En los últimos años se ha convertido en un artículo de fe de la izquierda progresista que el anti-sionismo no es anti-semitismo y que es una calumnia asumir que alguien que odia a Israel también odia a los judíos.
No todos lo entienden.
Ni las personas que, ondean las banderas palestinas y corean “Mueran los Judíos”, de acuerdo a un testigo, han atacado a los judíos en un restaurante de sushi en Los Ángeles. Ni las personas que lanzaron fuegos artificiales en el distrito del diamante en Nueva York. Ni las personas que golpearon brutalmente a un hombre que vestía un kipá en Times Square. Ni las personas que manejaban por todo Londres insultando a los judíos y gritando “violen a sus hijas”. Ni las personas que se reunieron afuera de una sinagoga en Alemania gritando insultos. Ni las personas que, en una protesta en Bruselas, corearon “Judíos, recuerden Khaybar. El ejército de Mahoma está regresando”.
Tampoco lo han entendido las personas que han comentado en Twitter el hashtag “HitlerEstabaEnLoCorrecto”, incluyendo alguien que trabaja actualmente en la BBC, junto con el hashtag #Covid1948, una sugerencia que Israel es un virus que necesita curarse con los cohetes de Hamas como una “vacuna”.
En esta tormenta de odio, líderes políticos como el alcalde Eric Garcetti de Los Ángeles, el presidente Biden y el primer ministro Boris Johnson de Gran Bretaña han emitido declaraciones adecuadas condenando esos hechos.
Una respuesta a los ataques que he visto de la izquierda es que las agresiones contra los judíos son erróneas porque un estadounidense, o británico, o judío alemán no son responsables de las acciones que está tomando Israel. Eso es cierto y está bien pero no es suficiente.
El punto de vista anti-semitista del mundo siempre ha estado centrado en los judíos, en el sentido de que está obsesionado con el comportamiento de los judíos como el factor supremo en la vida política doméstica e internacional.
Últimamente, la izquierda ha sido terriblemente judeocentrista.
The New York Times