Sin duda alguna, el Día de Muertos de este 2020 fue -en varios sentidos- muy distinto a los demás; particularmente, porque a causa de la Covid-19 hubo -al menos- 92 mil muertos más que se unieron al tradicional culto que los honra.
Si bien el Día de Muertos es una colorida celebración tradicional mexicana para honrar y recordar a los muertos, con decenas de miles de muertos adicionales a los que “deberían” ser, ahora también tendría que servir como recordatorio de los peligros de la Covid-19. Peligros de los que, incomprensible y desafortunadamente, muchos de los vivos aún no son conscientes o minimizan.
Bien lo decía Pitágoras: “La verdadera muerte es la ignorancia. ¡Cuántos muertos entre los vivos!”. Y es que, en definitiva, no son pocos los “vivos” ignorantes que no entienden que hay mucho en juego, ni que el mortífero rebrote de la pandemia de Covid-19 en distintos puntos del país, y el potencial rebrote en otros tantos, son una realidad que está acabado rápidamente con la vida cientos de miles de personas a lo largo y ancho del país.
Lo peor del caso, es que miles de esas vidas se apagaron por salvar o tratar de salvar otras vidas. Así es, casi 2 mil trabajadores de la salud (médicos, enfermeros, paramédicos, laboratoristas, camilleros, etc.) han muerto en México por causa del SARS-CoV-2; en promedio, uno cada dos horas y media. Es decir, poco a poco, y en gran medida por la inconsciencia social respecto a los peligros de la Covid-19, nos estamos quedando sin aquellos que, de una u otra forma, serían los encargados de velar médicamente por las vidas de los presentes y futuros contagiados.
El caso es que, sin contar los fallecimientos por los efectos colaterales de la Covid-19 (falta de atención o tratamiento médico por su suspensión desde que inició la pandemia y suicidios), casi 100 mil muertos más contados hasta el Día de Muertos parecen no ser suficientes para entender que el incumplimiento de las medidas establecidas por las autoridades para contener los contagios y fallecimientos por Covid-19 provocarán, seguramente, que el próximo Día de Muertos haya otros cientos de miles de muertos adicionales a los que habrá que instalarles un altar.
Que quede claro que no se trata de generar o caer en pánico, de lo que se trata es de entender los peligros de la Covid-19 y que los principales instrumentos para combatir la pandemia y sus efectos colaterales, son la conciencia social y la responsabilidad social (no solo la individual). Solo de ese modo estaremos en posibilidades de contener la propagación del virus y evitar el colapso total de los sistemas de salud (nacional y local), una mayor catástrofe económica y -por lo tanto- una crisis humanitaria irreversible.
En esta ocasión, finalizo citando lo dicho recientemente por el médico, investigador y escritor inglés, Steven Magee: Cien mil muertos pueden confirmar los peligros de la Covid-19.
Aída María Holguín Baeza
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