiazul, porque en bloque logra una mayoría simple indispensable para algunas decisiones, pero por separado ni eso alcanzaría.
Si en el plano electoral la coalición era vista como un invento imposible dada la unión de dos rivales históricos, ahora es necesaria para que puedan subsistir los dos partidos que casi terminaron muertos en el proceso electoral.
Llevar la coalición de la elección al gobierno, como ha sido de facto desde que comenzó a concretarse el matrimonio prianista, no sólo es necesario para la administración estatal, es indispensable para el segundo tramo del sexenio y la preparación de la sucesión.
El costo político de cada voto indudablemente habrá de encarecerse para la disminuida bancada panista. Los aliados del PRI ya cobraron con posiciones municipales, distritos locales y federales, pero la mayoría calificada habrá de cotizarse más alto. Eso sin contar los volteados que surgen en cada legislatura en algunas bancadas.
Con cualquier escenario de reparto pluri final, la operación política que realice Palacio de Gobierno y quien ponga a coordinar la bancada, deberá ser por demás eficiente, más de lo que hasta ahora se ha visto porque la oposición estará tan empoderada que puede representar más que un simple dolorcillo de cabeza.
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