La elección del EdoMex, que hoy se realiza es, quizá, la más importante, previa a la presidencial del próximo año. Podría ser decisiva en la definición de ésta.
Todo dependerá no solo de quién gane la contienda mexiquense, sino del margen con que lo haga.
Seguramente que los lectores nos disculparán de no abordar un tema en el que tengan particular interés los chihuahuenses, pero lo que hoy resuelvan los mexiquenses repercutirá, probablemente, en todo el país.
Por muchas razones el EdoMex es muy representativo de lo que ocurra en el país en 2024. Casi siempre ha sido así. Su población se parece, en muchos de sus aspectos, por estratos y zonas, a la del resto de México.
Además, como es del conocimiento generalizado, tiene el número de electores más grande (12 millones 660 mil), que representa el 13.3% del total nacional.
Ahí se juega, sin exagerar, el resultado de las elecciones presidenciales, dependiendo del modo en que emerja una ganadora:
Si Morena ganase por los márgenes que la mayoría de las encuestas señalan, por diferencias superiores al 10% de los votantes (calculando que vote el 53% del padrón) querría decir que tendría una ventaja de 670 mil votos frente a la candidata de la oposición, porque en ese caso cada punto porcentual representará 67 mil 90 votos.
Trasladado ese escenario para el próximo año, significaría que Morena y su candidato llevarían, de entrada, esa ventaja, casi 700 mil y, quizá, más que esos, en virtud de que en las elecciones presidenciales se eleva la participación electoral.
Esa ventaja probablemente fuera suficiente para contrarrestar la hipotética ventaja de la oposición en la CdMx, ésta sustentada no sólo en las encuestas de este año, sino en los resultados del 2021, en las que Morena perdió 9 de las 16 alcaldías, además de un sinfín de diputaciones locales y federales, en las que, sin embargo, el partido gubernamental mantuvo la mayoría.
En otro escenario, el de un cerrado triunfo de Morena, entonces se verían en problemas pues las votaciones obtenidas en EdoMex, al estar, en la práctica, (para los fines de la votación nacional) empatados, el resultado de la elección mexiquense no significaría nada (en los términos establecidos, pero que, como en todos los casos, se deberá pelear palmo a palmo) para el recuento total de la elección nacional.
Por supuesto que ganar tiene un indudable golpe político para los morenistas y, por supuesto, en sentido contrario para la oposición, pero ésta obtendría una paradójica ventaja, la de no tener que “cargar” en adelante con el desprestigio del PRI, que habría perdido la más preciada de sus joyas estatales, ya que se colocaría, todavía, como un integrante fuerte del bloque opositor, pero en el que ya no sería el partido mayor de este, lo que recaería en el PAN; por eso el hecho de perder por poco les daría la ventaja de no tener que enfrentar desventajas en el centro del país y, por otra, podrían, como se asentó arriba, tener la ventaja en la CdMx, lo que prefigura un escenario presidencial nada bueno para Morena en las entidades con los dos padrones electorales más grandes el país.
Tanto en este escenario, -el del triunfo morenista por escaso margen- como en el del triunfo de la oposición, que sería, de darse, también, por una pequeñísima diferencia, le daría a ésta una más que necesaria bocanada de aire fresco y motivaría a que una parte más importante del electorado llegase a pensar en la posibilidad de que el partido de López Obrador sí pueda perder.
De ser así, entonces el principal escenario se resolvería, probablemente, en el resto de los centros urbanos del país, especialmente los de mediana población y particularmente en las zonas de la llamada “clase media”, concepto que engloba a muy diferentes estratos sociales los que, unos más que otros, -así se autoconsideran- a pesar de que los ingresos económicos familiares sean tan dispares, como entre los que los tienen en alrededor de los 50 mil pesos mensuales (más cercanos a la mayoría de las definiciones, a los que se considera con un mayor porcentaje de rechazo al gobierno de AMLO) y las familias que los tienen por debajo de los 30 mil, muchas de las cuales se consideran también, a sí mismas, como clases medias.
Y ahí está una de las fortalezas del régimen pues en la absoluta mayoría de las familias de “clase media”, pero con ingresos menores a los 30 mil pesos mensuales, por lo menos uno de sus integrantes es receptor de alguno de los programas sociales del Bienestar y en muchas ocasiones hasta dos.
