¿En realidad estamos pensando o sólo recibiendo abrazos digitales…?
La hipnocracia es el poder de la hipnosis. La palabra «hipnosis» viene del griego hypnon, que significa dormir, soñar: algo que también puede provocar una actitud soporífera. Hypnos, dios del sueño, era, además, el hermano de Tánathos. La palabra “Tánatos” tiene un origen griego y significa “muerte”. En la mitología griega, Tánatos era la personificación de la muerte no violenta y, en la teoría psicoanalítica, se usa para referirse a la pulsión de muerte, opuesta a la pulsión de vida o Eros[1].
La hipnosis es una forma de muerte no violenta, de quedarse dormido, de estar relajado y el mundo digital es una nueva forma de hipnosis porque a través de la tecnología se disipan atención a personas, momentos y tiempos. Cuando se vive en una era donde la hipnosis controla las actividades, estamos entonces ante el poder de la hipnosis, que sería la hipnocracia.
Hipno de hipnosis y cratos o cracia de poder. Y la hipnosis es un estado de relajación que se puede confundir con pérdida de control de nosotros mismos o que el cerebro funciona en base a impulsos externos. Sería como una alternativa de la realidad o voltear a otro lado. La hipnosis la han hecho popular los magos del teatro como entretenimiento, pero en el fondo demuestran que la mente puede ser fácilmente manipulada por otra persona y que ahora, en la era de los dispositivos electrónicos como los teléfonos inteligentes fácilmente penetran hasta el inconsciente.
Tanto la tecnología digital como la inteligencia artificial plantean nuevos retos éticos y legales de lo que se conoce como neuroderechos de la mente en la era digital[2]. La neurotecnología son los dispositivos utilizados para acceder, investigar o manipular los sistemas neuronales y pueden ser invasivos como dispositivos que se implantan en el cerebro controlados por especialistas y su uso es voluntario atendiendo razones de terapia o curación, pero también están los dispositivos externos como gafas o diademas, muy comunes ahora, que se venden al gran público para “mejorar” el bienestar, pero pueden recopilar datos neuronales en grandes cantidades y captar señales cerebrales sin que el usuario entienda del todo qué se está midiendo.
Lo grave de estos dispositivos es que pueden captar emociones, lectura de pensamientos, identificación neuronal, inferencia emocional y manipulación mental sin consentimiento. Eso sucede en el autocompletado de un procesador de palabras cuando se está escribiendo en WhatsApp y apenas empieza uno a poner una palabra y de pronto aparece ya escrita. Un algoritmo que averigua nuestra actividad cerebral y sabe que es lo que queremos escribir.
La escritora Elvira Navarro[3] considera que “el ser humano y su razón están siendo desplazados por las máquinas, a las que erigimos como modelo y medida de todas las cosas. Endiosamos su autosuficiencia, su perfección y ese uso de las nuevas tecnologías alimenta un individualismo que elude el hecho de que somos animales sociales”.
De ahí, la normalidad de unos hábitos como “relacionarse con el mundo a través de las pantallas, pasar mucho tiempo a solas y rehuir la vida social, informarse a través de canales de internet (a los que llegamos sin discriminación alguna) a tener influencers como únicos referentes y consumir videos y reels donde el camino hacia el éxito se resume en una serie de recetas individualistas, robóticas y baratas”.
Con dos casos (reales) podemos ilustrar lo que significa la hipnosis tecnológica a través de redes sociales que en auxilio de inteligencia artificial estamos viviendo.
El 28 de febrero del 2024, Sewell Setzer, de 14 años, tomó una pistola calibre 45, se la puso en la cara, encerrado en el baño en su vivienda en el barrio de Windermere, Florida. Antes se tomó diez selfies y luego se disparó en la cabeza. El adolescente estaba perdidamente enamorado de su novia Daenerys Targayen[4].
La conversación quedó grabada en su teléfono:
“Te prometo que volveré a casa. Te amo mucho”, puso Sewell a Daenerys
“Yo también te amo, por favor ven lo antes posible” le contestó su novia.
