La tristeza invade el ambiente en la casa donde Jesús pasa sus horas finales con sus discípulos. En la intimidad y la devoción de la última cena, en la cual celebraban la pascua, les avisa el Maestro de su partida al Padre. Dudas, temores, quebranto, confusión y toda mezcla de sentimientos amargos se apoderan de las entrañas de los apóstoles. ¿Cómo es posible que los abandone en este punto después que lo han dejado todo por él? ¿Cómo lucharán contra tantos adversarios y adversidades sin la ayuda del Señor? El diálogo muestra la desesperación de los doce. No sabemos a dónde vas, ¿cómo pues sabremos el camino? Muéstranos al Padre y nos basta.
Es en este contexto de dolorosa despedida en que Jesucristo promete orar al Padre para que dé el Consolador a sus discípulos. La descripción que el Maestro hace del Espíritu Santo prometido es por demás ilustrativa y enriquecedora para la fe.
Nos habla de ἄλλος παράκλητος (otro consolador); es decir, otro llamado a estar al lado. Será el que ocupará el lugar de Cristo y caminará a la par de los discípulos en forma permanente. Su deber es estar (μένω) o permanecer para siempre con los seguidores de Jesús.
Se le llama otro Paracletos, es uno que acompañará a los discípulos y los cuidará, defenderá y consolará como lo hizo antes el Cristo. Él fue el principal Paracletos con el que contaron los doce (1 Juan 2:1).
Otro de los títulos que se le otorga es el de Espíritu de verdad. Antes Cristo ha dicho que él es la verdad, y ahora señala este atributo al nuevo Paracletos (14:17).
Al Paracletos también se le llama Espíritu Santo. Se le reconoce el atributo de la santidad como esencial e inherente a su persona. 14:26
El otro Paracletos ofrece ventajas importantes en cuanto a presencialidad en relación con Jesús. Habla incluso el Maestro de que lo más conveniente para los discípulos era la partida del Señor, pues de otro modo se impediría la venida del Consolador.
La primera ventaja de la venida del otro Paracletos es la permanencia presencial de éste con los discípulos. Ya no habrá otra separación dolorosa, ni sensación de orfandad. El Consolador estará con nosotros para siempre. Juan 14:16. La compañía, el cuidado y la fortaleza divinos que proveía el Verbo encarnado, serían también brindados por Dios mediante el Espíritu, pero ahora sin interrupción (14:18). El nuevo Confortador hará que Jesucristo continúe con los suyos. En sus operaciones el mundo reconocerá la obra del Salvador. 14:19. La dinámica del Espíritu Santo trae una consciencia especial sobre los creyentes de la relación esencial entre el Padre, el Hijo; así como entre el Señor y la iglesia (14:20).
Otra ventaja de la venida del otro Paracletos es el carácter exclusivo e íntimo de la permanencia presencial. Jesús refiere que mora con los discípulos, y estará en ellos (Juan 14:17). El Cristo andaba con los doce y se manifestaba a ellos, todo el mundo lo veía con su grupo; obraba de modo que sus maravillas eran evidentes a cualquiera; pero ahora debía partir y resultaría invisible tanto para sus seguidores como para los extraños. La expresión del Consolador marcaría una diferencia enorme entre los creyentes y los incrédulos. Los primeros lo recibirían y lo conocerían. Experimentarían su habitación, contarían con su cuidado desde dentro. La vida de la iglesia ahora es dominada por el Espíritu de verdad.
Una ventaja más de la venida del otro Paracletos es el ejercicio de su función como mentor y maestro de los discípulos de Cristo en el mundo. La palabra del Mesías no agotó su enseñanza. Mientras estuvo en el mundo brindó su luz a los que lo siguieron (14:25). Pero Jesús aseguró que los asuntos pendientes no quedarían suspendidos para siempre. El nuevo Consolador se ocuparía de que la doctrina fluyera y que la riqueza de la verdad divina nutriera la vida de la iglesia. El aprendizaje se daría en dos dimensiones: el recuerdo de la instrucción del Salvador, la activación de la memoria en los asuntos eternos del evangelio anunciado por el Hijo de Dios y la iluminación sobre los nuevos temas que debían dominar los testigos del reino (14:26).
