Invitados por el Festival Paax GNP, José Pablo Castro y Anais Bueno, del Joffrey Ballet de Chicago, compartirán su arte en la Riviera Maya
Erika P. Bucio/Agencia Reforma
Ciudad de México.- En las filas del Joffrey Ballet de Chicago destacan dos mexicanos: Anais Bueno y José Pablo Castro, jóvenes bailarines que alistan su regreso al País para participar, el 2 de julio, en el Festival Paax GNP 2023 de la Riviera Maya, organizado por la directora de orquesta Alondra de la Parra, donde bailarán el Pas de deux de Anna Karenina.
Ésta es su historia:
Hago lo que amo.- Castro
A bordo de uno de los vagones silenciosos del metro de Chicago, en los que no está permitido hacer ruido ni llamadas telefónicas, José Pablo Castro recibió el correo electrónico con la noticia de su vida: The Joffrey Ballet lo quería en su academia.
Contuvo los gritos de alegría hasta encerrarse en el baño del convoy para llamar a México y dar la noticia a sus padres. Ahora podría pensar en un futuro profesional en la danza.
El director artístico de la compañía, Ashley Wheater, le ofreció una beca completa y le expresó el gran interés que tenían en formarlo y, quizás, en algunos años, unirse al Joffrey.
Se trata de una compañía de ballet y academia de renombre internacional con sede en Chicago en cuyo repertorio figuran tanto clásicos como obras vanguardistas.
Castro (Querétaro, 2001) ganó una beca para el curso de verano que le permitió audicionar para la escuela, esto en una semifinal en Córdoba, Veracruz, del Youth America Grand Prix, una de las competencias de ballet más importantes del mundo.
Se mudó sólo a los 14 años a Chicago.
Desde su primer año en la escuela participó en montajes del Joffrey, como la versión de El Cascanueces de Christopher Wheeldon, coreógrafo del Royal Ballet, en 2016. Era uno de los niños de la fiesta del primer acto.
Cuando este coreógrafo volvió en 2019 para la reposición y le hizo algunos ajustes al clásico navideño, se reencontró con Castro, quien ese año fue contratado por la compañía.
El bailarín queretano haría la danza china, su primer solo, y tuvo ensayo con él. “Yo estaba súper nervioso. Él me dijo: ‘Me acuerdo de ti. Estabas así chiquito, y mírate ahora'”, cuenta en entrevista Castro.
En otro ballet, Commedia, también de Wheeldon, fue parte de un trío con máscaras de arlequines donde constató la fluidez y organicidad de las piezas del coreógrafo.
El bailarín mexicano escaló cada peldaño de la compañía hasta llegar a su posición actual. En el Joffrey no hay una jerarquización entre cuerpo de baile, solistas y primeros bailarines.
“Te ganas tu lugar a pesar de que no hay un ranking como tal”, cuenta. “Una vez que empiezas a hacer papeles principales lo ideal es que el staff ya te ve como alguien que puede hacerlos. Pero si es un coreógrafo nuevo o el staff no te ve en el rol principal, no te ponen”.
En febrero pasado bailó su primer protagónico, Vrosky, en Anna Karenina. de Yuri Possokhov, ganadora del Benois de la Danse como Mejor Coreografía en 2019.
Wheater lo felicitó por su interpretación en un ballet tan emotivo y dramático. Le dijo que significaba mucho para la compañía que lo ha visto crecer y porque posee una cualidad que no muchos: poder actuar y hacer sentir a la audiencia lo que está queriendo decir con la historia.
Castro concede que esa capacidad de comunicar las emociones del personaje es algo que siente natural. En el primer ensayo de Anna Karenina, la pareja camina dándose la espalda, sin verse las caras; es el momento del enamoramiento, del amor a primera vista.
“¡De hecho, ahorita lo estoy sintiendo nada más de recordarlo!”, dice.
Ambiciona seguir interpretando roles principales y colaborar con más coreógrafos para expandir su visión, forma de trabajar y repertorio.
En estos cuatro años como profesional no ha trabajado con tantos coreógrafos como hubiera querido debido a la pandemia, pero celebra el lenguaje de Wheeldon, que parte del clásico y lo extiende a movimientos más fluidos.
O bien, Possokhov, que con su Anna Karenina le parece un ejemplo perfecto del tipo de piezas que más disfruta bailar.
Confiesa su interés en bailar contemporáneo, algo que aún no le ha tocado hacer con el Joffrey, pero que ocurrirá en el cierre de la temporada 2023-24 con Sueño de una noche de verano, de Alexander Ekman.
En el escenario es donde Castro ve recompensado el trabajo hecho hasta ahora.
“El que se pone esa meta de bailar es porque en realidad lo quiere; son muchísimos sacrificios. Yo me tuve que mudar a otra ciudad sin mi familia ni mis amigos, pero al final vale la pena porque hago lo que amo.
“A lo mejor sí es agotador tantos ensayos todos los días, pero cuando llegas al escenario, se levanta el telón y bailas, todo tiene sentido”, expresa.
