John Locke, Montesquieu, Juan Jacobo Rousseau, Alexander Hamilton, y varios pensadores y arquitectos de la ciencia política actual estarían horrorizados de ver el carrusel de tropelías, cochupos, e irregularidades que se dieron el fin de semana pasado a partir de la renovación del Congreso Nacional de Morena, tanto en Chihuahua, como en el resto de las entidades del país.
Destrucción de boletas, acarreos, quema de urnas, pago por votos, amenazas de retirar programas sociales a quienes no votaran por X o Y candidato, y otras técnicas de “impulso a la participación democrática” tuvieron lugar en prácticamente todos los Estados del país a partir de este proceso interno de Morena.
Seguramente dirán los feligreses de Morena que eso siempre ha pasado, y puede ser que tengan razón; varios partidos políticos han sido acusados de esto. Sin embargo, no podemos seguir viviendo de acusar al pasado. Ellos, quienes llegaron vendiéndose como la esperanza, dándose baños de pureza y señalando a todo mundo, resultaron mejores que sus antecesores al momento de ejecutar toda clase de mañas electorales.
Circularon diversos videos en las redes sociales en donde se evidencian todos estos excesos. En primer término, se hizo viral el video en donde se amenaza a adultos mayores con cancelarles los programas de apoyo social si no se vota por un candidato. Igualmente, el alcalde de Poza Rica, Veracruz, responde a una periodista “No estés chingando”, cuando se le pregunta por qué no hace fila para emitir su voto. También se quiso saltar la fila para votar la presentadora de “Quién es quién en las mentiras de la semana”. Una diputada local en Veracruz fue detenida al tratar de “reventar” una casilla. Todas estas acciones están concentradas en un hilo de tuits del periodista Pascal Beltrán del Río (@beltrandelrio).
Todo lo anterior, sin contar los dimes y diretes que se dieron estos días entre miembros de la cúpula de Morena, como Ricardo Monreal, Epigmenio Ibarra y John Ackerman.
En pocas palabras, esos que se asumieron como “diferentes” del resto de la clase política, ¿en qué son diferentes?
A partir de todos los señalamientos que se hicieron el fin de semana pasado, la pregunta obligada es, si eso son capaces de hacer en un proceso interno, ¿qué serán capaces de hacer en una elección constitucional?
Es importante hoy más que nunca que la ciudadanía respalde y fortalezca al Instituto Nacional Electoral, pues es el único dique que puede contener la ola pantanosa de Morena y sus aliados mañosos, mismos que son una amenaza latente a la estructura democrática de la República.
Es curioso que la izquierda cardenista por años señaló a Manuel Bartlett como el autor del presunto fraude electoral de 1988. Hoy el Presidente lo tiene como director General de la Comisión Federal de Electricidad. Es decir, el epítome de los fraudes electorales de que se dolió la izquierda por años, es parte de su gobierno. Un gobierno que tiene a un presunto defraudador electoral y que tolera todas las cochinadas que toleró a partir de la renovación del Congreso Nacional de Morena, ¿es un gobierno genuinamente promotor de los valores democráticos?
Lo único que podemos concluir es que, ante la cosmovisión de una recua de resentidos (como lo es Morena) no es que las cosas se estuvieran haciendo mal en México; el problema es que no eran ellos quienes estaban tomando las decisiones. Morena es una caterva que integra a los más corruptos, cínicos, e ignorantes del panorama político actual.