¿Vamos perdiendo la
libertad individual para ceder
a la equidad masiva?
Desde la clasificación de homo sapiens, homo erectus o habilis hasta homo videns, aparecieron después varias versiones de diferentes tipos de hombres surgidos entre la fantasía y leyendas que va desde hombres-lobos y hombres-polilla hasta la creación de personajes superhombres como el hombre murciélago o de acero hasta las últimas definiciones para describir el carácter y los hobbies, como el hombre light y hombre digital.
Independientemente de esas encasilladas categorías, existen estudios centrados en analizar y comprender el comportamiento del hombre ante escenarios masivos y públicos. La piscología y la sociología hace varias décadas despertaron la inquietud en conocer lo que fluye en nuestro cerebro y pasión para comprender tantos secretos escondidos en los pliegues de los hemisferios cerebrales.
Desde el francés Gabriel Tardé que una de sus conclusiones fue que el comportamiento de los criminales obedece a dos razones muy claras: imitación y contagio. El delincuente actúa bajo el influjo de otros para cometer delitos y su recurrencia se da por el ambiente en el que vive.
Otro francés, Gustavo LeBon en su obra clásica Psicología de las Multitudes desarrolló su teoría del “alma colectiva” para explicar el fenómeno de cómo nuestros comportamientos cambian cuando estamos acompañados y cuando actuamos solos. Varios individuos cuando se reúnen conforman una alma colectiva que es irracional por lo que se entiende que las masas no pueden actuar con inteligencia, porque obedecen a actitudes contagiosas, desarrollan sentimientos de omnipotencia y pierden la identidad entre la multitud.
Estas conclusiones son de hace más de un siglo, pero el hombre sigue siendo hombre y sus comportamientos son similares de ese entonces para acá con el ingrediente especial de que las redes sociales han detonado la figura del hombre masa u hombre electrónico, que ha ido perdiendo la libertad individual en aras de vivir en una burbuja colectiva, donde la persona no cuenta porque el concepto de equidad e igualdad opaca y desfigura.
Ya no hacen falta las grandes concentraciones multitudinarias donde la masa actuaba al unísono como un solo hombre manipulado por una persona o un gobierno, una idea exótica o un medio de comunicación. La era de las grandes ideologías -comunismo y fascismo- fueron las ideologías manipuladoras, que empoderaban a las multitudes y se apoderaban de calles, plazas o sedes gubernamentales para reventar e imponer la voluntad de un líder. Apenas hace poco, fuimos testigos de un caso similar con la toma masiva del Capitolio en Estados Unidos donde hordas enardecidas e irracionales destrozaban lo que encontraban en su camino. El prototipo del hombre masa mal “informado” e impulsado a través de redes sociales.
Antes, se habían corroborado comportamientos similares de imitación, contagio y alma colectiva según los franceses Tardé y Le Bon con experimentos modernos sobre la reacción del hombre común como la llamada teoría de las ventanas rotas.
Este ensayo partía de que, si un edificio tiene algún vidrio roto, los vándalos tenderán a romper otras ventanas más o hasta intentar entrar al edificio. Si se ven los vidrios impecables y completos, eso lo desinhibe. O bolsas de basura en una esquina invitan a depositar ahí más basura, en lugar de recogerla o evitar acumularla. Otra fase del experimento fue dejar un auto en las calles de una colonia peligrosa y con alto nivel de criminalidad y otro auto igual en una zona considerada acomodada y sin índices delictivos. En el primer caso, al auto experimento le retiraron las placas y abrieron una puerta. En 10 minutos ya estaba desvalijado mientras el otro auto en la zona rica seguía intacto. En esa zona pasó una semana y no sucedió nada, pero los responsables del experimento le quebraron un vidrio con un martillo y ya con ese daño, manos anónimas le hicieron lo mismo al auto abandonado en el barrio pobre: lo desvalijaron totalmente.
Aunque esto lo operan en estudios sobre criminalidad, el comportamiento del hombre masa es similar, aunque no hay que confundir que el término masa se refiere exclusivamente a personas sin preparación.
Raquel Nogueira[1] (2021) retoma la teoría del hombre masa del filósofo español José Ortega y Gasset[2] al señalar que es un individuo hecho de prisa, que no escucha nada, pero opina de todo y se ha posicionado como nunca en medio de la revolución digital y en el auge de los populismos.