De acuerdo con una encuesta de abril de este año, del periódico El Financiero, el 73% de las personas encuestadas de las que dijeron que irían a votar y lo harían por Morena, son beneficiarias de alguno de los programas sociales.
Así, paradójicamente, a pesar del discurso presidencial -por el bien de todos, primero los pobres- y de su rechazo a reconocer que finalmente el porcentaje mayor de beneficiarios de sus programas no es de ese estrato social, sino del inmediato superior -por ingresos- que es, con mucho, un sector que vota más que el inferior, es el que le puede otorgar el mayor porcentaje de votos.
Así que ese discurso de la oposición acerca de que “las clases medias votarán en contra de Morena” puede no apegarse tanto a la realidad, cuando se hacen estas precisiones que cualquier estratega electoral, de las dos fuerzas en pugna, lo saben.
Ahora bien, de ganar Morena, por cualquier porcentaje, lo hará sobre la base de dos variables.
Una, la de su indudable fuerza, generada por el hecho de ser gobierno y, dos, la de que sectores muy importantes de la sociedad tienen muy presente, al momento de estar en la mampara y votar, los largos años de gobiernos corruptos del PRI.
Difícilmente lo olvidan muchos, muchos mexicanos y el EdoMex ha sido gobernado, hasta ahora, por uno de los más consolidados grupos de ese partido, al grado de mantener el control sin pausas desde 1929, con el ancestro del PRI, el Partido Nacional Revolucionario (PNR).
Por otro lado, de darse un triunfo de la oposición, no solo le darían un mentís a Movimiento Ciudadano (MC) -de Dante Delgado- que a unos días de la elección se lanzó a denostar al PRI (que muchas voces se explican por, dicen, un severo apretón presidencial), sino que le daría un tanque de oxígeno al partido del viejo régimen pues en una sola jornada se habría mantenido en el gobierno en Coahuila (que todo hace suponer que ahí ganará) y EdoMex.
Por añadidura, la oposición entraría a la elección con más bríos; pero con el elevado riesgo de que las ambiciones se desataran sin control alguno, algo que no está lejos de la realidad, que refuerza el hecho de que hasta estos momentos, a menos de 90 días de que inicie el proceso electoral aún no cuenten, ya no digamos con el procedimiento para designar a su candidato, sino que ni siquiera un aspirante despunte notoriamente por encima de la infinidad de los que han aparecido en las últimas semanas.
Para derrotar a Morena necesitan un solo candidato, uno, de toda la oposición pues si se presenta uno de la alianza PAN-PRI-PRD y otro de MC, entonces las posibilidades del triunfo serían para los seguidores de López Obrador, sin duda.
Puede cambiar el escenario, en un año puede ocurrir todo, pero visto a esa distancia todo nos lleva a pensar que ese escenario es el más factible.
Y como antes, en tiempos del viejo régimen, la posibilidad de que triunfe la oposición se basa en lograr una mayor participación electoral.
Pero en esa entidad siempre gobernada por el PRI ¿A qué bloque partidario lo considerará la mayoría de los electores?
Importa establecerlo porque seguramente podría presentarse de acuerdo con cada zona geográfica, dependiendo de la fuerza mayoritaria en ella y si la mayoría de los electores de las zonas en las que cuentan con más elevados ingresos económicos, estratos en los que existe un mayor rechazo al presidente, salen en más altos porcentajes que los de las zonas con predominancia morenista (en el oriente del EdoMex, pero no solo, también en los conglomerados urbanos con hegemonía prianista) entonces estaremos frente a una elección que se definirá por escaso margen.
Y es que en las elecciones del 2011 la participación fue del 45.3%; seis años después, en 2017, en una cerradísima elección, votó el 53.7% con el triunfo del priista Alfredo del Mazo por 2.8 de ventaja frente a Delfina Gómez.
La encuesta de El Financiero, publicada el 29 de mayo -ventaja de Morena por 10 puntos- ubicó la participación electoral en el 51%, frente a un universo del 12% de indecisos, por lo que la oposición abriga esperanzas en que si aumenta tal porcentaje la mayoría lo hará por ellos.
¿Si sale más gente a votar en el EdoMex, gana la oposición? ¿O avasallará Morena y se aprestará a refrendar la presidencia?
*Columna de Plata-APCJ: 2008, 2015, 2017 y 2022
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