Analista
Hace casi cinco años, el entonces gobernador entrante Javier Corral prometía a los chihuahuenses un “Nuevo Amanecer”, después de la oscura noche de la corrupción que había gobernado Chihuahua. En realidad, esta frase formaba parte de la perorata oficialista, con la que Corral gobernó la entidad en el último lustro.
Javier Corral nunca prometió nada concreto para su gobierno, salvo encarcelar (como si esto fuera el fin último de justicia) a su antecesor. Posteriormente, y derivado de las implicaciones legales que podían tener sus declaraciones irresponsables, matizó su discurso para decir que llevaría a César Duarte ante la justicia.
Cinco años han pasado, y la única promesa que Corral hizo durante su campaña no se ha concretado. Duarte todavía no enfrenta los procesos penales que le inició rabiosamente el gobierno de Javier Corral, y para como van las cosas, es muy probable que ni siquiera le concedan la extradición que tanto pide. Irónicamente, quien más ha ayudado a la defensa de Duarte ha sido la verborrea de Corral, pues por ganar el reflector y el aplauso inmediato, ha incurrido en diversos errores que vulneran el principio de presunción de inocencia, así como han dejado claro que la persecución tiene un fuerte tufo a vendetta política, condiciones que seguramente han sido capitalizadas por la defensa del exgobernador en Estados Unidos.
La agenda de un gobierno no puede depender únicamente de encarcelar a enemigos políticos. Sin embargo, Corral hizo de esto su única política pública, misma que ha fracasado como todo lo demás en las restantes áreas de gobierno. Para empezar, de todos los acusados por el corralismo de haber incurrido en supuestos actos de corrupción en la anterior administración, solamente dos personas quedan en prisión. Los demás han salido de la cárcel, por aceptar colaborar con sus carpetas de investigación, o incluso, a través de amparos de la Justicia Federal.
Respecto a la supuesta recuperación de los montos desviados (según la tesis corralista), la realidad es que no se han recuperado más de 10 millones de pesos. Y vaya que hablaba de desvíos de más de tres mil millones de pesos. Muestra de ello es que no ha sido capaz de transparentar los montos supuestamente recuperados. Esto es lógico: no puede transparentar lo que ni siquiera existe, y ninguno de los acusados que aceptaron colaborar con las investigaciones, ha depositado los montos que originalmente les atribuyeron haber desviado. Con declaraciones sacadas a la fuerza para involucrar otros personajes, muchos de los acusados recuperaron su libertad.
Ahora bien, en las demás áreas de la administración pública, el gobierno de Javier Corral fue un rotundo fracaso. Acusó a su antecesor de heredarle una deuda impagable, misma que Corral ha incrementado en más de 10 mil millones de pesos en los últimos cinco años. Si el gobierno de Corral es supuestamente honesto, ¿en dónde se ve la inversión de esa enorme deuda pública? Basta ver que Corral, no solo ha dispuesto del erario, sino también de los recursos que le pertenecen a otras instituciones como Pensiones Civiles, o incluso la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, en donde el gobierno de Corral mantiene una deuda cercana a los 500 millones de pesos.
En temas de seguridad, el gobierno de Corral heredará decenas de miles de ejecuciones, superando a su antecesor, y prácticamente igualando el número de homicidios ocurrido durante el gobierno de Reyes Baeza. En estos temas, no hay Justicia para Chihuahua, como tanto pregonó el histriónico gobernador.
Resulta irrisorio que a estas alturas, todavía haya gente que considere que la administración de Corral fue buena en algún rubro. El capítulo más negro de la historia de Chihuahua está por concluir en poco menos de un mes. Entonces sí vendrá un Nuevo Amanecer.