Su exposición la hace a partir de la teoría orteguiana de que el hombre medio u hombre masa, ha perdido el uso de la audición porque no escuchamos al haber modificado formas de comunicación a distancia y a través de herramientas tecnológicas. Además de que la función de escuchar la hemos cambiado -por las redes sociales- al juzgar, sentenciar y decidir. Según Ortega: “no hay cuestión de vida pública donde no intervenga, ciego y sordo como es, imponiendo sus opiniones”.
Del hombre masa de Ortega al hombre moderno de Nogueira, éste “es el que vive con los cinco sentidos pendientes de una pantalla del tamaño de su mano en la que puede verter sus opiniones sin filtro”.
El hombre-masa en nuestro siglo equivale a los fanatismos ideológicos que han impulsado los gobiernos populistas para entronizarse en el poder, utilizando las redes sociales en sus celulares. Estos teléfonos han desplazado a los artículos de primer necesidad o de la canasta básica, que si bien no son alimento ni nutren, son implementos que regulan nuestro tiempo y ocio, nuestro espacio y trabajo, nuestras actividades y entretenimientos.
Junto a la compra de leche, pan, huevos y refrescos (o caguamas) una parte importante es para comprar “tiempo aire” o “datos” para traer saldo en el celular. Muestra de ello son las filas en tiendas de conveniencia para asegurar primero compra de “datos” que otros artículos.
Y si hay más recursos económicos se acude a los planes “atractivos” de tiempo. Esa dependencia no incluye solamente a determinadas personas o clase social o económica: es parejo y masivo.
Si antes la moda o determinadas canciones con estrofas repetitivas eran criticadas porque promovían una “masificación”, similar a la teoría de Gustavo LeBon, ahora como hombres-masa cargamos con nuestro grillete en la mano, sordos y ciegos, acatando consignas y adoptando gustos. Parece ya normal pasar horas al día, pegados al celular dando avance a fotos de Instagram o Tik Tok en inacabables jornadas. Pero es la moda del hombre-masa que ya no requiere estar entre una multitud.
Lo dice Nogueira: “actualmente, las redes sociales potencian la capacidad de manipulación y de difusión de lo peor que han tenido tradicionalmente los medios de comunicación de masas. Aunque se presentan como herramientas para una participación más amplia de los individuos en la opinión pública, ésta se fragmenta cada vez más en grupos que se conforman en sus propias creencias. El hombre-masa no ejerce como ciudadano porque se deja llevar por la masa y las redes sociales aumentan esa capacidad de influencia”.
De ahí, la consecuencia de que los hombres-masa conforman un “estado de masa” lo que hace perder la identidad. ¿Qué se puede esperar de nosotros cuando al despertar revisamos el celular, al ir al baño y a comer tenemos en nuestras manos o a la vista el aparato, que entre bocado y bocado abrimos cualquier plataforma para ver que llegó o qué hay de novedad?
¿Seremos el hombre-masa de nuestro siglo por las redes sociales que nos han cautivado, hecho perezosos, banales, conformistas, pero que queremos opinar de todo sin saber de nada?
El otro elemento es que iniciamos un proceso gradual de ir eliminando nuestro lenguaje para suplirlo, no por otro mejor, sino por términos vulgares y corrientes. Por las redes sociales se ha incrementado esa modalidad. Primero amparados en el anonimato se fueron incorporando insultos, ofensas, ataques, albures de mal gusto y luego se hizo de manera abierta y cínica sin ningún rubor ni por respeto a las personas que lo leyeran.
De la mentada de madre que quedó en un simple dicho de pequeños, se fueron agregando palabras fuertes y vulgares que solo se escuchaban en arrabales o cantinas, pero que los narcos hicieron populares en su lenguaje, mensajes y en sus corridos como el término del órgano sexual masculino. Hoy, en las redes es lo más común por Podcast, monólogos o canciones que lejos de elevar el nivel de contenido ridiculizan situaciones, etiquetan nuevos calificativos y aplican indistintamente y abusando de la audiencia.
Por eso, lo de hombre-masa….
Y si hay un reclamo, la respuesta es cínica, responden: así hablo yo y qué…. y si no te gusta, pues vete a checar tu mail….
Así responderían lamentablemente, pero seguiremos alelados y enajenados con el celular.
[1] NOGUEIRA, Raquel (2021) Larga vida al hombre masa, Ethic, https://ethic.es/2021/04/larga-vida-al-hombre-masa/
[2] ORTEGA Y GASSET, José (2019) La rebelión de las masas, editorial Época, México