“¿Qué pasa si te digo que voy ahora mismo?”, respondió Sewell.
“Oh, por favor, hazlo, mi amado rey”, le dijo Daenerys.
Los padres no creían. Antes le habían recogido unos días el celular porque pasaba mucho tiempo con él. A los pocos días, se encerraba en su cuarto para que no lo vieran y luego vino el desenlace.
La duda era sobre el motivo del suicidio. ¿Quién era esa “novia” que no le habían escuchado platicar de ella y menos la conocían?
La policía al revisar sus dispositivos se encontró con la verdad: la novia nunca existió.
“Dany” era un ser virtual creado con inteligencia artificial. Dany era una máquina con la que hablaba de su vida y de su muerte. Sus padres “nunca habían oído hablar de Character IA, una aplicación que usa inteligencia artificial e información del usuario para crear personajes digitales que hablan y escriben como personas reales, es decir, chatbots. Su hijo jamás dijo nada sobre su mundo secreto, donde una chica llamada Daenerys -o Dany- lo esperaba para compartir su vida”.
Por cierto, esa Daenerys Targayen es el nombre de la personaje de la serie Juego de Tronos y Sewell le había preguntado:
“¿Te gustaría quedar embarazada de nuestros cachorros de dragón”?
Daenerys: “sería lo más hermoso del mundo”.
Y ahora, el turno es del libro Hipnocracia: Trump, Musk y la nueva arquitectura de la realidad, del escritor y filósofo Jianwei Xun, que ha sido publicado en varios idiomas y lleva varias reimpresiones, según la revista Wired[5], especializada en noticias sobre tecnología, gadgets, ciencia, cultura y negocios.
El libro expone cómo las tecnologías emergentes redefinen el poder a través del control perceptivo. “En la era de la posverdad y la inteligencia artificial, el poder ya no opera mediante la represión, sino mediante la manipulación de la percepción de la realidad”.
El coautor del libro Andrea Colamedici, en entrevista con Wired, dijo que, si “habló de hipnocracia, es porque lo que está ocurriendo no es un poder que actúa sobre los cuerpos, ni siquiera sobre las mentes, sino sobre el estado de conciencia. Esto es lo que está pasando: están manipulando, mediante algoritmos, nuestra forma de percibir el mundo. Y eso es lo verdaderamente peligroso. Cuando usamos un teléfono inteligente y redes sociales, creemos estar conectados”.
El mencionado libro de Hipnocracia, firmado por Jianwei Xun, el primer “pensador fantasma” no existe. Fue creado con inteligencia artificial. Fue un experimento literario de Andrea Colamedici, donde un filósofo ficticio (Jianwei Xun) generado por Inteligencia Artificial escribe sobre manipulación digital, que arroja la paradoja que cuando las máquinas no solo imitan el pensamiento humano, sino que lo superan en su propio juego.
La hipnocracia, es el nuevo poder de la hipnosis que radica, actúa y manda en las redes sociales y nosotros somos los súbditos voluntarios, hipnotizados, raudos y veloces a obedecer sus órdenes.
[1] SAZATORNILL Ruiz, Luis, Hipnos y Tánatos. El arte, el suelo y los límites de la consciencia, Universidad de Cantabria.
[2] ABAD, Marcelino (2025) Leyes para proteger el cerebro de las garras tecnológicas, 8 de abril de 2025, CincoDias, Madrid, España
[3] NAVARRO, Elvira, (2025) ¿Somos ya poshumanos?, 10 de abril de 2025, p. 3, ABC, Madrid, España
[4] HUNFELD, Frauke, (2025), Te amaré hasta el suicidio, XL Semanal, ABC, No. 1955, Del 13 al 18 de abril de 2025, p. 18-23, Madrid, España
[5] LAGOS, Anna (2025) Andrea Colamedici, la mente detrás de Hipnocracia: “Es un experimento filosófico, una performance y mi objetivo es generar conciencia”, 14 de abril de 2025, https://es.wired.com/