Lo almito, me equivoqué. Pero es así, porque a mis imberbes 57 años todavía soy joven e impresionable.
Queriendo creer a quienes afirman que AMLO es un genio, pensaba que el asunto de la sucesión en MORENA constituía un intrincado juego de espejos donde la astucia y sagacidad del presidente nos iba a deslumbrar y en un acto de prestidigitación inconcebible, mientras a nosotros, pobres mortales, nos distraía con Claudia, con la otra mano iba a destapar a su amigo del alma, Adán Augusto. Garantía, ése sí, de continuismo.
Pero no, como pudimos constatar el pasado miércoles, todo transcurrió como una multitud de duchos analistas políticos habían vaticinado: es Claudia.
Claro que al momento de escribir estos párrafos me siento como viajero por el centro del país (y por el norte y el sur y por todos lados) porque me asaltan. Me asaltan multitud de dudas: ¿Se va o no se va Marcelo Ebrard de MORENA? Si sí se va, ¿se va al Frente Amplio? ¿A Movimiento Ciudadano? ¿A Chihuahua a un baile? ¿Querrá venganza o se va como volvió el perro arrepentido (con el hocico partido y con el rabo entre las piernas)?
Cada una de estas interrogantes plantea un dilema. Un profundo y serio dilema.
Si no se va de MORENA… triste su calavera; tiene 63 años de edad y de aspirar, la siguiente elección lo hallaría ¡de 70 años! Si se va y no aspira a nada, INRI igual pues se iría cantándole (a sus aspiraciones a la presidencia de la República y a su actual partido) los versos célebres de Cruz de Olvido: “Con el atardecer/ Me iré de aquí/ Me iré sin ti/ Me alejaré de ti/ Con un dolor dentro de mí/ Te juro corazón/ Que no es falta de amor/ Pero es mejor así/ Un día comprenderás/ Que lo hice por tu bien/ Que todo fue por ti”.
Si sí se va de MORENA, tiene sed de sangre y se nos une en el Frente Amplio, listo, ¡ya casi ganamos! Pero si sí se va y se va enmuinado, pero no al Frente, sino a Movimiento Ciudadano, en la mádere, los del Frente no perderemos, pero se nos complica un poquito y al final terminaría por hacerle el trabajo sucio, y beneficiando, a su exrival (la simpática Claudia). Por último, si sí se va, se va ciego de rabia y no hace nada, seguro le va a dar una enfermedad de esas feas que le dan a uno porque se traga un coraje muy grande.
A diferencia mía (que no estoy gordo, sino lleno de preguntas), Marcelo la tiene muy fácil. Seguir de brazos y capa caída no le sirve a nada ni a nadie e irse a una oposición de mentiritas (como lo es Movimiento Ciudadano) es hacerle el caldo gordo a quienes lo traicionaron e intentan seguir viéndole la cara.Si en verdad es congruente, Marcelo tendría que salirse de MORENA y cobrar de facto la deuda histórica que Andrés Manuel tiene con él pues, sin lugar a dudas, el presidente se la debe. Si Marcelo es un patriota, tiene la obligación de apoyar la única candidatura (la de Xóchitl Gálvez) que tiene posibilidades de descarrilar, antes de que se descomponga del todo, el tren en que recién se acaba de montar Claudia y que lleva al país con rumbo al carajo.
En suma, si Marcelo es un hombre inteligente, íntegro y alto de miras, deberá darse cuenta de que lo estafaron, de que no tiene ya posibilidades de ser presidente de la República, pero que su sacrificio puede volverse una victoria moral que lo sitúe en un destacado lugar en la historia de México. Es necesario dar el ejemplo.
Marcelo puede pasar de ser un héroe idiota o un tonto útil, a un ciudadano de primera categoría, capaz de anteponer sus maltrechos intereses personales al servicio de una causa más noble —la de la democracia— ni más ni menos. Marcelo en el Frente sería, si no garantía de victoria, el equivalente a una bocanada de aire fresco en una lucha que, por donde se le mire, se antoja difícil, aunque no imposible de ganar. De la indigna mediocridad de una venganza inservible o de una vergonzante sumisión, Marcelo puede llegar a ser uno de los actores principales en esta epopeya que está gestándose.
Con una elección de Estado como la que se fragua, con una activa participación del narco que todo mundo damos por sentada, con una traición a México en puerta como la de Movimiento Ciudadano (de la que nadie duda), con un clientelismo político que tenía décadas sin verse en tierras mexicanas, un aliado como Marcelo sería clave en este esfuerzo descomunal por vencer al que ha sido el movimiento político más peligroso e inicuo de la historia reciente, y lejana, en nuestro país. En democracia, y por definición, nadie sobra.
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