Dispensa el críptico saludo pero, con la confianza y los años que llevo de conocerte creo que debería ser un saludo cordial, liso y llano y, sin embargo, simplemente no puedo.
No puedo, Carlos, porque tu proceder, en el transcurso de los últimos meses, si no errático, podemos decir que es, en mucho, tortuoso, oscuro, confuso y equívoco.
No voy a hacer alusión a tu labor en las entrañas del CEN del PAN a donde te llevó tu cercanía con el actual Senador Gustavo Madero. Hacerlo, sería un exabrupto de mi parte porque nada sé de tu participación, si la hubo, en esa trama llena de excesos conocida vulgarmente como “moches” y que caracterizó el régimen de tu mentor a la cabeza de las filas del Partido. Insinuar que tus conocimientos administrativos y financieros constituyeron el pivote sobre el cual giró esa sucia historia me parece de mal gusto, por eso no lo haré. Pero no es posible intercambiar mi silencio por el tuyo.
No, Carlos, no es posible. No hagas que cobre sentido el viejo refrán de que quien calla otorga; y menos cuando, públicamente, negaste, vía tu cuenta de Facebook, que tu conducta fuera ilícita e indebida pero no que hubieras participado activamente en los hechos denunciados.
No des pábulo, Carlos, a que se diga de ti, al amparo de ese desgobierno del que formas parte, que vas a salir igual que los otros: cobarde y sin pantalones para encarar los tropiezos, yerros y dislates que un día sí y otro también han protagonizado, protagonizan y (por cómo se ven las cosas) van a seguir protagonizando, los personajes que te rodean en esa subsecretaría de Estado que te ha hecho chile de todos los moles siempre que se trata de impulsar la desmedida ambición del Senador Madero y tiznar la borrega a María Eugenia.
No basta que afirmes, Carlos, que tú (como el negro Tomás) eres blanco y puro y que somos los demás un montón de malpensados de mente cochambrosa, pues —lo reitero—, hay muchas cosas pendientes de responder: ¿qué tenías tú que ver en ese ballet de coreografía perfecta que involucra a un Ministerio Público, a la Directora del Registro Civil y a un Subsecretario de Estado? Si Inés Martínez puede afirmar que era amiga íntima de Pablo el investigado, no se pude afirmar eso de ti y lo sabes, ¿o sí? ¿Cómo explicas esa danza entre investigadores de la Fiscalía Anticorrupción y miembros del Ejecutivo estatal? ¿Y la autonomía de la primera? ¿Y el conflicto de intereses, suplente de Madero como eres?
No te puedes ir de rositas con eso de que agradeces las muestras de apoyo pretendiendo asegurar la sempiterna profesionalidad de tu conducta porque en este enojoso asunto hay muchas cosas qué responder; máxime cuando —insisto, Charly boy— no niegas estar implicado en los hechos y solo afirmas lo lícito de tu proceder.
Admite —si eres hombre, el hombre de bien que dices ser—, que tu silencio no le ayuda ni le abona a la justicia, ni a la transparencia, ni a la decencia pública, ni a la confianza en el funcionamiento de las instituciones; vamos, por no ayudar, tu silencio no te ayuda ni a ti. No seas tontito, Carlos, ni confirmes en los hechos lo que tu aspecto, poco refinado y mastodóntico, insinúa, a saber: que no tienes dos dedos de frente.
No te formes en la larga fila de toda esa gentuza que, antes de ti, se ha escudado en el silencio cómplice para no dar la cara y salir a defender —con las pruebas en la mano—, su inocencia o, por lo menos, lo legítimo de su proceder. No te achiques (aunque quisieras), ni te acorrales, ni te arrugues, ni te atarugues, ni te frunzas. Sal a dar la cara y a explicar tus hechos a detalle. Sólo así podrás limpiar tu deteriorada fama y, un poco quizá, demostrar la pureza de tus intenciones. Lo opuesto, lo que precisamente estás intentando hacer, emulando a los avestruces, no sirve para nada ni a nadie, repito.
Saludos y, como siempre en estos casos, nos vemos donde y cuando gustes, a ver qué sacamos en claro.
Luis Villegas Montes.