Tenemos un Presidente que vive en un mundo mágico. Ayer dijo que, en medio de la actual crisis del Covid-19, podemos estar tranquilos porque “el escudo protector es como el detente”. ¿Y qué es el detente? López Obrador mostró unas estampitas del Sagrado Corazón de Jesús: “Son mis guardaespaldas”, dijo. Mostró después otra estampita: “Miren, aquí hay otro detente: ‘Detente, enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo’”.
Supongo que la fe hace milagros, pero inquieta que el Mandatario piense que unas estampitas religiosas, o un trébol -que también mencionó en la conferencia, pero no encontró en su billetera-, sean un escudo protector para nuestro país. Afortunadamente, el equipo del subsecretario de Salud Hugo López-Gatell sí ha venido anunciando medidas graduales que nos permiten prepararnos para la pandemia que tarde o temprano nos pegará con tanta fuerza como a otros países. En materia económica, el Presidente afirmó que el próximo martes, 24 de marzo, ya habrá un plan para enfrentar lo que se espera sea una crisis económica mayúscula. Espero que la propuesta no se limite a pedir la intercesión de la Virgen de Guadalupe.
Preocupa que algunas de las medidas de aislamiento se estén adelantando. La Suprema Corte de Justicia decidió cerrar los juzgados desde el 17 de marzo y hasta el 20 de abril. Algunas empresas han empezado también a suspender actividades en sus oficinas. Es demasiado pronto. Si la tendencia de Italia o España se repite en México, para el 20 de abril estaremos en lo más fuerte de la pandemia. El Poder Judicial y las empresas se verán obligados a adoptar nuevos periodos de aislamiento, quizá de uno o dos meses adicionales, lo cual generará un desgaste enorme y nos dejará sin tribunales durante un periodo extraordinariamente largo, inaceptable para un país tan necesitado de justicia como el nuestro.
Mucha gente está sufriendo una enorme angustia y está tomando decisiones motivadas por el miedo y la ignorancia. Algunos clubes están cerrando piscinas y vapores, lo cual no tiene sentido sanitario alguno. Ciertos gimnasios y otras instalaciones de servicio público están dejando también de operar. Los restaurantes están haciendo que sus meseros porten cubrebocas y las empresas están obligando a sus guardias a utilizarlos también. Tampoco esto tiene lógica de salud. Ni el sudor de los gimnasios, ni el agua clorada de las piscinas o jacuzzis, ni el vapor transmiten el coronavirus. Lo que piden los especialistas es lavarse las manos con frecuencia y mantener una sana distancia entre personas.
Entender la pandemia es muy importante, porque en el terror irracional algunos están exigiendo la aplicación de medidas que dañarán a millones. No tiene sentido cerrar restaurantes o centros de reunión, sino asegurar que las mesas y espacios permitan conservar una distancia de metro y medio entre personas. Cerrar los centros de trabajo de adiestradores físicos, además de impedir que la gente pueda mantenerse saludable haciendo ejercicio, no solo no ayuda a detener la pandemia, sino que agrava la crisis económica que se avecina.
La pandemia es real y va a provocar un daño importante. Pero las medidas de aislamiento y de suspensión de actividades económicas pueden provocar un daño significativamente mayor. Pensar que una estampita religiosa o un trébol pueden protegernos de ese daño es simple ignorancia.
¿Contener?
Ni México ni cualquier país pueden contener la pandemia. El director de la OMS, el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, señaló el 11 de marzo: “Nunca hemos visto una pandemia que pueda ser controlada”. La pandemia nos va a pegar. Ese no es el tema. Lo importante es estar preparados para que el daño sea lo más pequeño que se pueda.