Lo sucedido recientemente en un colegio de la ciudad de Torreón, obliga a reflexionar más respecto al peligroso y creciente problema social de la violencia (armada, autoinfligida, verbal, de género, colectiva, cultural, etc.) que afecta y somete a todos los sectores de la sociedad.
No se trata de buscar o señalar culpables, sino de identificar y aplicar mecanismos de prevención para evitar que los niños vivan o convivan en ambientes (reales o virtuales) que pueden propiciar su participación en actos de violencia. Es decir, promover acciones preventivas tendientes a proteger su integridad mental, emocional y física. Esto, en el entendido de que en el caso de México, y de acuerdo con Convención sobre los Derechos del Niño, “se entiende por niño todo ser humano menor de dieciocho años de edad”.
En ese contexto, y debido a que el tema tiene muchos ángulos desde donde ser abordado, solo se trataran dos de ellos: el control parental y el autocontrol.
Hace mucho tiempo, el control parental solo consistía en ejercer la autoridad parental; cosa que, en aquellos ayeres, no era tan complicado porque -literal y figuradamente- “eran otros tiempos”.
Ahora, debido los cambios en -y de- la dinámica familiar, social, tecnológica y, por ende, de los contenidos que circulan gracias al internet, es urgente y necesario utilizar los otros métodos de control parental que ofrece la tecnología como una herramienta de apoyo a la prevención de riesgos a los que se enfrentan los niños (si no quieren hacerlo, no les interesa o piensan que no es necesario, considérelo seriamente; la prevención nunca está de más).
Aunque es irresponsable asegurar que lo ocurrido en ese colegio de Torreón fue por la influencia de un videojuego, sí es necesario considerar que los contenidos de muchos videojuegos pueden afectar o agravar la salud mental de las personas; sobre todo, la de aquellas cuya mentalidad apenas se está comenzando a formar.
El asunto es que, como bien lo dijo el Allan Houston, “hay muchos problemas en la sociedad […], pero al final del día, todo se reduce a lo que les enseñamos a nuestros hijos a ser”. Es ahí donde entra el tema del autocontrol; es decir, la importancia de enseñarles a los niños que, un momento determinado, tendrán que controlar por sí mismos no solo lo que ven y escuchan, sino también los impulsos y reacciones ante eso que ven y escuchan.
Finalizo en esta ocasión, citando lo dicho alguna vez por el polímata e inventor estadounidense, Benjamín Franklin: “Eduque a sus hijos para el autocontrol, con el hábito de mantener la pasión, los prejuicios y las tendencias malvadas sujetas a una voluntad recta y de razonamiento, así usted habrá hecho mucho para abolir la miseria de su futuro y los crímenes de la sociedad”.
Aída María Holguín Baeza
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