He escuchado muchas cosas sobre la resurrección. Algunos no creen en la resurrección de los cuerpos, para ellos, todo se termina con el polvo y una tumba.
A otros les asusta la resurrección. Pero los que han depositado su confianza en Dios y creen en su Palabra saben que su cuerpo colocado en la tumba es como una semilla que un día saldrá resucitado.
Cuando el Señor Jesús regrese, mediante su poderosa voz los muertos en Cristo, es decir, los creyentes que hayan muerto, resucitarán, y en un instante serán llevados al cielo junto con los creyentes que vivan en ese momento, “y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:17).
La resurrección de Cristo garantiza la resurrección de aquellos que hemos confiado y caminado con el Seño: 1 Corintios 15:20 dice: “Mas ahora Cristo ha resucitado de entre los muertos, primicias de los que durmieron”.
La muerte de Cristo por los pecados de los hombres y Su resurrección de entre los muertos eran las doctrinas básicas de la predicación del Evangelio en boca de los apóstoles. Dice Pablo: «Cristo murió por nuestros pecados… y resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras» (1 Co. 15:1–3).
Quizá alguien pregunte ¿Por qué es importante hablar de la resurrección de Cristo? Bueno, la resurrección de Cristo es de tal importancia que el cristianismo se derrumba sin ella, y se mantiene en pie solo por ella.
Considerando el asunto llanamente y sin rodeos, diremos que si la resurrección tuvo lugar, es fácil la aceptación de los otros milagros de Cristo, pues todas las esperanzas del cristiano están fundadas, precisamente, en ese hecho; pero si Cristo no resucitó, alguien dijo, se sugiere que no era el Hijo de Dios, y en ese caso el mundo se halla desolado, el cielo vacío, el sepulcro oscurecido y el pecado sin solución con la condena de la muerte eterna.
El apóstol Pablo declara terminantemente que “Si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. Y somos hallados falsos testigos de Dios… si Cristo no resucitó… aún estáis en vuestros pecados… Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres” (1 Co. 15:14–19) Todos los aspectos de la vida del cristiano dependen del gran acontecimiento de la resurrección de Cristo.
Veamos en primer lugar, la justificación: “Jesús, nuestro Señor, el cual fue entregado por nuestras transgresiones y resucitado para nuestra justificación” (Romanos 4:25) es decir ser declarados justos delante de Dios cuando en verdad éramos culpables, que a favor de los hombres consiguió Cristo en Su muerte expiatoria fue la causa por la que pudo romper los lazos de la muerte y salir a la vida de resurrección.
En segundo lugar, la salvación: “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” (Rom. 10:9). Ya que la resurrección es la consumación de la totalidad de la obra de la Cruz.
En tercer lugar, la regeneración: El apóstol Pedro escribe: “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos” (1 Pedro 1:3); pues la resurrección de Cristo es la fuente y el origen de la vida nueva del creyente verdadero, es la base sólida de la vida de fe del creyente fiel, ya que da por muerto todo lo natural de este mundo para confiar plenamente en Dios.
La resurrección de nuestro Señor Jesús nos traslada a las esferas espirituales en unión con Cristo. A los ojos de Dios, lo que Él realizó en la persona de Su Hijo a favor de los hombres es una realidad desde ahora para los creyentes, de tal manera que Pablo declara: «Dios… nos dio vida juntamente con Cristo… con él nos resucitó, y, asimismo…» (Ef. 2:4–6 con Col. 3:14). Le animo estimado lector que haga de la vida, la muerte y la resurrección de Cristo su estilo de vida y fe. Termino citando Mateo 28:6 “No está aquí, porque ha resucitado, tal como dijo. Venid, ved el lugar donde yacía”
Crea en Dios, sea feliz este mundo y un día vaya al cielo