Además de venir al Festival Paax GNP 2023 a bailar el Pas de deux de Anna Karenina con su colega en el Joffrey, la también mexicana Anais Bueno, Castro estrenará en el encuentro un cuarteto de Yoshihisa Arai, con la flautista Gili Schwarzman.
“Estoy súper emocionado, como mexicano, de volver a bailar en mi País”.
Hallé mi identidad.- Bueno
Procedente del alemán Stuttgart Ballet, uno de los mejores del mundo, la bailarina mexicana Anais Bueno (McAllen, 1988) logró la plenitud artística al unirse al Joffrey Ballet.
Mudarse a Chicago obedeció a una razón personal: deseaba estar más cerca de su familia en México, de la que se había separado a los 14 años al ser becada por la prestigiosa John Cranko Schule como finalista del Youth American Grand Prix (YAGP) en Nueva York, competencia a la que concurren los directivos de las más prestigiosas escuelas.
Recuerda que cuando le dieron la beca pesó algo que va más allá de la perfección en los pasos: su capacidad para interpretar. Vieron en ella a una artista.
Cuando Bueno rememora sus primeros años en Alemania parece hablar de la prehistoria: en esa época no era tan fácil acceder a internet para comunicarse a distancia, y pagaba dos euros por minuto para llamar a casa; lloraba con sus padres al teléfono pero, cuando le decían: “¿Quieres volver?”, les respondía con un “no” rotundo.
A la nostalgia familiar se sumó el deseo de explorar otros estilos, compañías y formas de trabajar.
En el Joffrey, la bailarina mexicana se encontró dentro de una compañía menos jerarquizada, sin categorías para ascender del cuerpo de baile a primera bailarina, muy distinto al funcionamiento del Stuttgart, donde bailó como profesional durante cuatro años tras graduarse de la John Cranko Schule a los 18.
La compañía de Chicago es más pequeña, con 50 integrantes en lugar de los 80 del Stuttgart, y eso impacta en la manera de trabajar, mucho más íntima.
“Encontré una forma de trabajar más íntima con coreógrafos también renombrados, pero sentía que podía trabajar uno a uno y ganar experiencias personales al trabajar así. Jamás pensé en poder crear con John Neumeier, con Alexander Ekman o Yuri Possokhov; o sea que estemos en un salón el coreógrafo y yo, nada más”, cuenta.
Con ella, Possokhov creó el rol de la Princesa Kitty Shcherbatskaya en la adaptación de la novela de Anna Karenina de León Tolstoi. El coreógrafo no la conocía, pero al verla bailar supo que era la indicada.
Durante su tiempo con el Stuttgart bailó en numerosas obras de John Cranko, como Romeo y Julieta, Onegin, La fierecilla domada y El lago de los cisnes. Ahí también tuvo su primera oportunidad como solista, bailando el Peasant Pas de Deux de Giselle.
Recuerda esa etapa en su carrera, de los 18 a los 22, como de búsqueda, de vivir el difícil paso de la escuela a la compañía. “Pasas de las mejores en la escuela a estar otra vez hasta abajo y volver a subir a la cima”, relata.
En 2012 se unió al Boston Ballet durante una temporada, donde interpretó el papel principal en Tar and Feathers, de Jiri Kylian, y papeles solistas en La bella durmiente de Frederick Ashton, además de bailar varias obras de George Balanchine, como Symphony in C, Serenade y Coppelia.
Bueno es parte del Joffrey desde hace diez años; llegó a los 23. Y allí ha florecido al combinar experiencia y madurez.
“Esa madurez tiene que ver mucho en la habilidad artística, hay muchos papeles que, aunque seas muy talentosa, creo que la madurez y experiencia artística se necesitan para hacerlos”, declara.
Pudo así alcanzar un papel icónico del ballet, el Hada de Azúcar en un El Cascanueces creado por Christopher Wheeldon, coreógrafo del English National Ballet.
“En el Joffrey, al estar creciendo, encontré mi identidad, mi forma de bailar”, destaca.
En México, durante su participación en el Festival Paax GNP 2023, se reencontrará con su compañero en el Joffrey, el también mexicano José Pablo Castro, para bailar el Pas de deux del segundo acto de Anna Karenina.
Un ballet que nunca han hecho juntos en la compañía.
“Es un excelente bailarín, le viene un futuro muy bueno”, opina Bueno sobre su compañero.
Ambos fueron alumnos de Martha Sahagún en su academia en Córdoba, Veracruz, ahora convertida en una institución en la enseñanza del ballet.
A Bueno le tocó abrir brecha con su maestra, quien además es su tía; viajó a Nueva York para la final del Youth America Grand Prix. Juntas, piensa la bailarina, se han ayudado a llegar a donde hoy están.
Ivana, su hermana menor, también se formó con Sahagún y ahora es una bailarina que forma parte del English National Ballet.
“Lo que me encanta es transmitir sentimientos más que bailar”, dice Bueno. “Algo que me gusta mucho es cuando el público logra sentir algo más que decir ‘Le salió increíble el paso’; que salgan y puedan decir: ‘Nunca he visto algo así'”.
Su ambición es traer más arte, ballet y danza a México convertida en promotora cultural.