Otra ventaja adicional de la venida del otro Paracletos sería la paz sobre el corazón turbado de los discípulos. La revelación de la presencia de Cristo a través de la obra del Espíritu produciría sosiego en el alma atribulada. En el camino se darían cuenta que el Señor sigue morando con su pueblo, que rige la vida de la iglesia y que opera incesantemente en y a través de los suyos. La serenidad de Jesucristo es asegurada para los creyentes por la gracia del nuevo Consolador (14:27).
En cuanto al testimonio de Cristo, el Paracletos lo confirma y potencia en el mundo. Los impíos aborrecieron al Señor y lo mismo harían a sus discípulos. Los siervos de Jesús también experimentarían la persecución y el desprecio de los incrédulos. A pesar de que el Salvador se presentó personalmente e hizo obras incomparables ante los ojos de la gente, recibió a cambio odio (15:22-25). El trato infame de los mundanos se proyectaría ahora sobre los cristianos. Pero no prevalecería el mal sobre el bien. El poder de la obra del Mesías aumentará su efectividad por la intervención del Consolador. Él habilitaría a los que estuvieron con el Hijo de Dios desde el principio para que dieran testimonio eficaz del enviado del Padre (15:26, 27).
Advierte el Señor sobre las tribulaciones que se desatarán sobre los discípulos. Las advertencias tienen el propósito de evitar tropiezos. Los que ignoran al Padre se levantarán contra los que lo aman. Cuando estas crisis acontezcan, los creyentes deben recordar que el Maestro les advirtió con antelación. 16:1-6. Pero la advertencia se acompañó de la promesa del Paracletos. La tristeza no debía invadir a los fieles, puesto que la partida del Cristo era lo más conveniente. Su permanencia en la tierra impediría la venida del Consolador. En cambio, su ascenso al cielo resultaría en el envío del Espíritu (16:7).
La venida del Paracletos traería sobre el mundo una revolución espiritual sin precedentes. Su testimonio de Cristo a través de los creyentes produciría una convicción poderosa. El Consolador redargüiría a la humanidad de pecado, de justicia y de juicio. Expondría a los hombres su condenación y los llevará a la conciencia de su máximo error por no creer en el Hijo de Dios. Proyectaría la justicia y la veracidad de la persona y la doctrina del Señor con la evidencia de su ascenso al Padre, pues el cumplimiento de la promesa del Espíritu era resultado de la exaltación del Mesías. Así mismo, el diablo quedaría en vergüenza y humillación por la obra de Jesucristo (16:8-11).
El progreso de la revelación sería otra de las ventajas de la venida del Paracletos. Quedaron muchas enseñanzas en el corazón del Maestro que no pudo exponer a los discípulos. La falta de capacidad de los fieles para sobrellevar la carga doctrinal que el Señor tenía para brindarles impedía el flujo del discurso de Cristo. Sin embargo, de ninguna manera se perdería la bendición de la instrucción. De eso se encargaría el Espíritu de verdad. Él asumiría la rectoría de la iglesia y propiciaría la continuidad del proceso enseñanza-aprendizaje hasta su consumación. La conexión entre el Maestro y los discípulos sería ininterrumpida gracias a la operación dinámica del Consolador. Éste escuchará al Salvador y de su parte hablará para que la iglesia sepa lo que habrá de venir. Su trabajo será honrar al Hijo de Dios y comunicar a los fieles la voluntad divina sin error (16:12-15).
El Señor no dejó a la iglesia en orfandad con su partida. Más bien propició para nosotros la continuidad de su obra en manera más perfecta a través del otro Paracletos. La venida del Espíritu nos asegura una presencia real y poderosa del Cristo resucitado y exaltado. Con la dinámica del Consolador que habita en nosotros, se potencia nuestro testimonio de Jesús. Nuestra proclama del Salvador tiene efectividad gracias a la obra de convicción que el Confortador opera en el mundo. Por él nuestra comunión con Dios es sólida y solvente. Él nos conecta con el Padre y el Hijo y nos comunica lo que oye de ellos. La revelación divina no se ha interrumpido, permanece vigente y nos llega por la vía del Espíritu. La iluminación sobre la verdad inspirada y su operación sobre nuestra memoria para recordarnos la doctrina del Redentor nos brindan fundamento inamovible para nuestra fe. Caminamos firmes y confiados porque él es quien nos guía a toda la verdad.